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El fulgor del éxtasis

Otro peligro más se cierne sobre los jóvenes colombianos: el éxtasis. Con su deslumbrante nombre y sus ponderadas propiedades, se ha convertido en la sustancia de moda entre los universitarios.

Antonio María Flórez*
17 de junio de 2002

Otro peligro más se cierne sobre los jóvenes colombianos. En el firmamento aparece una nueva estrella: el Éxtasis. Con su deslumbrante nombre y sus ponderadas propiedades, se ha convertido en la sustancia de moda entre los universitarios de las principales ciudades del país. Prestigiada por su aparente inocuidad y su dudoso poder afrodisíaco, es, sin duda alguna, la droga ilegal más usada, con los cannabinoides, por la juventud europea. Pero a medida que su prestigio y su consumo aumentan - se calcula que en España se tomaron más de cincuenta millones de pastillas en 1997 -, así mismo se van detectando algunos de los peligros de su uso: severas complicaciones agudas o fenómenos de intoxicación crónica, que incluso pueden llevar a la muerte.

A todo lo anterior debemos agregar la desinformación que la sociedad colombiana tiene sobre el tema de las drogas de diseño y la confusión conceptual que hay sobre este tipo de sustancias, sus propiedades y sus efectos. Estos problemas se han detectado entre profesionales del área de la salud e, incluso, entre personas vinculadas al campo de las conductas adictivas. No hay estudios publicados en el país sobre el tema, ni se tiene conocimiento de que las entidades estatales responsables estén tomando medidas específicas para abordar el asunto. Es más, en Colombia, tenemos un problema jurídico añadido, la Ley 30 de 1986 no tipifica claramente esta clase de sustancias y sólo se limita a calificar a aquellas que producen dependencia - no está comprobado plenamente que el Éxtasis sea adictivo - con lo que la punición a los productores y traficantes de este tipo de sustancias se complica.

El Éxtasis o MDMA, es una variante metoxilada de la metanfetamina, (la 3, 4-metilendioximetanfetamina) que fue sintetizada por químicos de los laboratorios Merck, en 1912, y cuya estructura molecular se parece mucho a la del safrol, principio activo del aceite de sasafrás y la nuez moscada, y también a la de la mescalina (Legaroux, 1986). En 1914 fue patentada por la compañía Merck como anorexígeno, aunque nunca pasó la etapa preclínica porque su poder desestimulador del apetito era menor que el mostrado por otros fármacos. En los años 50, en un trabajo apenas publicado en 1973 por Hardman y colaboradores, el Ministerio de Defensa de los Estados Unidos estudió su posible utilidad bélica con la de otros seis análogos de la mescalina, constatándose su potencial toxicidad en cinco especies de animales de laboratorio.

El MDMA es tan sólo una, y sólo una, de las cientas de sustancias que pertenecen a la clase de las Drogas de Diseño, también llamadas por algunos, en mi opinión inadecuadamente, Drogas de Síntesis. Este grupo de sustancias, obtenidas en su mayoría por medio de la síntesis química, suelen ser fruto de la investigación farmacéutica. Su uso se desestimó en su momento, bien porque careciera de interés terapéutico, o ser este discutible, o bien por tener un diverso poder adictivo que desaconsejaba su uso. Actualmente se fabrican o comercian clandestinamente. Sus consumidores buscan obtener de ellas ciertos efectos sicofísicos de tipo estimulante, entactógeno, alucinógeno, sedante o depresor. Se dividen en cinco grandes grupos, a saber: Feniletilaminas, Derivados opiáceos, Arilhexilaminas, Derivados de la metacualona y uno último, donde se incluyen sustancias de difícil clasificación como el "Éxtasis vegetal", el "Éxtasis líquido", las "Drogas inteligentes", la efedrona.

El término de Drogas de Diseño o "Design Drugs", surge en Estados Unidos en los años 60. Concretamente se le atribuye al farmacéutico de la Universidad de California, Gary Henderson, quien lo acuñó para referirse, inicialmente, a un grupo de drogas obtenidas clandestinamente, a partir de sustancias conocidas, "diseñadas a la medida del consumidor", especialmente con dos objetivos: primero, emular o mejorar los efectos de las drogas recientemente prohibidas en la Convención de Viena de 1961 y, segundo, evitar la acción de la justicia al tener una estructura química diferente a las incluidas en los listados internacionales de fiscalización de sustancias sicotrópicas. Es decir, eran "productos aún no registrados como ilegales que aprovechan el hueco legal que se derivaba de su novedad química" (Gamella y Alvarez, 1997). Si bien el término no es del todo riguroso desde el punto de vista químico, consideramos que es felizmente acuñado en su momento para significar a ese grupo de sustancias, nuevas o no, que permitieron soslayar temporalmente la prohibición, gracias a tener estructura química algo diferente a las drogas prohibidas pero con acciones muy semejantes a las de ellas, teniendo fundamentalmente un uso lúdico o espiritual en los medios estudiantiles y contraculturales de Estados Unidos y Europa.

