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Mario Iguarán Arana, Fiscal General de la Nación.

Jueves, 21 de septiembre, 4:30 p.m.

¿El fiscal Mario Iguarán debe renunciar a su cargo tras los escándalos por el ‘brujo’?

Tras varios días en los que el país se sorprendió al conocer las tareas de un síquico en el búnker de la Fiscalía y de las interceptaciones a periodistas y políticos, el Fiscal General parece no reaccionar. ¿Por qué? Análisis de SEMANA.COM sobre la conveniencia de que el fiscal Iguarán permanezca en su cargo.

Andrea Peña
21 de septiembre de 2006

Ya han pasado varios días desde que explotó el monumental escándalo por el síquico en la Fiscalía General de la Nación, una de las instituciones más grandes y más poderosas del país. Y en este lapso, primero, el fiscal Mario Iguarán brilló por su ausencia. Luego pasó por todos los medios de comunicación para pedir perdón y anunciar inmediatas y drásticas acciones para poner la casa en orden. Y finalmente, el silencio de nuevo. Aunque, eso sí se le vio recibiendo una condecoración como reconocimiento al aporte de las ciencias forenses.
 
Los insólitos días que ha vivido Iguarán no acaban. Sólo en la noche del martes tuvo un respiro cuando el director de Medicina Legal le impuso la medalla Guillermo Uribe calificada por el Fiscal como “honorable”.

De resto, el Fiscal se mostró para capotear, de manera endeble, las duras críticas de quienes esperan una decisión ejemplar que acabe de una vez por todas con los escándalos del síquico Armando Martí y un grupo no determinado de funcionarios que metieron en serios problemas al ente investigador.

Va para medio mes desde que la revista SEMANA -se hicieron públicos el 10 de septiembre- reveló los informes que describen escándalos como este, donde es clara la intervención de Martí en asuntos delicados como las relaciones de la cúpula en la Fiscalía, interceptaciones a las líneas telefónicas de funcionarios públicos, políticos y periodistas, y hasta en la vida privada del propio Fiscal. (Ver notas relacionadas).
 
“(...) sé que tengo que asumir una responsabilidad de tipo disciplinario, administrativo y si es del caso, penal. Seré implacable sobre el particular tanto con mis colaboradores como conmigo mismo”, fue lo que dijo el Fiscal en entrevista a la revista SEMANA, actualmente en circulación, y que ratificó en la mencionada correría de medios el pasado lunes 18 de septiembre. Sin embargo, nada de esto ha ocurrido.

Y es precisamente esto lo que columnistas, analistas y congresistas han empezado a reclamarle en los últimos días. Al principio, hubo un consenso en darle un compás de espera alimentado por las condiciones humanas del Fiscal a quienes sus defensores y críticos califican como “noble” y “de buenas intenciones”. Pero parece que este margen de maniobra se acabó y en los últimos días empezaron los comentarios en su contra, gota a gota, hasta convertirse en un vendaval.
 
La lluvia de editoriales de prensa, criticando lo ocurrido, ha ido en aumento. Al diario El Tiempo le preocupa “la fragilidad de la personalidad del Fiscal”, aunque rescata “su independencia, honestidad y coraje”. El Nuevo Siglo le dice a Iguarán que deberá decidir si quiere que lo recuerden “como el Fiscal que le dio facultades extraordinarias a un mentalista”. Y para el diario El Colombiano, que le pidió la renuncia, el Fiscal “no puede escudarse en las traiciones de sus amigos y hacerlos responsables de sus fallas”.

Garrote y zanahoria 
 
A pesar del palo al Fiscal, todos destacan su profesionalismo, sus conocimientos en materia judicial, su honestidad y su intención de mantener independencia frente al gobierno. Aunque voces suspicaces advierten que su presencia en el Consejo de Seguridad, en la Casa de Nariño, para determinar lo que había pasado con los montajes se produjo justo cuando él sabía que el episodio por el síquico ya iba a salir a la luz pública. “El no tenía porque estar allí”, dijo al aire Darío Arizmendi, en Caracol Radio. “Con su presencia vuelve a caer sobre él el fantasma de que era un fiscal de bolsillo”.

