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El Segundo Día de la Biodiversidad

'Yipaos' de gente en el Quindío salieron a las calles durante el pasado 30 de noviembre para realizar un maratón taxonómico durante 24 horas, con motivo de la celebración del Segundo Día de la Biodiversidad, iniciativa que surgió en 1998 cuando un grupo de biólogos norteamericanos trabajó durante todo un día en los alrededores de Boston para censar todas las especies de la zona.

7 de diciembre de 2002

Media hora antes del amanecer del pasado 30 de noviembre, en el centro de Quimbaya y Filandia, (Quindío), hay dos yipaos de gente, esperando en medio del sueño y el frío de la mañana, a salir a "muestrear" aves, a rogar porque las condiciones del clima y del día les permitan atisbar la mayor cantidad de pájaros de la zona.

No serían los únicos yipaos curiosos del día. Durante las siguientes 24 horas, la escena se repetiría constantemente: cada cierto tiempo saldrían cargas de gente saliendo a recorrer zonas específicas cercanas, con misiones que tenían nombres animales y vegetales: mamíferos, plantas superiores, hepáticas, insectos, macroinvertebrados acuáticos, peces, y la lista continuaba hasta completar 30 grupos distintos.

Los yipaos, esa medida del Eje Cafetero que consiste en calibrar la carga que alcanza a atiborrarse en un jeep willis de la zona ?el servicio público más popular de algunas regiones de Colombia- cambiaron por una vez su carga habitual de plátano y café, por gente interesada en censar naturaleza. Eran los cerca de 600 participantes y coordinadores del Segundo Día de la Biodiversidad que se celebró el pasado fin de semana en Quindío, para realizar la maratón taxonómica en la que durante 24 horas, los participantes recogieron una buena parte de especies posibles de fauna y flora de la región.

Qué es el Día de la Diversidad Biológica?

La idea surgió de un grupo de biólogos norteamericanos, quienes en junio del 98 trabajaron alrededor de Boston, para hacer un censo taxonómico de las especies de la zona. Esta experiencia fue replicada al año siguiente por un grupo de científicos europeos, quienes organizaron formalmente lo que bautizaron como el Día de la Biodiversidad Biológica: durante 24 horas, un nutrido grupo de personas, de distintas formaciones, desde estudiantes hasta doctores en ciencias naturales e incluso miembros de la comunidad, recorrieron zonas de Alemania, Suiza y Austria. En el 2001, a esos tres, se sumaron otros cuatro países de Europa, y Colombia, como el primer país latinoamericano en realizar en el Día de la Biodiversidad.

La primera versión del evento en nuestro país se hizo en línea con los países europeos; en junio del 2001 en Villa de Leyva, se dieron cita casi mil personas, convocadas por el Instituto Humboldt, que este año repitió la experiencia y los buenos resultados del año pasado. El evento está a cargo del Mecanismo de Facilitación en Colombia, un proyecto del Instituto Humboldt mediante el cual se implementa el Convenio de Diversidad Biológica en nuestro país.

Para este año se escogió el departamento del Quindío como sede del evento, concretamente los municipios de Quimbaya y Filandia, aprovechando la coyuntura del Año Internacional de las Montañas, la seguridad de la región, y el atractivo turístico de la zona. La condición de los participantes no podía ser más heterogénea: desde representaciones universitarias, hasta una considerable participación de gente de los pueblos del Quindío, entre los que figuran agricultores, amas de casa, y estudiantes de escuelas rurales.

La dinámica del evento parece bastante simple: un grupo de personas, coordinadas por un investigador científico, salen a recorrer un espacio determinado con anterioridad, en los alrededores del pueblo ?existen incluso grupos que se quedan en el casco urbano- , con el objetivo de recoger todas las especies posibles de un determinado grupo de fauna o flora. Así, mientras 60 personas divididas en cuatro grupos salen a avistar aves, otras 80 personas, en cinco grupos, recorren distintas zonas en busca de insectos ?acuáticos y terrestres-, mariposas, anfibios y reptiles, y variedad de grupos de plantas.

Cada uno de los grupos aplica metodologías de trabajo distintas, de acuerdo a las condiciones de las especies escogidas. Por ejemplo, los grupos que salen a observar aves, deben arrancar desde muy temprano, así que a las 4 ya existe un grupo que sale armado de binóculos, silencio y mucha paciencia, con la esperanza de ver, si no especies nuevas, al menos muy difíciles de identificar. En estos casos, a veces con el canto de un ave muy particular, basta para dar la jornada como ganada.

Jorge Botero, coordinador del Programa de Biología de la Conservación de Cenicafe, quien lideró uno de estos grupos presenta así los resultados de su búsqueda: "Nuestro grupo tuvo varios resultados interesantes. Contando dos especies nocturnas que fueron escuchadas en la madrugada antes de partir para los censos, observamos 82 especies de aves silvestres. Aunque no existe una lista oficial de las especies del Quindío, se registró una especie que no aparece en los listados consultados y podría ser considerado como un reporte nuevo para el Municipio."