Las Drogas de Diseño más populares de los años 60 eran: el MDA o "Droga del Amor" (un entactógeno, igual que el MDMA, pero con mayor toxicidad que éste), el DOM o "STP: Serenidad, Tranquilidad y Paz" (un derivado metanfetamínico sintetizado por Alexander Shulgin en 1962) y el PCP o "Polvo de Ángel" o "Píldora de la Paz" (un anestésico alucinogénico derivado de la fenciclidina). Estos productos fueron prohibidos en 1970 al ser incluidos, junto con los psicodélicos, en la lista I del "Controlled Substances Act". Dado que el MDMA era poco conocido y se estaba usando experimentalmente en sicoterapia como desbloqueador emocional y facilitador de la autoexploración individual y la comunicación interpersonal, así como coadyuvante en el manejo de algunos casos de esquizofrenia, no se incluyó en el antedicho listado (Shulgin, 1990;Beck y Rosenbaum, 1990) y su uso se popularizó rápidamente como sucesora de la "Droga del Amor", debido a estos motivos y a que producía una euforia sensual, fácil de controlar.

Es a finales de los años 70 y principios de los 80, extendido su uso asociado a movimientos culturales y seudoreligiosos, cuando se tienen las primeras evidencias de sus complicaciones tóxicas y la certeza de que el MDMA no es tan inocuo como sus aduladores pregonan. Se entabla, pues, el debate entre los defensores y los detractores, triunfando estos últimos. El Comité de Expertos de la ONU, reunido entre el 22 y el 26 de abril de 1985 en Ginebra la incluye, a instancias de la DEA, en la lista I, con el 3MF y la MPPT que había producido, recientemente, una epidemia de parkinsonismo precoz e irreversible en USA.

Sin embargo, ese Comité reconoce:

"No hay datos disponibles sobre la propensión al abuso clínico, ni sobre problemas sociales y de salud pública, ni epidemiológicos, ligados al uso o abuso de esta substancia. No existe un uso terapéutico bien definido, pero bastantes profesionales norteamericanos afirman que posee un gran valor como agente sicoterapéutico" (tomado de "Historia de las Drogas" 3ª. Edic., Antonio Escohotado, 1994).

Más allá de estas dudas, científicamente válidas, debe reconocerse que la prohibición precipitada y no suficientemente fundamentada, además de toda la publicidad que se generó en torno al hecho, hizo que el Éxtasis se popularizara enormemente. Su expansión, desde entonces, ha sido exponencial en todo el mundo. Bien sea ligada a experiencias espirituales, como el caso de los "new agers" y de los "deadheads" (seguidores del grupo Greatful Dead); o bien, asociado a fenómenos hedónicos multitudinarios, como es el caso de los "ravers" ingleses o los "bakalaeros" españoles de los años 90, para quienes la sustancia permite alcanzar una sensación de euforia colectiva, simbolizada por "Smiley", de tal forma que al consumirla se sienten "agitarse violentamente en el interior de una caja de ritmos, sincronizada con brutales destellos de luz estroboscópica" (Camí, 1995).

El Éxtasis es usado principalmente, según el estudio publicado por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional Sobre Drogas de España (Gamella y Álvarez, 1997), por hombres (66,1%), solteros (93,6%), universitarios (31,6% y estudiantes de bachillerato (27,5%) y de formación profesional (13,6%), cuya edad promedio es de 22,9 años, correspondiendo el mayor porcentaje (81%) al grupo etario que va de los 18 a los 30 años. Se suele consumir con amigos (91%), normalmente en discotecas (81,8%), "raves" (40,4%) o fiestas privadas (40,9%). Estas cifras son válidas sustancialmente para el resto de Europa y Australia. Desafortunadamente en nuestro país aún no se ha publicado ningún estudio sobre las pautas de consumo y el perfil del consumidor, pero los testimonios obtenidos y las observaciones de campo, nos permiten presuponer que estos no deben diferir demasiado del patrón europeo, sólo que aquí va ligado a un estrato social más alto, debido al elevado costo de las pastillas en nuestro medio (entre 25.000 y 40.000 pesos la unidad). Los únicos datos que nos permiten acercarnos muy parcialmente al fenómeno, son los que ofrece el estudio hecho en Bucaramanga por un siquiatra del hospital "San Camilo", y su equipo de colaboradores (Rueda, 1998), quien informa que (Enlace, abril 3 al 10 de 1998, pga.13): "se logró establecer un incremento en el consumo de éxtasis" en los estudiantes de enseñanza media vocacional en Bucaramanga y su área metropolitana durante 1996- 1997.

