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El retorno del agente secreto: ¿Cuáles son las 10 mejores películas de James Bond?

¿Qué mejor plan para estas vacaciones que ir a la videotienda y alquilar películas? Por si usted aún no las ha visto, Ricardo Silva Romero, el crítico de cine de SEMANA, les recomienda las diez mejores de Bond, de James Bond.

Ricardo Silva Romero
14 de diciembre de 2006

Hay que saber ver las películas de James Bond. Para disfrutarlas, para no padecerlas, hay que saber bien en dónde se está metiendo uno; hay que sentarse, mejor dicho, justo enfrente de la película que es: la aventura de un hombre sin tras escenas, sin pasados revueltos, un hombre imponente e indescifrable que, a cambio de que lo dejen hacer un par de bromas, lo dejen conquistar a un par de mujeres y le permitan destrozar un par de carros en algún paisaje europeo, emprende la misión de salvar al mundo de los inescrupulosos que quieren quedárselo. Incluso la emocionante Casino Royale (2006), la más reciente entrega de la serie, que pretende ser más seria, más ajustada a nuestros tiempos, y que, bueno, a fin de cuentas se basa en el primer libro que el escritor Ian Fleming escribió sobre el personaje, cae en la misma narración en la que caen todas, que no está mal, nada mal, pero está mucho mejor cuando uno sabe que es eso, nada más, lo que debe esperarse de las aventuras del agente 007: acción imposible, sentido del humor que alivia la gravedad, giros espectaculares justo en el último segundo.
 

1. Desde Rusia con amor (1963) de Terence Young: Sean Connery es, no cabe duda, el James Bond ideal: ni tan paródico como Roger Moore, ni tan sofisticado como Pierce Brosnan, ni, ya que estamos en esto, tan dolido con el mundo como Daniel Craig. En este segundo episodio, que resume lo mejor de su era, Connery protagoniza algunas de las mejores secuencias de acción en la historia de la serie. Mujeriego, inteligente, mesurado, este es el Bond que se ha quedado en la cultura. El que se enfrenta a una organización del mal llamada Spectrum. Con Robert Shaw. Con secuencias inspiradas en el cine de Hitchcock y la aparición de la inolvidable banda sonora creada por John Barry, este es el largometraje que habría que ver si solo pudiera verse uno. Y el último que Ian Fleming, padre del personaje, alcanzó a ver.

2. Dr. No (1962) de Terence Young: la primera de todas las películas de Bond es, según muchos, la mejor de todas. Desde el primer momento en el que aparece, Connery no deja dudas de que James Bond, el original, el verdadero agente 007, el que será parodiado por Moore y por Brosnan, el que será controvertido por Daniel Craig y Timothy Dalton, será para siempre ese James Bond interpretado por Sean Connery. Se piensa en el cine de Alfred Hitchcock, otra vez, cuando se ve esta película estupenda. La musiquita de John Barry, la laboriosa secuencia de títulos inventada por Maurice Binder, secuencias de acción sabiamente construidas, actuaciones mesuradas, líneas musicales que simplemente subrayan la acción: desde Dr. No está claro el camino que debe seguir el agente 007. Inventar algo más no tiene sentido.

3. Goldfinger (1964) de Guy Hamilton: lleno de trucos, de aparatos mágicos que salvan al protagonista en el último minuto, Goldfinger está plagada de grandes villanos, de escenas de acción espectaculares (que tratarán de ser reproducidas en producciones siguientes) y de espías atractivas que van cayendo por el camino porque ninguna mujer, en el universo del escritor Ian Fleming, sería capaz de combatir los encantos de James Bond. 62 personas mueren. Filmarla costó 3 millones de dólares. La canción del comienzo, cantada por Shirley Bassey, es una de las más memorables compuestas para la serie. Y el maravilloso Q, fabricante de armas secretas interpretado por Desmond Llewelyn, entrega algunos de los mejores aparatos milagrosos en la historia de las películas protagonizadas por el 007.

4. La espía que me amó (1977) de Lewis Gilbert: desde el Nobody Does It Better, de Carly Simon, hasta la gran burla que es esa última escena dentro del submarino para dos, esta entrega es un buen resumen de lo que podríamos llamar ‘la era Roger Moore’. Moore, que interpretó a ‘El Santo’ en la serie de televisión del mismo nombre, y que por eso, por interpretar a ‘El Santo’, fue siempre el actor favorito del propio Ian Fleming, le dio al héroe una estupenda ironía en medio de unas superproducciones dispuestas a todo con tal de entretener a sus seguidores. La espía del título es una rusa interpretada por Barbara Bach. Y el malo, el inolvidable Jaws, ‘Mandíbula’, que es casi indestructible.

