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Entrevista

“El problema en Bojayá es un círculo vicioso”

María Fernanda Moreno entrevistó a los representantes de la ONU que lanzaron la última alerta sobre la inminente tragedia que se cierne nuevamente sobre Bojayá.

10 de abril de 2005

Alfredo Witschi-Cestari es el representante del Pnud en Colombia e Ignacio León, el oficial de asuntos humanitarios de la oficina de asistencia humanitaria de la ONU. Ambos han enviado en las últimas semanas angustiosos llamados a los colombianos y al gobierno para que reaccionen ante el desplazamiento de 2.050 chocoanos que están actualmente hacinados en Bellavista rezando para que la tragedia ocurrida hace dos años, cuando se enfrentaron las Farc y los paramilitares, no se repita. Para que no sea una nueva muerte anunciada. María Fernanda Moreno, redactora de SEMANA.COM, los entrevistó. SEMANA.COM: ¿Qué está pasando ahora en Bojayá? Alfredo Witschi-Cestari: Los enfrentamientos entre paramilitares y Farc tienen a la población civil en una situación imposible. Se encuentran entre ellos y están siendo obligados a huir o a tratar de protegerse con los medios posibles. Hay un incremento en los enfrentamientos que afectan no solo al Medio Atrato y al río Bojayá, sino que han ido hasta los altos del Bojayá. Están afectando también a las comunidades indígenas, además de las afrocolombianas que siempre han estado bajo las presiones de estos enfrentamientos. Además ha habido un avance considerable de las AUC en la zona. SEMANA.COM: ¿Por qué el interés de los grupos armados en la zona? Ignacio León: El Medio Atrato siempre ha sido una zona de salida para los grupos armados hacia el Pacífico, tanto para el tráfico de armas como para el de cocaína. Además ellos están luchando por las cabeceras de los ríos que desembocan en el Atrato pues allí no hay presencia de Ejército. Sobre todo cuando los ríos bajan y no pueden moverse con las embarcaciones con las que cuentan. Ante eso, los grupos han optado por moverse de cabecera en cabecera para evadir a la Fuerza Pública. Por eso la población civil que vive en esa zona se ha visto involucrada constantemente -y desde hace mucho tiempo- en la disputa que tienen por los corredores. A consecuencia de eso, desde febrero se han desplazado 2.050 personas. El último desplazamiento fue de 250 personas de Pogue que llegaron a Bellavista. Este es un pueblo muy pequeño, donde actualmente todos están hacinados. La infraestructura del pueblo, que antes contaba con poco más de 1.000 personas, no es apta para atender a tal cantidad de gente, por lo que la situación de los desplazados es muy precaria. A.W.: La población de Bellavista se ha doblado. Y el problema ahora es sobre todo humanitario. Bellavista es una zona donde los servicios son insuficientes. Entonces tenemos aquí una población que vive en una situación muy difícil, están aislados y obligados a moverse ante los embates de los grupos armados. SEMANA.COM: ¿Por qué han llegado a Bellavista? A.W.: Bellavista está al borde del río Atrato, por lo que es más fácil de proteger por las autoridades. No ha sido víctima directa de enfrentamientos en los últimos tiempos. Además hay presencia del Ejército y de la Policía. SEMANA.COM: ¿De qué vive la gente en Bellavista? I.L.: Por el momento de la asistencia que se les está dando. De nada más. Hay que tener en cuenta que la mayoría son personas que subsistían de la agricultura y la pesca. Y por cuenta del conflicto armado tuvieron que salir y dejar todo. SEMANA.COM: Una de las poblaciones más vulnerables en este momento es la indígena. ¿Por qué? I.L.: Hay unos 4.000 indígenas en riesgo ahora mismo, casi el totalidad de los emberas que habitan la zona. A.W.: Los emberas no se habían visto afectados por el conflicto, pero ahora sí porque son ellos los que viven en las cabeceras. SEMANA.COM: Después de la masacre de 2002 ustedes han seguido alertando sobre la complicada situación en la zona. ¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno? A.W.: Uno de los problemas es que la región del Chocó siempre ha estado muy abandonada. Además sufre de un manejo inapropiado de los recursos, en el sentido de que ciertos presupuestos sencillamente no se utilizan. Por ejemplo, el 50 por ciento del presupuesto de la salud del año pasado no fue gastado. Eso crea una situación de por sí ya difícil, y el conflicto la empeora. A eso le agregamos la ausencia de servicios en los poblados y la escasa protección de las autoridades. Esta población ha estado bajo constante presión desde 2000, sobre todo después de la masacre de 2002. Por lo que es una población que está traumatizada y no consigue solución. Este es un círculo vicioso. SEMANA.COM: Después de Bojayá el gobierno Pastrana prometió una reconstrucción total de la zona y asistencia humanitaria. A.W.: Hubo una respuesta del gobierno. De hecho, los trabajos que se siguen efectuando son auspiciados por el gobierno. SEMANA.COM: ¿En qué ha consistido esta reconstrucción? A.W.: El poblado se desplazó a otra zona y desde entonces se está trabajando en la infraestructura. Pero eso no es suficiente. Se necesita la presencia del Estado a través de sus instituciones. Tiene que haber servicios, salud, educación. También tiene que haber presencia de la Policía. Esto no es posible en muchas partes. SEMANA.COM: ¿En qué ha consistido la asistencia humanitaria? I.L.: Los casos de urgencia médica que se han presentado en Bellavista, por ejemplo, están siendo atendidos por la Red de Solidaridad Social y por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Además, el sistema de las Naciones Unidas ha estado trabajando para llevar alimentos, en asistir la salud mental de madres y niños. Pero el asunto es que se debe dar una atención integral y tener una forma para prevenir estos desplazamientos, porque sacar a la gente de su espacio natural es prácticamente convertirlos en mendigos. SEMANA.COM: El tema de la salud mental debe ser bastante complicado en la zona, sobre todo después de la masacre de 2002. A.W.: El tema de la salud mental es gravísimo en todo el país. Tenemos aquí varias generaciones que han sido afectadas por el conflicto y todos sus derivados. Es evidente que todos los niños que han pasado por este trauma, que no han tenido escuela ni oportunidades, tienen problemas. Además son niños con hogares destruidos. Hay un proceso de degeneración de la calidad de vida en todas las comunidades afectadas por el conflicto. Unicef, en conjunto con el Icbf, les está prestando atención en la medida de sus capacidades. El problema no está tanto en poder atender a cada uno de los desplazados, sino en atacar el origen del desplazamiento y ponerle fin a este conflicto. SEMANA.COM: ¿Y la salud? I.L.: Según Unicef se ha pasado de 1 a 11 casos de malaria cada semana. También hay enfermedades de tipo respiratorio que afectan sobre todo a niños. SEMANA.COM: ¿Qué soluciones presentan ustedes para todo el problema humanitario que se está presentando en la zona? A.W.: Hasta que no se toque el tema del Chocó en su conjunto y los problemas que enfrentan las poblaciones campesinas, negras e indígenas de una manera global, vamos a seguir en este ir y venir. Mientras que los grupos armados se sigan moviendo en esta zona libremente seguiremos enfrentándonos a situaciones de emergencia como esta.