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Conocida la orden del Presidente Uribe, varias madres de policías, militares y políticos secuestrados se agolparon en la Plaza de Bolívar de Bogotá para protestar pos sus hijos, cautivos en la selva. (Foto: León Darío Peláez- Semana)

El intercambio humanitario, primera víctima mortal del atentado

La posibilidad de un intercambio humanitario entre el gobierno y las Farc quedó prácticamente descartada por el carro bomba en la Universidad Militar. ¿Quién no está interesado en lograr la liberación de los secuestrados?

Andrea Peña
20 de octubre de 2006

Los atentados terroristas suelen dejar muertos y heridos en el escenario. Tras la explosión del carro bomba de ayer en la Universidad Militar, quedó gravemente lesionada la posibilidad de un intercambio humanitario que permita la liberación de 58 secuestrados políticos que hoy están atrapados en lo profundo de la selva. En efecto, todos los avances que gobierno y Farc habían hecho en los últimos tiempos fueron frenados en seco por la onda explosiva que dejó además 23 personas heridas.

Para el Jefe del Estado no hay duda alguna de que ese artefacto fue puesto por las Farc. Por eso reaccionó con dureza, tanto en la forma como en el contenido. Volvió al uso de adjetivos severos contra los miembros de esta guerrilla. Los calificó una y otra vez de terroristas, en general; y en particular, le dijo “fantoche” a Raúl Reyes –el vocero que suele orquestar el tema del intercambio– y reversó las medidas tomadas hacia adelante. Así le ordenó al comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, que suspendiera de inmediato cualquier posibilidad para explorar un acercamiento; anunció que no habría una zona de despeje, y exigió optar por la vía del rescate militar de los secuestrados.
 
Con su señalamiento al grupo guerrillero, el Jefe del Estado prácticamente cerró cualquier otra posibilidad de la autoría del atentado. Una decisión arriesgada, no sólo porque en un conflicto tan confuso como el que se vive en el país ya de por sí es complicado hallar a los responsables de este tipo de acciones, sino porque en este caso el hecho se produjo en un ambiente enrarecido por los supuestos montajes de atentados planeados por los propios militares que hoy son investigados por la Fiscalía y la Procuraduría.
 
Desde luego los primeros desconsolados fueron los familiares de los secuestrados. “Nos duelen en lo profundo del alma estas palabras del Presidente porque son peores que la bomba de ayer. Si la decisión es rescatar, sabemos que eso es igual a la muerte”, dijo conmovida doña Yolanda Pulecio, madre de la ex candidata presidencia Íngrid Betancourt, secuestrada hace cuatro años por las Farc.
 
En efecto, las declaraciones del Presidente tuvieron un eco en la opinión pública incluso superior al de la propia bomba. Esto porque cambian la atención de la opinión: ayer se condenaba el acto terrorista por las víctimas civiles que arrojó el atentado. Hoy todo se concentra en la frustración de posibles acercamientos para hablar del intercambio humanitario y por la orden tajante de un rescate por la vía militar.
 
Finalmente, se olvida el tema del terrorismo. Un error estratégico a todas luces, como se vio en los centenares de llamadas a los medios de comunicación y la opinión de muchos sectores en la que el tema no era la gravedad del atentado terrorista sino la invitación al presidente Uribe para que reflexionara.
 
Pero, a todas estas, ¿cuál es el problema de intercambiar secuestrados por guerrilleros presos en medio de las hostilidades? Eso es lo que se preguntan los familiares de las víctimas de este delito. Para Uribe, el problema es hacer concesiones para que las Farc respondan con una bomba: “Veo que ese lenguaje moderado crea confusión en la ciudadanía, en esas grandes mayorías ciudadanas que apoyan la Seguridad Democrática. Veo que ese lenguaje moderado desorienta a la Fuerza Pública, en perjuicio de la eficacia de la política de seguridad”.
 
Por tal razón, la orden a los militares y los policías del Valle del Cauca es encontrar y capturar a todos los milicianos que el grupo guerrillero alcanzó a meter en los municipios de Florida y Pradera.
 
Ahora lo que no es claro es el mensaje de Uribe cuando dice que revoca la autorización del Comisionado de Paz para que se reúna con el grupo guerrillero “mientras persistan estas acciones terroristas”. ¿Cuánto tiempo deberá pasar sin actos como la bomba en la Universidad Militar para que el Presidente otorgue nuevamente esa autorización? Nadie lo sabe.

Este no fue el único mensaje para analizar que el Presidente envió en la media hora que duró su discurso en la Universidad Militar este viernes. También habló de “asepsia interna y eficacia externa”. Él lamenta que en sus Fuerzas Armadas haya gente corrupta que, posiblemente, esté dejando fugar información aprovechada por la guerrilla para darle un golpe bajo a la Seguridad Democrática.

”Si hay hechos turbios, sancionarlos con toda la determinación. Si hay acusaciones injustas, impedir que acomplejen a la Fuerza Pública, porque la acusación injusta es la maniobra con la cual siempre busca interferirse y debilitarse la política de Seguridad Democrática. Si alguien de la Fuerza Pública incurre en un delito, a la cárcel, sin vacilación. Si la acusación es injusta, que se le declare inocente sin demoras”, dijo en su alocución.

Por último, vale la pena preguntarse quién no está interesado en que el Secretariado se siente en una mesa con Uribe. Quién es aquel a quien no le gusta que el gobierno haya accedido, por primera vez, a conceder una zona de encuentro para hablar con las Farc. Quién es el que está molesto con los comunicados que firman las Farc y que publican en su página web. A quién no le gustó que las Farc hablarán por primera vez de conversar con Uribe, de buscar un cese del fuego y, aun más sorprendente, de iniciar unos diálogos de paz después de realizarse el intercambio.
 
Las preguntas por ahora no tienen respuesta. Son tan inciertas como saber el día en que los secuestrados recuperen su libertad, vuelvan a la calidez de sus hogares y dejen atrás la húmeda selva donde se pudren desde hace años.