Home

On Line

Artículo

"Me gusta cuando la persona que está frente a mi obra encuentra cosas que yo necesariamente no pensé", Adriana Marmorek, adentro de una de sus instalaciones. Foto: Guillermo Torres

ARTE

El placer como artificio, una propuesta de Adriana Marmorek

En el marco de Artbo 2007 Adriana Marmorek expone su trabajo plástico. Su propuesta pone en evidencia que el placer y el deseo son construcciones artificiosas. Crónica

César Paredes
20 de octubre de 2007

“Estoy vestida como caperucita roja”, dice al otro lado del teléfono celular, dándome las indicaciones para poder encontrarla. “Ya la vi”, le contesto, mientras me acerco. Una sonrisa, que permanecerá como un dibujo durante toda la entrevista, aflora en sus labios cuando por fin nos encontramos.

Adriana Marmorek , se llama. Lleva un gabán y botas de cuero rojas. Luce como una heroína de cómic. La jornada de la feria “Artbo”, ha sido ardua. Por eso no ha almorzado. Mientras lo hace, la espero y reparo en sus accesorios rojos: un anillo con una bola grande, aretes largos y una cartera que tiene un letrero de prohibido parquear.

Estamos en Corferias, Bogotá. Alrededor unos paneles altos exhiben las obras de artistas nacionales y extranjeros. 43 galerías se han dado cita en el evento organizado por la Cámara de Comercio con el objetivo de dar a conocer la producción de nuevos artistas. Adriana ha llevado 5 obras: 2 que están en el Pabellón “Arte Cámara” y 3 en el stand de LA galería.

La artista está catalogada, en la feria, dentro de los artistas jóvenes de Bogotá. Clasificación que va hasta los 40 años. Ella se ríe cuando cuenta que tiene 38 años, pero reconoce que el tiempo que lleva trabajando en el arte, 7 años, ha sido tan corto, que su producción sí admite el calificativo joven. Es una mujer jovial, cuya fijación en el color rojo, combinado con negro, en su indumentaria, hace que uno desconfíe de la edad que dice tener.

“Para tratar de entender cómo se construye al artificio del placer y del deseo", dice respecto de la investigación que va detrás de su creación. Una de sus obras lo expresa con elocuencia. Se trata de un “decantador de artificios femeninos”, como dice un amigo de ella. Es una suerte de máquina consistente en un tubo de ensayo con una resistencia que derrite labiales de cera rojos, y cuyo fluido cae sobre una vasija de cristal en forma de pera. (Ver galería de imágenes)

Esta pieza de arte conceptual reúne materiales que hacen difícil su clasificación. Podría ser una instalación o una escultura al mismo tiempo. Pero lo importante es el significado que pueda adquirir frente al espectador. Y eso varía como tantas personas puedan acercarse a él.

“A mí me interesa el ‘cliché’. Un pintalabios no es ingenuo está cargado de información. Lo que significa la huella de los labios rojos y seductores, la belleza como maquillaje. Todo hace parte de cómo se forma la arquitectura del placer. En esos imaginarios juega un papel muy importante lo mediático”, me explica.

Su propuesta está signada por 10 años que trabajó en publicidad, de los cuales 3 fueron como directora crativa de publicidad del Canal Caracol. Así pudo acercarse al mundo de “lo mediático”, que es importante para su obra. Si bien su intención no es juzgar cómo se ha construido el concepto de sensualidad en el imaginario occidental, si lo es cuestionarlo. Por esta razón los pintalabios se derriten, como diciendo hay otras formas de ser sensual. Allí acude el método propuesto por Jacques Derridá llamado “deconstrucción”, que pone en evidencia que los significados de las cosas son construcciones artificiosas.

Otra de las obras de la artista está compuesta por dos pantallas pequeñas de televisión. En ellas dos pares de pies bailan al ritmo de un tango, que si bien no se escucha, se puede sentir por la forma como se mueven unos vestidos de tacón y otros de zapatos de hombre. Otra vez acude el símbolo que Adriana llama “cliché”: el tango como representante de la música sensual, los tacones en primer plano que evocan la seducción. Esta instalación alude a la influencia que tienen los medios es la aprehensión de esos conceptos.

Miro al fondo de unas cajas rojas de madera que parecen cofres. Al interior hay un espejo que refleja una fotografía ya de un beso en primer plano, o una mujer semidesnuda acostada bocabajo de una cama con cubre lecho rojo. “Yo no quiero que mi obra sea tenida por erótica”, dice Adriana. Sin embargo, la utilización de colores, imágenes o elementos que tengan una connotación femenina fácilmente podría evocar el erotismo. Pero su interés estriba en dejar constancia de la existencia de una inconciencia frente a los temas del placer y del deseo. Pero insiste en que no quiere “calificar”, ni “denunciar”, sólo demostrar que todo es artificio, aunque el artificio es importante.

Vamos hacia una instalación que parece de escenografía. Unos paneles rojos que forman un aparente laberinto con un espejo de fondo. “Una vez se entra se pierde la noción de las dimensiones”, dice. En las paredes, unos botones puestos en el interior le dan el aspecto de un tapizado. En cada botón hay una foto en primer plano de una parte del cuerpo de una mujer. Hay quienes entran en la instalación y se “pierden”, se estrellan contra el espejo. Una metáfora de lo “engañosos” que pueden resultar los artificios.

“Cuando estaba chiquita. Mi mamá me llevaba a los estudios de televisión, porque ella presentaba un programa. Siempre estuve en contacto con los escenarios. Estudié Comunicación Social. Luego trabajé en publicidad, en televisión. Cada pieza termina por hablarle a uno de cosas que ni siquiera el artista es consciente”, comenta maravillada de la cantidad de significados que ella misma encuentra en su obra.

Adriana es una mujer de riesgos. El motor que la mueve es el “inconformismo”, como ella misma dice. Por esa razón dejó de trabajar en publicidad, cuando tenía las comodidades de un salario estable. Sin embargo, sentía como la necesidad de expresar su forma de ver el mundo la empujaba y terminó por hacerle caso. Su familia la apoyó y pasó de ser una “ejecutiva” a una investigadora y artista. Hizo una maestría en la Universidad Nacional, en Artes Plásticas, para profundizar sus conocimientos.

Entramos a la sala donde está la última de sus instalaciones. Adentro la luz es tenue. Tres burbujas de vidrio una sobre otra, con agua hirviendo en su interior, reposan sobre una hornilla. Al frente un video con imágenes en movimiento de lluvia cayendo, una boca que se acerca a una fuente de agua, o extremidades sumergidas en agua, produce una amalgama de colores. Adriana exclama maravillada al ver su obra. En un espacio como ese no había podido apreciar su instalación. Los colores se conjugan en lo que parece una danza. Burbujas, salen de abajo hacia arriba dentro de las tres burbujas de vidrio. La danza del líquido y la provocación de las imágenes tienen un efecto, nuevamente sensual, pero con un ambiente de ternura e intimidad que no estaba en las obras anteriores.

La obra se exhibe durante los días de la feria en ese espacio. El espectador podrá contemplar y procurar una interpretación. Pero lo más importante es que busque una experiencia personal ya que no hay nada concluido. Porque como dice Adriana: “Yo busco dejar preguntas más que respuestas. Tal vez nunca tenga respuestas”