Sin embargo, hasta sectores de la oposición coinciden en la permanencia en su cargo. “Yo soy solidario con el Fiscal. -dice el senador Gustavo Petro, del Polo Democrático-, Aunque él tiene que responderle al país, creo que hay una campaña del parasicólogo contra la institución”.

Su colega Piedad Córdoba, del Partido Liberal, cree que Mario Iguarán es un hombre bien intencionado, pero muy presionado por el gobierno. Para la congresista: “El país tiene una excelente capacidad para escandalizarse y no hacer nada después, sencillamente porque es un país anímico, sin control, sin autocrítica. Posiblemente, esa también sea la dinámica en la que se mueve la Fiscalía”.

Para beneficio de la Fiscalía General, hay algunos sectores que están convencidos de que su titular debe renunciar. Uno de ellos es el columnista del semanario El Espectador Ramiro Bejarano, quien asegura que aciertos de Iguarán como la investigación que se adelanta contra integrantes de un batallón del Ejército por asesinar a 10 miembros de la Dijín y a un civil, no son superiores al error que cometió al permitir que Armando Martí estuviera en las entrañas de la Fiscalía.

“Si el fiscal sigue va a quedar debilitado. Cada vez que tome una decisión la gente va a pensar que lo hará con el ánimo de restablecerse ante la opinión (...) El gobierno, al que le gusta el unanimismo, debe estar muy contento porque van a tener un fiscal amaestrado”, sostiene Bejarano, quien como Córdoba, asegura que de cualquier manera en este caso no pasará absolutamente nada.

Pero el ex congresista Rafael Pardo cree que el punto de discusión no es la renuncia de Iguarán por dignidad, sino la capacidad de la Fiscalía como institución para tomar correctivos y demostrar con decisiones públicas su independencia frente al gobierno. “No basta con admitir el error, como ya lo ha hecho. Se tiene que ser severo a la hora de decidir”, dice.

La senadora Martha Lucía Ramírez dice que este episodio sólo demuestra la inexperiencia del Fiscal en el manejo de una entidad de semejante calado. “En estos cargos hay que tener pies de plomo, no puede dejarse manipular de nadie”, dice la también ex ministra de Defensa, “la prioridad de ahora debe ser mejorar la calidad de la gerencia pública, reforzar los controles internos (...) Hay que hacer un trabajo de reingeniería sobre el manejo operacional de las instituciones que nos permita combatir la corrupción”.

Sin embargo, además de los enemigos que han quedado en evidencia parece que el principal rival que tiene Iguarán es él mismo. Haber dejado pasar una semana sin tomar una decisión es enviar una señal de inseguridad que no se compadece con la trascendencia de su cargo. Con el episodio el Fiscal General quedó con “una ala herida”, dice el senador Germán Vargas. “Ahora toca es mirar qué tan profunda es la herida porque para mí él debe recuperarse y seguir adelante. No debe renunciar sino demostrar que sí es capaz”.

Lo cierto es que el tiempo corre y no parece dar muestras de salir a dar un timonazo. Y en este sentido, el Fiscal escogió el escenario más riesgoso porque la opinión pública podría interpretar esto como que aquí no ha pasado nada, lo cual debilitaría más la percepción de los ciudadanos en las autoridades que aplican justicia de por sí bastante debilitada por los episodios del DAS -por sus vínculos con los paras- y el Ejército -por su cadena de escándalos entre ellas la más reciente que es la de los montajes-.

Los líos en la Fiscalía no se resuelven con los polvitos mágicos de la tribu wayuu que este jueves, en el Club de Banqueros de Bogotá, le impregnaron al Fiscal. Lo cual alimenta la idea de que un ente que debe regirse por las ciencias exactas y el material probatorio irrebatible recurre cada vez más a la metafísica. Aunque cada cual es libre de escoger quién lo exorciza, la Fiscalía lo que necesita es fortalecer su institucionalidad para ejercer su trabajo con altura pues no en vano es la principal institución del país. Y para esto se necesita un hombre justo y noble pero con mano de hierro a la hora de tomar sus decisiones. Y hasta ahora Iguarán guarda silencio.