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El investigador Petrocelli

El crecimiento político de Gustavo Petro está basado en su imagen de estudiante juicioso, sus denuncias certeras a las que el tiempo siempre termina dándoles la razón y su capacidad para despertar pasiones en el electorado. Después de 14 años recibiendo el título de congresista estrella ahora quiere jugar para las presidenciales de 2010.

Élber Gutiérrez Roa
11 de diciembre de 2006

La Colombia de los años setenta era un país de agitadas turbulencias políticas en el que algunas personas se encerraban en sus casas a consumir los enlatados de la televisión estadounidense mientras otros salían a las calles a exigir la defensa de los intereses nacionales y a expresar su inconformismo con el modelo político aplicado.

En ese entorno fue en el que Gustavo Petro inició su formación académica y tuvo sus primeros contactos con las milicias del M-19, grupo guerrillero que por esa época gozaba de amplia simpatía en la élite intelectual criolla y que en 1991 firmó un acuerdo de paz con el gobierno de César Gaviria.

Con su reinserción a la vida civil, varios de los más destacados pintores, artistas teatrales y dirigentes políticos, entre otros, decidieron jugársela por la democracia y contribuir a partir de ella a la creación del país que alguna vez soñaron por la vía de las armas. Petro, como muchos de ellos, optó por ingresar a la política y llegó al Congreso en 1991, año en que fue elegido como uno de los mejores de la legislatura. Aunque novato en su curul, el reconocimiento no fue sorpresivo para éste economista, acostumbrado a ser el mejor de su clase en el bachillerato y en la Universidad Externado. Sus reconocimientos como congresista no pararon allí. Poco a poco fue ganando espacios en la izquierda política y pasó de ser un muchacho idealista a convertirse en uno de los principales referentes para ese sector político en el país.

Ante la catástrofe política del M-19 Petro hizo llave con Antonio Navarro para la Cámara de Representantes y lograron la votación más alta para la elección por Bogotá, en 1998. En 2002, Navarro aspiró al Senado y Petro a la Cámara. Ambos estuvieron una vez más entre los más votados del país. Para 2006, Petro encabezó la lista del Polo Democrático al Senado y ratificó que su reconocimiento como activista político hace rato dejó de ser un fenómeno estrictamente bogotano.

La clave para su éxito como congresista está en el ejercicio del control político. En un país en donde pocos se atreven a hacer debates sobre temas de interés nacional por falta de conocimiento sobre el tema, desinterés o por tener rabo de paja, Petro aprovechó ese espacio para convertirse en el más agudo crítico de los últimos gobiernos. Como los investigadores de los enlatados gringos de los años 70, Petro ha ganado su prestigio desenterrando las historias ocultas detrás de cada contrato, privatización, proceso de paz o alianza política. Muchos de sus colegas aplauden sus debates y hasta sus opositores no se pierden ni un instante de sus discursos, siempre cargados de análisis y denuncia. Por esta razón es conocido en el Congreso como “Petrocelli”, en alusión al célebre abogado encarnado hace 30 años por Barry Newman en uno de los enlatados estadounidenses que Petro no vio por estar agitando masas a favor del M-19.

Desde su llegada al Congreso no ha habido año en el que este congresista se quede sin hacer un debate con efectos legales posteriores, así en su comienzo sea tildado de loco por el respectivo gobierno de loco. Su formación académica y su experiencia personal le permiten desenvolverse con igual facilidad en los asuntos económicos, políticos o de conflicto armado y humanitarios. Y puede hacer por igual análisis sobre asuntos de la Costa Atlántica (es corbobés) o Tolima, departamento donde fue guerrillero. Entre sus más sonados debates figuran el que anticipó la privatización de Telecom, el que denunció las irregularidades en el Banpacífico, el que adelantó contra el ex ministro Fernando Londoño por la compra irregular de las acciones de Invercolsa y el que le hizo al ex fiscal Luis Camilo Osorio, al cual acusó hace más de tres años de haber beneficiado a los paramilitares cambiando a los funcionarios que los investigaban. Pero los que más resonancia y problemas le han dado son sobre la extensión del paramilitarismo en Santander, Córdoba, Sucre, Antioquia, los órganos de control y hasta sus acusaciones sobre vínculos del presidente Álvaro Uribe con dichos grupos. En casi todos estos casos la información de Petro le ha servido a las autoridades para adelantar investigaciones y esclarecer lo ocurrido. En el único caso en el que no ha ocurrido así es en el de sus acusaciones contra Uribe, sin embargo hace una semana el Jefe de Estado sorprendió al país reconociendo que uno de sus hermanos sí fue investigado por paramilitarismo, situación que Petro había denunciado públicamente en 2005.

El año que concluye es el más importante en la vida pública de Petro no sólo por su destacada votación para pasar de Cámara a Senado, sino porque el escándalo de la ‘parapolítica’ demostró que no le faltaba razón cuando formuló las más graves de sus denuncias contra la clase política del país. Desde mayo de 2005, con nombre propio y en pleno debate televisado, Petro acusó a cada unos de los congresistas que hoy están tras las rejas por decisión de la Corte Suprema, de tener vínculos con las autodefensas, manipular a los electores, participar en la planeación de masacres y ordenar asesinatos de rivales políticos.

A ese éxito se suma el crecimiento nacional de la izquierda y de la corriente que él representa dentro de la misma. En la más reciente elección de delegados del Polo Democrático su tendencia alcanzó la mayoría y desde ya ha dejado ver su intención de jugar como carta de la izquierda para las elecciones presidenciales de 2010. Para ello, debe competir con pesos pesados como el alcalde de Bogotá, Lucho Garzón, o el presidente del partido, Carlos Gaviria. Una puja interesante a la que Petro prefiere no referirse mucho por ahora. Eso sí, ya dejó claro que no quiere volver al Congreso y que su tendencia de izquierda parte del respeto a la democracia.