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El referendo: un ejercicio ejemplar

El viceministro del Interior, Juan Carlos Vives, expone las ventajas del referendo y lo plantea como un tema trascendental que muy pocos colombianos conocen.

Juan Carlos Vives Menotti*
1 de marzo de 2003

No resulta ya muy original escribir comentarios sobre los temas que contempla el Referendo propuesto por el gobierno del presidente Alvaro Uribe Vélez. Más de cinco meses tomó su discusión en el Congreso de la República y a través de cientos de discursos y otro tanto de escritos se conoce hoy todo lo que se opina a favor o en contra de su contenido. Es imposible a esta hora del debate lograr escribir algo que sea novedoso en esta materia, lo cual no quiere decir que esté sobrando toda una tarea de difusión y de sensibilización de sus asuntos, pendiente sí, por desarrollar entre los colombianos.

Increíble, pero de ese tamaño son las cosas en esta tierra. Al parecer, todo se ha dicho sobre el Referendo, pero más de medio país no se ha enterado o por lo menos no termina de entender lo que se trata. Definitivamente, falta todo aún por hacer, para lograr popularizar este proceso. Curioso, sin duda, que un tema tan trascendental para el país no logró en su trámite legislativo conmover a la ciudadanía. Quiero pensar, todo obedece a una prueba más de la poca convocatoria que el país político sigue teniendo en Colombia sobre el país nacional.

Por el momento, esa es una inquietud que no me preocupa mucho pero que no debe perderse de vista. Personalmente, me confieso moderadamente optimista con el éxito electoral del Referendo como ejercicio democrático siempre, insisto, que se promueva ingeniosamente su cabal conocimiento y dominio en la opinión pública. Sin pretender hacer cuentas de tipo alguno en lo que respecta a la participación que logre alcanzar en las urnas, creo que su texto genera la suficiente controversia para asegurarle de salida su propia dinámica. Son muchos los agentes que sin nombres propios involucra su cuestionario, que por acción o reacción van a salir a votarlo. No percibo de arranque, en los niveles donde por ahora ha logrado permear la propuesta, una postura al menos seria y coherente que resulte radicalmente integral en su contra. Por supuesto, sí escucho intenciones en algunos de oponerse a uno que otro aspecto en concreto, pero no por eso dejan también de reconocer las bondades de sus otros asuntos.

Lo anterior es en principio el ambiente general, algo frío por cierto, que se siente como antesala de lo que ha de venir. Un clima adecuado para la sensatez gira en torno del Referendo. El país respira tranquilo pero expectante, ansioso de resultados. Desde luego, no falta la irascible excepción del puro antiuribismo, aquellos que se oponen con rabia a todo lo que de Uribe venga, así esté el bien de la patria de por medio.

Los beneficios del Referendo están igualmente ya cantados. No será la panacea en la transformación política del país, pero sí, con él se avanza en mucha manera. Además, reorienta mayores recursos para la inversión social. Endurece el castigo para los corruptos y para las mañas politiqueras. Ayuda al país, en sus requerimientos fiscales y de austeridad. Asegura el futuro de miles de pensionados..., pero igual, no se puede olvidar, el Referendo es también el estreno bajo el amparo de la constitución de 1991 de un instrumento, como pocos, de absoluta participación democrática del pueblo en las decisiones sobre el futuro de nuestro país.

Por todo ello, me parece paradójico encontrar como sus mayores opositores a algunos dirigentes de la izquierda política colombiana que han tejido con los hilos de los democrático y participativo las banderas de sus campañas. Apostarle al fracaso del Referendo a través de la abstención es tanto como pretender sepultar para siempre los mecanismos de consulta popular en Colombia. Si los Colombianos no nos volcamos masivamente a votar en esta jornada, quedará entonces probado para cualquiera en el mañana, que se trata de un pueblo perezoso para ejercer sus derechos y sus conquistas.

Confío ciegamente en el instinto de supervivencia de mis compatriotas y confío, repito, en su notable participación en el Referendo. Lo que falta es difusión, explicación, foros públicos y abiertos por montones, aclaraciones oportunas y perder el miedo a la controversia. Por el contrario, bienvenida sea la discrepancia y su discusión profunda porque es la salvaguarda que genera dinámica y multiplica los votos. El gran fracaso de los procesos participativos, como sucedió en Colombia con la convocatoria a la Constituyente, radica precisamente en el unanimismo... No estrangulemos los debates, no ahoguemos las confrontaciones y que no se busquen los consensos. Sólo basta saber ilustrar, una buena pedagogía, ser objetivo con los auditorios y lo demás vendrá por añadidura. Al Referendo no hay que amarrarle Barones electorales ni aceitarle maquinarias locales y regionales. Está suficientemente claro entre nosotros, que ni los unos ni las otras funcionan para estos efectos porque finalmente ese país político, el de los favores y las componendas, no es el más interesado en que se definan estos asuntos.

Quienes tenemos una doble responsabilidad con el enfoque y el resultado de este proceso, no podemos equivocarnos. El Referendo no necesita de una campaña política. Requiere sí, de manera intensa y con urgencia, una campaña cívica, que es cuestión muy diferente.

* Viceministro del Interior.