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El entrenador estrella

Elías del Valle es el artífice de la reciente victoria del patinaje colombiano en los Juegos Centroamericanos. Perfil del cartagenero que ha convertido a Colombia en potencia mundial de este deporte.

Maria Fernanda Moreno
2 de agosto de 2006

Tiene la alegría y espontaneidad de los hombres cartageneros. Pero tal vez una gripa causada por el cambio de clima del regreso de Cartagena a Bogotá, sumada a la dificultad natural de muchos a la hora de hablar de sí mismos, le arrebataron las palabras.

Pero, a tirabuzón, Semana.com pudo aproximarse al hombre que se enorgullece de haberle dado a Colombia, al menos, un éxito importante por año en la última década. El listado es largo: en 1996 estuvo detrás de la victoria de Berenice Moreno en el campeonato mundial juvenil en Barrancabermeja, como entrenador de la Selección de Bolívar; en 1999 –cuando se vinculó a la selección colombiana de patinaje- su equipo fue campeón en un torneo juvenil en Pamplona (España); en 2000 ganó nuevamente el campeonato mundial que se realizó en Barrancabermeja; en 2001 ocupó el segundo lugar en el mundial de Francia; en 2002 fue campeón en Bélgica; después en Italia; en China y ahora se llevó todas las medallas de oro en los Centroamericanos.

Conocer las razones a las que él le atribuye su éxito no fue fácil. “Al equipo”, respondió. ¿A cuál equipo? “A los entrenadores regionales”, punto. Como la selección está compuesta por patinadores de todas las ciudades del país, la mayor parte del tiempo entrenan lejos de Bogotá. Elías asume la conducción del equipo un mes antes de cada competencia. “Es un éxito compartido”, concluyó con humildad.

Pero no hay modestia que valga. Los mejores patinadores de la historia reciente colombiana tienen en común a su entrenador. Él ha sacado adelante a Berenice Moreno, Marcela Muñoz, Brigitte Méndez, Kelly Martínez, Alexandra Vivas, Diego Rosero y ‘La Chechi’ Baena, quien dejó Cartagena para entrenarse con él. De hecho él la “adoptó” y ahora ella vive con su hermano en la casa que Elías también comparte con su esposa y dos hijas.

De nuevo la misma pregunta, pero diferente: ¿qué más hace a Elías tan buen entrenador? Silencio sepulcral. Estaba mas concentrado en las vueltas que sus patinadoras estaban dando sobre la pista del Parque Deportivo El Salitre, donde entrenan habitualmente.

Afortunadamente, segundos después, su cabeza regresó a la entrevista y mas adelante fue posible encontrar otra explicación para su prolífica carrera. Pasión. Elías compitió como patinador desde los 8, hasta los 21 años. Conoce bien el deporte y las alegrías y frustraciones de los jóvenes deportistas. Explicó que se retiró porque no podía dividir el tiempo entre su carrera de Administración de Empresas en la Universidad de Cartagena y el patinaje. Además, agregó, a los 18 años descubrió que le gustaba mas entrenar niños. Entonces, mientras estudiaba -incluso hizo un postgrado en finanzas- entrenaba niños en Cartagena y administraba una línea de restaurantes. Así estuvo nueve años, hasta que se dejó llevar por la pasión hacia un deporte no muy reconocido en el país.

¿Y la metodología? “Es un proceso progresivo”, punto. De parte de los jóvenes que él entrena hubo un poco mas de información. “Es que Elías, mas que entrenador es un amigo para nosotros”, dijeron al unísono Pedro Causil, un patinador paisa de 15 años, y Juan Carlos Baena, hermano de ‘La Chechi’. Y Pedro continuó: “Es exigente cuando lo tiene que ser. Es una elegancia de ‘man’”. La explicación suena a cliché, pero la relación que el entrenador establezca con sus alumnos puede ser determinante, sobre todo si se trata de jóvenes en plena adolescencia que se separan de sus hogares y amigos por casi dos meses para entrenar seis horas al día y representar a Colombia, esta vez, en el Mundial de Corea, que arranca el 2 de septiembre.

Hay optimismo. Y, si la fórmula mágica de Elías vuelve a tener resultado, regresarán a Colombia con un nuevo triunfo. Y así será indiscutible que el patinaje es hoy el deporte que más éxitos le trae al país. En parte, gracias a Elías.

Terminó la entrevista y arrancó la sesión de fotos para Semana.com. Allí Elías fue otro. Quedó comprobado entonces que su falta de palabras no era por antipatía o el dolor de cuerpo del que se quejó al comenzar. Seguramente no se sentía cómodo hablando de sí mismo. Siguió entonces las instrucciones de la fotógrafa y, al terminar de posar, se le pudo ver en acción con sus alumnos, que recién habían terminado el entrenamiento. Se rió, bromeó con unos, les habló a otros. Ya estaba en lo suyo y se portó como “el bacán” del que hablan sus pupilos.