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El melodrama de la ex mujer de Chávez

Los públicos dimes y diretes del presidente Chávez con su ex mujer, Marisabel Rodríguez entretien ahora a los venezolanos a propósito de la discusión por la custodia de su hija y las aspiraciones políticas de la antigua primera dama. Ewald Scharfenberg, especial para Semana.com desde Caracas.

14 de mayo de 2008

El presidente Hugo Chávez imprimió un nuevo giro emocional a una de las subtramas sobre las que sustenta el plot de la historia que desde hace casi una década escribe para Venezuela –la lucha contra el imperio, la redención de los excluidos-, cuando anunció en su maratónico dominical, “Aló, Presidente”, que retiraría la demanda presentada días atrás, ante un tribunal de familia, para conseguir que su ex esposa, Marisabel Rodríguez, le permitiera reunirse “con más frecuencia y en mejores condiciones” con su hija menor, Rosinés Chávez.

Apenas el día anterior, Marisabel Rodríguez había denunciado en rueda de prensa que ofreció en Barquisimeto –ciudad donde reside, capital del estado Lara, a unos 300 kilómetros al oeste de Caracas-, que el fin último de la demanda era revertir su custodia de la niña. Tras jurarse dispuesta a “defender con la vida la guardia y custodia de mi hija”, pidió al cielo que el embate presidencial no se debiera a otras razones que vinculó al hecho de que Chávez ahora la vería “como un monstruo raro, sólo porque estoy adversándolo políticamente”.

Se trata de un episodio más de un prolongado incordio de pareja, hecho público en un país donde el presidente de la República manda a movilizar tropas de combate, en vivo, por televisión, y donde dos de las expresiones cimeras del melodrama latinoamericano, el populismo y el culebrón, encuentran su hogar.

Sacrificio de mujer

Marisabel Rodríguez nació y creció en Carora, un enclave colonial en medio del desierto del estado Lara, orgulloso todavía de su aristocracia, la “godarria” o los “colorados”. La leyenda, nunca refutada, concluye diciendo que fue allí donde la rubia conoció a Chávez en una visita que el rebelde teniente coronel hizo a la localidad a comienzos de 1997. La fecha la tiene clara la propia Marisabel, quien sacó la cuenta para el periodista Sebastián De La Nuez en el libro Marisabel, la historia te absolverá: “Yo conocí a Hugo el 15 de enero”, declaró, “sí, porque la niña nació en septiembre”. El calendario también brinda una pista sobre la fogosidad del encuentro.

Para entonces Chávez no optaba abiertamente por la vía electoral para la toma del poder. Venía sosteniendo la tesis de la abstención en las giras con las que recorría el país desde su liberación de la cárcel de Yare en 1994. Pero cuando decidió ser candidato presidencial –según todas las referencias, bajo la influencia de su consejero, Luis Miquilena- su recién tomada esposa demostró servir como un eficaz argumento de campaña. La presencia de la buenmoza consorte junto al candidato de pasado golpista y verbo confrontador contribuyó en mucho a convencer a una clase media, tan asustadiza como deseosa de un “cambio” genérico, que masivamente votó a Chávez en diciembre de 1998.
La popularidad de Rodríguez se mantuvo incólume al punto que resultó la delegada más votada en las elecciones para conformar la Asamblea Constituyente, partera de la actual Constitución de la República. La antigua madrina del club de béisbol profesional, Cardenales de Lara, y locutora de estaciones regionales de radio y TV, llegaba a las Grandes Ligas de la política. Su concurso fue crucial para que la nueva Ley Orgánica de Protección al Niños y al Adolescente (Lopna), un instrumento legal de avanzada, fuera puesta en vigencia en 2000.

Sólo en 2002 se sabría que detrás de las victorias políticas respiraba una crisis matrimonial aliñada con incompatibilidades personales e intrigas de palacio. Fue entonces cuando Marisabel deslizó, en una entrevista con el periodista Clodovaldo Hernández del diario El Universal de Caracas, versiones sobre la inminencia de su separación.

El divorcio, que tendría su desenlace judicial en 2004, no impidió que durante los dramáticos episodios del golpe de abril de 2002, el sábado 13 de abril, la todavía primera dama hiciera una intervención a favor de su marido que pocos venezolanos olvidarán: fue la entrevista telefónica que entonces concedió a CNN En Español donde confirmaba que el presidente no había renunciado al poder y se encontraba “secuestrado”.

La guerra de los Chávez

Durante su gestión, Chávez se ha mostrado sensible a las menciones de su familia. Como colofón a los fuegos cruzados disparados recientemente no sólo desde los medios sino desde las propias filas de la revolución contra el poder de la dinastía de la familia Chávez en el estado Barinas, por ejemplo, el comandante de la revolución bolivariana respondió de modo innominado que no apoya a nadie de manera automática y que se investigue lo que se deba investigar.