¿A qué se debe el fulgor del Éxtasis, su prestigio:

En primer lugar, a que fue un sustituto válido para los consumidores de la famosa "Droga del Amor" prohibida en 1970, ya que era una sustancia "hermana", pero menos inocua y con una cierta utilidad clínica mostrada en el tratamiento de la esquizofrenia y en la terapia sicoanalítica. L Grinspoon, profesor de siquiatría en Harvard, dijo que el MDMA "ayuda a la gente a ponerse en relación con sentimientos habitualmente no disponibles" y el profesor de Cambridge, R. Ingrasci, que la usó en más de 500 pacientes, la consideraba útil para curar el miedo.

En segundo lugar, su escaso potencial adictivo, que la hacía menos peligrosa que la heroína y la cocaína. En general, según Camí (1995),"los consumidores encuestados no refieren ni sintomatología de dependencia física ni desarrollo de "craving" o deseo compulsivo" (Beck, 1990; Peroutka, 1986; Siegel, 1986; Downing, 1986). Sólo el 3,1% de sus usuarios son compulsivos y un 11%, intensivos (Gamella, 1997).

En tercer término, su pretendido poder afrodisíaco. Timothy Leary (1985) decía de ella: "La droga no es adictiva. No distorsiona la realidad ni lleva a una conducta destructiva o antisocial... El mayor inconveniente es el "síndrome del matrimonio instantáneo". Estudios contemporáneos han mostrado, sin embargo, que sólo el 7% de los consumidores lo usa para mejorar su rendimiento sexual y un 8% para conquistar (Gamella, 1997). Sí está demostrado, no obstante, su potencial empatógeno y su poder estimulante sicofísico. Nichols, en 1986, acuñó el término de "Entactógenos" para referirse a una nueva categoría farmacológica de sustancias (MDMA, MDA, MDE, MBDB), caracterizadas por ser usadas para "contactar consigo mismo y los demás".

Por último, el hecho de que se haya ligado su consumo a ciertos movimientos culturales de gran resonancia mundial como los "Newagers" y los "ravers", así como a tendencias musicales de gran éxito, llámese "High tech", "Chicago house" o "bakalao", donde los "discjockeys" ejercen de sacerdotes de una gran ceremonia multitudinaria en la cual se experimentan nuevos sonidos y sensaciones, apoyados en la música y el "Éxtasis".

¿Cuál es el problema, entonces, de esta sustancia?: La fabricación clandestina de ella no le permite saber al posible consumidor ocasional la cantidad exacta de sustancia que ingiere, la calidad de la preparación, el carácter de los excipientes y si realmente lo que está tomando es 3,4 metilendioximetanfetamina. Ello implica que puede sufrir una reacción de tipo alérgico a los excipientes desconocidos o a la propia sustancia; que puede sufrir una sobredosis por no saber cuánto se está tomando, o que, si mezcla con otros compuestos y lo que realmente ha tomado es otra sustancia, los efectos, por ejemplo depresores, se pueden potenciar, con el consiguiente riesgo de entrar en coma o morir. Así mismo, si la persona es susceptible o las dosis son muy altas, puede tener complicaciones cardíacas, circulatorias, hepáticas, intestinales, renales o cerebrales, aparte de la muy frecuente complicación presentada a dosis habituales, el llamado "golpe de calor". En el caso del consumidor crónico existe el riesgo de que sufra algún estrago de tipo neurotóxico debido a la probable destrucción neuronal por el uso persistente de la sustancia, aunque si bien es cierto esto no se ha podido todavía comprobar en humanos, los estudios en animales de experimentación muestran depleción de dopamina y de serotonina en algunas regiones del cerebro, que en algunos casos puede ir acompañada de degeneración de terminales nerviosos (Seiden, 1987), con lo que no es desdeñable considerar esta peligrosa secuela del uso a largo plazo del MDMA.

Así pues, esa nueva estrella que aparece en el firmamento llamada "Éxtasis", emite un falso fulgor cargado de malos presagios para nuestros jóvenes. El consumo de MDMA tiene sus riesgos, y muchos. Y es bueno que nuestra sociedad los conozca y que nuestras autoridades adopten medidas de control, pero sobre todo, que asuman acciones de educación y prevención lo antes posible, ya que el fenómeno está adquiriendo preocupante magnitud en las noches de rumba y "trance" de las principales capitales colombianas. AMF

*Magister en Drogodependencias

Especialista en Medicina Deportiva

Asesor Minsalud en Drogodependencias