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María Consuelo Araújo, ministra de Relaciones Exteriores de Colombia.

CRISIS

El Gobierno vuelve a rectificar públicamente al ministro del Interior, ahora por la crisis con Ecuador

El jefe de la cartera política, Carlos Holguín Sardi, sugirió que el presidente Hugo Chávez “influenció” al mandatario electo Rafael Correa. Venezuela se molestó por lo que Colombia debió salir a disculparse. Diversos sectores le piden a Uribe bajarle el tono a la “diplomacia del micrófono”.

27 de diciembre de 2006

¿Quién maneja las relaciones exteriores de Colombia? ¿Cuál es la voz oficial del Gobierno en los asuntos externos? A juzgar por la crisis con Ecuador, son muchos los actores que sienten que pueden desempeñar el papel protagónico. Esto le quita seriedad a un asunto tan delicado y acerca los hechos a una comedia.

El último capítulo se escribió en las últimas horas cuando el presidente Álvaro Uribe debió ordenarle a la canciller, María Consuelo Araújo, rectificar en público a su ministro del Interior, Carlos Holguín Sardi.

Todo empezó cuando el funcionario tomó el micrófono para sugerir que detrás de la decisión del presidente electo Rafael Correa de no venir a Colombia estaba el mandatario venezolano Hugo Chávez. "Parece que hubo un cambio de actitud en el presidente Correa entre lo que conversó con el presidente (Álvaro) Uribe el domingo pasado y la posición que asumió con posterioridad a su entrevista con el presidente Chávez", dijo a Caracol Radio el ministro.

Sea cierto o no, lo único que un funcionario de tan alto rango no puede hacer es una afirmación tan categórica en la que se involucra a los dos principales vecinos. Naturalmente, tanto Quito como Caracas salieron a expresar su molestia.

La futura canciller ecuatoriana, María Fernanda Espinoza, expresó: "El presidente Correa y su equipo tenemos suficiente criterio para tomar decisiones propias de acuerdo al interés del país, su soberanía y al bienestar de sus habitantes. Todo el tiempo estuve con los dos presidentes en Caracas –en referencia a la reunión que ambos sostuvieron en la visita a Venezuela- y doy mi palabra de honor que Hugo Chávez no mencionó el tema durante las conversaciones bilaterales".

Y el canciller de Venezuela, Nicolás Maduro, exigió de inmediato aclarar lo que consideró "un agravio": ''El gobierno colombiano debe decir si es su opinión oficial (la declaración de Holguín)".

De esta manera, el presidente Uribe se vio obligado a llamar a su canciller y pedirle que hiciera una nota pública en la que rectificara a Holguín y le pidiera excusas a Venezuela. La ministra hizo público un escueto comunicado este martes. “El Gobierno de Colombia en ningún momento ha pretendido atribuir responsabilidad alguna al Gobierno de Venezuela por los asuntos de coyuntura por los que atraviesa la relación entre Colombia y Ecuador”.

En el texto de tres puntos se aclaró: "Colombia y Venezuela mantienen excelentes relaciones que se desarrollan bajo los principios de mutuo respeto, no injerencia en los asuntos internos, cooperación y concertación". En la nota no se hace mención al presidente Correa.

¿Lección aprendida?

Este asunto muestra dos hechos. De una parte, que es la segunda ocasión en un lapso corto que desde la Casa de Nariño se debe salir a apagar los incendios creados por el ministro del Interior, Holguín Sardi. El primero fue cuando la crisis por la 'parapolítica' copaba toda la agenda pública y el funcionario salió –también a través de los micrófonos- a expresar que el gobierno no descartaba el cierre del Congreso.

Ante semejante exabrupto fue el propio presidente Uribe quien debió intervenir llamando personalmente a las emisoras para negar de plano esa posibilidad.

Y por otra parte, que en la crisis con Ecuador cada funcionario se siente autorizado a decir lo que se le ocurra. La situación es tan caótica que no sólo pisan terrenos vedados a sus labores –como le ocurrió a Holguín- sino entran en contradicciones con otras voces del propio gobierno.

La semana anterior, para citar un caso, el ministro del Interior dijo que la etapa de fumigación con glifosato cerca de la frontera se iba a “terminar en cinco días”. Por su parte, el mismo día y en otra emisora el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, dijo que ésta “no se iba a detener”. Al día siguiente, el ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, se sumó al ironizar porque él no entendía la molestia de Ecuador si allá usan glifosato para controlar las plagas en sus cultivos.

Por si fuera poco luego vino el director de la Policía, el general Jorge Daniel Castro, a revelar que había descubierto 15 hectáreas de cultivos de coca “en Ecuador” a lo que ese gobierno reaccionó también con molestia porque les parecía sospechoso el hallazgo en semejante momento. Mientras el Ejército anunciaba el desmantelamiento de varios campamentos guerrilleros cercanos a la frontera dedicados a los cultivos ilícitos. Y por si no faltaran voces salió otra voz de menor rango, el director Nacional de Estupefacientes, a exigir que Ecuador debiera dedicarse a luchar contra el narcotráfico y dejar la actual discusión.

Por eso, no le falta razón al ex canciller Augusto Ramírez Ocampo, quien ve en esta feria del micrófono un elemento nocivo para el manejo de las relaciones exteriores. Porque ya no se trata de sí Colombia tiene o no razón en el asunto –la de fumigar con glifosato los cultivos de coca en territorio nacional- sino la de mantener una comunicación fluida y respetuosa con sus vecinos. Y eso por ahora no puede afirmarse porque hay muchas voces haciendo un ruido innecesario.