También ha sido así con respecto a su hija menor. Los medios privados, némesis del chavismo, le han retribuido con un inesperado escrúpulo para abordar el tema. Y, por si no fuera así, los mecanismos coercitivos del Estado de vez en cuando hacen lo suyo para recordar los límites vigentes al respecto. Por ejemplo, un tribunal de menores condenó al diario Tal Cual de Caracas y a su columnista, el reconocido humorista Laureano Márquez, a pagar una pesada multa a raíz de un texto en clave de chanza en el que Márquez pedía a la pequeña, a manera de Carta Abierta, que intercediera ante su padre para corregir algunas políticas del Ejecutivo.
 
De todos modos, Chávez incorporó a su hija menor al anecdotario de sus discursos, con referencias a la mascota de la niña –una morrocoya o tortuga de tierra-, siendo ella todavía una niña muy pequeña o, hace un par de años, al atribuirle la observación de la incómoda postura que mantenía el caballo blanco que aparece en el cuartel inferior izquierdo del Escudo de Venezuela y que la Asamblea Nacional, solícita, se apresuró a corregir pocos días después.

Quizás no pudiera decirse exactamente lo mismo con respecto a su cautela frente a Marisabel. Desde el año 2000 forma parte de los anales de la picaresca política venezolana la intervención televisada de Chávez, un Día de San Valentín, en la que por cadena nacional anunció a su esposa que ya se proponía salir a casa para “darle lo suyo”.

Pero, a pesar de ello, no hay duda de que para la locuacidad del presidente, sus menciones acerca de la ex primera dama se cuentan apenas por unidades y conservan un tono, si acaso impertinente, jamás agresivo.

De hecho, a partir de enero pasado, casi con timidez, Chávez empezó a quejarse desde distintas tribunas de que no me le dejaban ver a su muchachita. De las dificultades del presidente para acceder al régimen de visita se hicieron eco varios comentaristas de los medios del Estado, en lo que Marisabel no ha dudado en calificar de “campaña de victimización” del hombre fuerte de Venezuela.
 
Finalmente se supo por un escrito de la propia Rodríguez en un semanario, que Chávez había solicitado de manera formal a través de su representante legal, el abogado larense Ángel Carrillo, la intervención de un tribunal para restituirle sus derechos de visitar a la niña. Con ello pretende, comprometido por las exigencias de conducir una sociedad hacia mejores destinos, enviar a buscar a su hija en lugar de visitarla o recogerla personalmente.

Cuando un padre ama

La respuesta de Marisabel no se hizo esperar y fue feroz. Reveló que, si bien en razón de la especial naturaleza del trabajo de “ese señor” –el presidente Chávez-, el régimen de visitas acordado en la sentencia de 2004 quedó definido con flexibilidad “y amplias ventajas”; lo que simplemente ocurría era que “él ya no quiere visitarla”. Reveló además que Chávez no estaría depositando con regularidad la pensión asignada a su hija, y que en el último cumpleaños de la menor ni siquiera se ocupó en llamarla.

La primera razón que podría explicar tal conducta la atisba la propia ex primera dama en una reciente entrevista con la revista Look Caras de Caracas: “Ni siquiera me dirige la palabra” desde que contrajo matrimonio, en terceras nupcias, con Lisandro García, su entrenador de tenis, de quien ya está separada.

Pero habría un más allá de índole política. Si la deriva de Marisabel Rodríguez hacia la oposición franca ante el gobierno de Chávez ya se insinuó en 2004 cuando, a propósito del referendo realizado para tratar de revocar el mandato presidencial, ofreció unas declaraciones ambiguas sobre lo que más le convenía entonces al país, quedó develada del todo durante el pasado proceso para aprobar la propuesta reforma constitucional, a la que se enfrentó sin ambages. El 2 de diciembre, Rodríguez acudió a votar en compañía de su hija Rosinés. Entonces Chávez anunció que “voy a tener que recurrir al Derecho como padre que la ama”, refiriéndose vagamente a sus opciones -como si ante el aparato del Estado pasara por un ciudadano cualquiera- de corregir la situación patria, literalmente hablando.

Todavía le faltaban sapos que tragar al presidente: Marisabel se dejaría ver al lado del oficial disidente, ex ministro de Defensa y ex secretario personal de Chávez, general Raúl Isaías Baduel. Y hace poco hizo pública su aspiración a ocupar la Alcaldía de Barquisimeto, que debe elegirse en las elecciones regionales de noviembre próximo.
Por lo pronto, el presidente Chávez optó por una retirada táctica, para sacar a su hija “de en medio del show”. Pero que nadie apueste a que esta historia quedará sin continuar.