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Historias invisibles

“Esto se lo tragó fue la sal”

Don Jorge llegó a La Dorada a montar una próspera fábrica de helados que sucumbió ante las jugadas políticas, la competencia desleal y los impuestos. Historia de Julio César Correa.

22 de febrero de 2008

“Esto se lo tragó fue la sal”, dice don Jorge Reinoso y señala una de las paredes de la que fuera su fábrica de helados. Está desvencijada, llena de huecos, casi transparente. Con la frase que suelta de manera lacónica pareciera estar señalando el destino de la empresa que un día, cuarenta años atrás, empezara apenas con un solo congelador y que con el tiempo llegara a tener seis empleadas de planta y diez “venteros”, como los llama don Jorge. La sal que la carcomió fue la sal del olvido, la de la desidia oficial, la de los impuestos.

“Llegué a surtir a pueblos como Puerto Boyacá y otros municipios”, dice orgulloso, mientras recorre cada uno de los lugares de la planta y señala el sitio donde se echaba la salmuera y explica cómo era el proceso para la elaboración de las paletas y del hielo.

Don Jorge, como se le conoce en La Dorada, es un hombre menudo, de piel morena y apenas con algunas canas, a pesar de sus 75 años. Su entrega al trabajo es casi obsesiva. Pasa los días pensando en los dispositivos propios de la refrigeración, oficio al que se dedica luego de que tuviera que cerrar la fábrica de helados hace diez años.

“Pero yo vivo agradecido con la fábrica”, dice con cierto tono de resignación.”Pues con ella –continúa- le pude dar estudio a los hijos”, agrega, mientras mira la que fuera la planta de helados. Sigue siendo un hombre recio, buen anfitrión, venido del Tolima y radicado en La Dorada desde muy joven. Humilde, sencillo, de pocas palabras y para algunas personas “de mal carácter”.

Su gran intuición y su espíritu pragmático lo llevaron a diseñar y construir las máquinas necesarias para la fabricación de cremas y “tanes” (el Bon Ice de hoy). Cuando se le pregunta por la forma como aprendió a elaborar helados, apenas señala con su dedo índice la cabeza, queriendo decir con ello, a lo mejor, que con inteligencia, imaginación, creatividad. Sin embargo no pronuncia palabra alguna, el gesto y el ademán parecieran ser suficientes.

La Heladería Rey fue la mejor en su momento. Patrocinó equipos de fútbol aficionado, ganó campeonatos, le dio empleo a mucha gente, les tendió la mano a muchos otros. Sintió la dureza de la competencia desleal desde sus inicios. Hace pocos años, cuando ya la fábrica había cerrado, a un alcalde se le ocurrió condecorarlo por los aportes hechos a la ciudad. Parecía más bien una ironía, antes que un homenaje.

La Dorada permanece sumergida en los 37 grados de temperatura, envuelta en la sal de un destino ya trazado por las jugadas de la política tradicional. Don Jorge, entre tanto, se recuesta sobre la silla, bajo el ventilador, y repite: “esto se lo tragó fue la sal”.

* Docente de la Universidad Católica de Manizales

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