5. Octopussy (1983) de John Glen: acaso sea la cumbre de las participaciones de Roger Moore, más humorista que otra cosa, en una serie que ha tenido que adaptarse a los cientos, miles, millones de cambios que el mundo ha enfrentado en las últimas tres décadas. Este episodio algo tiene de las mil y una noches. Algo tiene de serie B de cárceles repletas de mujeres en biquini. Pero es sumamente divertida. Da siempre en el blanco. Y como el propio Moore, que se pone serio justo a tiempo para que todos suframos por su suerte, nos lleva de emoción en emoción sin perdernos de vista. Bond sigue el rastro de un asesino que en verdad quiere arrasar con (en ese entonces se pensaba así) los países más visibles del mundo.

6. The Living Daylights (1987) de John Glen: la gente suele negar a Timothy Dalton, el poco comprometido Timothy Dalton, como un James Bond interesante, pero quien vea este episodio de las aventuras del agente tendrá que reconocer, primero, que se trata de una película enormemente entretenida (no en cualquier aventura se recorren siete continentes), y, segundo, que el Bond de Dalton es mucho más eficiente de lo que parecería en teoría. ¿Una escena de acción con el estuche de un chelo?, ¿unos misiles a punto de estallar en el centro del mundo?, ¿un James Bond con un peinado rebelde e incapaz de hacer los chistecitos de siempre? Acá están. Acá está todo. Tal vez se alargue más de la cuenta, pero es, de lejos, así los puristas no lo acepten, una de las más logradas producciones de Bond en la historia de estas.

7. Al servicio secreto de su majestad (1969) de Peter R. Hunt: ciertos seguidores, seguidores puristas, se atreverán a decir que esta es la mejor de la serie, pero lo dirán porque sí, para demostrar que saben lo que no sabemos los demás, que Bond es acá interpretado por el australiano George Lazenby por primera y última vez, que el agente mujeriego termina acá casándose con la mujer de sus sueños y que nadie más y nadie menos que Telly Salavas, el famoso Kojac de la televisión, está siempre al acecho en el papel del villano: Ernst Stavro Blofeld. “Entre mejor sea el villano, mejor será la película de Bond”, decían los productores alguna vez. Y acá, en este largometraje que atrapa a cualquiera, se prueba esa teoría de manera contundente.

8. Nunca digas nunca jamás (1983) de Irvin Kershner: Connery volvió de la nada, del limbo en el que entran los actores de vez en cuando, a interpretar al personaje que lanzó su carrera de semejante manera, pero lo hizo, tristemente, cuando ya Roger Moore lo encarnaba de manera exitosa para los productores de siempre, Albert Broccoli y Harry Saltzman. El resultado es una obra menor, desconcertante (ejemplo: Bond con peluquín, el peluquín que siempre usó Sean Connery, sudoroso, agotado, peleando con un hampón baboso en un hospital de serie B), que sin embargo funciona, que sin embargo, bajo la dirección del mismo Kershner que supervisó El imperio contraataca, avanza como un placer culposo. Se trata de un remake de Thunderball. Y de la única vez que Bond le ha picado el ojo a la cámara.

9. El mundo nunca es suficiente (1999) de Michael Apted: Pierce Brosnan fue un gran James Bond, nadie lo niega, pero las películas que protagonizó, las más exitosas de la serie en términos de taquilla, tuvieron un deje de video juego, de capítulo de serie de televisión, que nadie nunca terminó de creerse. El mundo no es suficiente no es, entre las cuatro de la era de Brosnan –alguna vez protagonista de la serie de televisión Remington Steele–, la más conseguida, la menos fantasiosa de todas, pero sí, probablemente, la más espectacular. La aparición de Sophie Marceau y de Denise Richards eleva (pero, pensándolo bien, ¿cuál no?) el nivel de las que (me cuesta escribirlo tanto como decirlo) han querido llamar chicas Bond. Y el elenco de la era Brosnan, un fabuloso catálogo de buenos actores británicos, acá aparece en pleno: Judi Dench como M,

10. Casino Royale (1967) de John Huston y otros más: Peter Sellers, David Niven, Val Guest y Woody Allen tratan de quedarse con el puesto de “agente 007” (así es: tal como suena) en esta parodia que pone al descubierto una verdad innegable: todas las aventuras de Bond terminan cuando el héroe le impide al villano que invada, domine o destruya el mundo. Ocurran durante la Guerra Fría, cuando los espías salvaban países, no multinacionales, o sucedan en estos tiempos de terrorismos abstractos, las aventuras de Bond tienen siempre algo de ridículo. Aceptarlo sin vergüenza es disfrutarlas. Y entender, de paso, qué es lo que nos engancha al inspector Clouseau o lo que tanto les gusta a los que siguen las aventuras de Austin Powers.