Vale la pena destacar que estas jornadas no funcionan exclusivamente por el placer de conocer y ver. Dentro de las conclusiones, quedan preguntas de utilidad para los investigadores. Porque no sólo importa lo que encuentra; en ocasiones, resulta más diciente lo que no se ve. El mismo Botero apunta: "Dos preguntas podríamos hacernos respecto a las especies que no vimos. Primero, ¿por qué no hay especies de bosques? ¿será que en la región hemos eliminado los bosques y fragmentos en donde encuentran refugio las especies de bosque? ¿Podemos hacer alto para recuperar esa cobertura boscosa en las cañadas por ejemplo, que parecen estar tan desprotegidas?".

Esta es parte de la utilidad puramente científica que se desprende de una sencilla observación grupal, así que no son nada despreciables las conclusiones de un grupo de aficionados dirigidos por un profesional.

Biodiversidad & Educación

A través de estas prácticas, apartadas de activismos y fanatismos ecológicos, se pretende crear conciencia y acercar a la gente a su entorno. Explicar qué tienen, cómo cuidarlo y cómo no atentar por ignorancia contra ese legado biológico del que deben sentirse orgullosos y responsables. Por eso es fundamental la participación de estudiantes de primaria y secundaria en este tipo de eventos. Porque serán ellos los encargados de ejecutar las recomendaciones y acciones que resultan de este tipo de salidas de campo.

Marta Yolanda Montoya, encargada de Educación Ambiental en el Sena Quindío, y quien coordinó un grupo de niños en el Día de la Biodiversidad, explica la importancia del evento: "Creo que hay varios puntos a destacar en este tipo de celebraciones. Por un lado, la democratización del conocimiento. Que los que saben, compartan esa información y la pongan al alcance de todos. Ese saber científico no deber ser un privilegio. Por otro lado, hay una motivación nueva a personas que pueden ser fundamentales en los procesos de educación. Los niños son estimulados para experimentar nuevas labores, y los maestros aprenden herramientas alternativas de trabajo. Para mí, este conocimiento de la biodiversidad forma nuevos ciudadanos. Es una diversidad de pensamiento que alimenta y nutre nuestra sociedad".

Los verdaderos resultados

Además de educación y regocijo biológico, el Día de la Biodiversidad rescata otro tipo de ideas y conceptos. No es la captura de especies extrañas por el placer del biólogo, o el recorrido para que los niños conozcan los animales de su zona. Es una forma de construir identidades, a través del conocimiento y la conciencia de lo que se tiene y no se tiene, de lo que se ha perdido, y lo que se puede recuperar.

Hasta cierto punto, las especies nuevas, desconocidas o ajenas a la zona, no pasan de ser una anécdota. Datos interesantes para los científicos, que se sorprenden y se alegran ante datos nunca antes trabajados. Pero la verdadera razón de ser del evento, radica en cosas aún más elementales y al mismo tiempo, más relevantes. La posibilidad latente de salir a descubrir lo que siempre ha estado ahí; el chance de compartir conocimientos que usualmente descansa en unas pocas cabezas; el placer de comprobar que dentro de la naturaleza quedan muchas posibilidades de sorpresa y de renovación. Que no todo está perdido ?biológicamente hablando también- , y que quedan mucha riqueza por salvar y proteger.

Juan Manuel Renjifo, herpetólogo del Instituto Nacional de Salud, y una de las personas que más sabe de reptiles del país, lo cuenta desde su propia visión: "A mí me empezaron a mamar gallo desde el principio porque llegué con un casco de un "supuesto" safari en el que estuve hace unos días en Africa. Pero era otra cosa. Iba en un carro con tres minoplis, y me mostraban los bichos desde lejos: allá hay un león, un antílope, la jirafa? Duré cinco días impecable dentro de ese carro. Esa no es la naturaleza. Y aquí, en el Quindío, me sentí más en el safari que no estuve en el Africa. Me embarré, que es lo que me gusta. El trabajo de aprender a mirar, y enseñarles a otros a que lo hagan. Es una forma de enterarse que en la naturaleza no todo está servido en bandeja, que hay que buscar, y tratar de encontrar? Por ejemplo, en este Día de la Biodiversidad, encontré un lagarto que nunca había visto; sabía que existía por literatura, pero nunca lo había tenido en las manos. Ahora, en caso de que uno no encuentre lo que busca, hay que empezar a hacerse preguntas: que por qué no hay más ranas por aquí, que si fue por la lluvia, que si fue la fumigación? Creo que es la mejor forma de hacer escuela y de construir país. Caminando y embarrándose".