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La senadora Piedad Córdoba explicó al Congreso su labor de facilitación con las Farc. Según el comisionado Luis Carlos Restrepo, EU no confirmó ni negó su apoyo a dicha gestión, pero le permitió a Piedad entrevistarse con Simón Trinidad y alias Sonia. | Foto: Paola Castaño

Acuerdo humanitario

Estos fueron los cinco grandes avances de la gestión de Piedad Córdoba con las Farc

Élber Gutiérrez Roa
28 de noviembre de 2007

La acalorada pelea entre los presidentes Hugo Chávez y Álvaro Uribe tras el fin de la mediación de éste último en el tema del acuerdo humanitario con las Farc no le había permitido al país ver los verdaderos alcances que tenía esa labor. El tema más comentado tras dicha ruptura es el de la zozobra respecto al futuro de las relaciones entre Colombia y Venezuela, especialmente en términos económicos y políticos, pero poco se habla sobre los escenarios futuros con las Farc.

Más allá de las declaraciones, también acaloradas, de los funcionarios públicos que no ven salida distinta a la vía militar contra los guerrilleros, bien convendría reflexionar sobre los nuevos escenarios en este mapa de la guerra. Y el primer paso para este ejercicio es revisar desapasionadamente hasta qué punto hubo o no avances en la mediación cancelada desde hace ocho días.

En su rendición de cuentas ante el Congreso de la República, la senadora Piedad Córdoba hizo un reporte detallado sobre los hechos y su gestión como facilitadora. Delante del comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, y del ministro del Interior, Carlos Holguín, la legisladora sorprendió con revelaciones que dejaron boquiabiertos a sus colegas. (Ver artículo relacionado: Texto íntegro de la defensa de Piedad Córdoba).

Córdoba no solo demostró que se empleó a fondo para cumplir su misión sino que logró el un respaldo impresionante de sectores nacionales e internacionales de cuyas labores el país no estaba enterado.

El primero de ellos fue la aceptación de Chávez al encargo de mediador. Todo el mundo sabe que el presidente venezolano cumplió con esa misión, pero el gobierno colombiano terminó reconociendo que Chávez, en principio, tenía dudas para aceptar el encargo. Fue Piedad Córdoba quien lo propuso públicamente para tal labor, viajó a solicitárselo en Caracas y finalmente lo convenció de metérsele al tema.

El segundo tiene que ver con Estados Unidos. Pese al pragmatismo que lo caracteriza, ese país dio pasos hacia la facilitación, así no los haya reconocido oficialmente. No es usual que Estados Unidos ventile este tipo de gestiones, pero los hechos relatados por la senadora Córdoba lo corroboran: Estados Unidos aceptó la mediación de Chávez y de Córdoba; aceptó la posibilidad de negociar las penas de Simón Trinidad y alias Sonia, si se producía la liberación de los secuestrados; hasta le permitió reunirse con los dos guerrilleros presos con la presencia de funcionarios de la DEA y el Departamento de Estado como testigos.

Desde el lado de las Farc también hubo avances: aceptaron la mediación de Chávez, se comprometieron a entregar pruebas de supervivencia de los secuestrados (Piedad confía en que las revelarán, aunque no las llevaron a la reunión de Chávez con el presidente francés Nicolás Sarkozy), hablaron sobre la posibilidad de que los acercamientos para el acuerdo humanitario no necesariamente implicaran un despeje (que era uno de los inamovibles del grupo guerrillero) y, por primera vez desde que comenzó el gobierno Uribe, Raúl Reyes aceptó reunirse con un facilitador de esa administración.

Simón Trinidad y alias Sonia son el ejemplo de lo que podría ser el cuarto avance, pues ambos dieron un paso al costado para que el tema de su liberación no fuera un obstáculo de cara a la libertad de los secuestrados. Además, Trinidad envió carta al secretariado de las Farc pidiéndoles pruebas de vida de los rehenes.

Finalmente, los familiares de los secuestrados y de los guerrilleros presos también mostraron su confianza en la mediación, mientras que países como Argentina, Brasil y Francia ofrecieron sus territorios como escenario para la discusión del acuerdo. De paso, las relaciones entre Colombia y Venezuela mejoraron a tal punto que se habló sobre el reingreso de Venezuela a la CAN como consecuencia de la confianza adquirida durante la mediación.

Es cierto que comparado con la libertad de los secuestrados todo este relato parece poco. Pero es mucho más de lo que había antes de iniciada la mediación e invita a reflexionar sobre las consecuencias de su suspensión.

La ruptura

Que Uribe haya tenido o no razones para ponerle fin a la ayuda venezolana es otra discusión. Para el presidente colombiano es muy grave que Chávez haya llamado al comandante del Ejército a preguntarle por los secuestrados. Pero ni siquiera en ese tema hay consenso entre los mismos uribistas. Analistas como Alfredo Rangel están convencidos de que el incidente no era tan grave como para precipitar la ruptura. Lo que nadie niega ahora, después de escuchar las explicaciones de la senadora, es que ella se esforzó por cumplir con su encargo pese a ser una de las más reconocidas antiuribistas del país. Y su labor, polémica o no, con o sin boina puesta, sonriente o no en la foto con los guerrilleros, con o sin intereses políticos de Chávez, estaba rindiendo frutos.

¿Tuvo Piedad la culpa de la ruptura? En Palacio piensan que fue, cuando menos, ingenua. Le critican el hecho de haber puesto al teléfono a Chávez con el general Mario Montoya, comandante del Ejército. Ella asegura que no lo hizo de mala fe. Quizá su error fue cuidarse mucho de cometer errores que hicieran que las Farc rompieran la mediación y no pensar lo mismo sobre el gobierno en casos como el de la llamada a Montoya. El presidente Uribe la nombró facilitadora y avaló su gestión, pero no por ello dejaba de ser una de las partes en la puja por el acuerdo humanitario. Y toda parte tiene sus intereses y sus susceptibilidades de cara a una eventual negociación, sea cual sea el tema en discusión.

La otra responsabilidad que el gobierno le achaca a la senadora es la de haberle planteado a Simón Trinidad la posibilidad de un gobierno de transición. En términos del gobierno, la idea es que la senadora estaba haciendo una especie de complot con los guerrilleros para golpear a la administración Uribe. Es cierto que Piedad es crítica del presidente, pero suena extraño que se atreva a plantearle un acuerdo a las Farc en presencia de delegados de la DEA, el departamento de Estado y la embajada de Colombia en Washington. Como dijo ella con sorna durante el debate, eso sí sería un “gobierno de transición”.

Dos dudas surgen luego de la revisión de esta acusación a la senadora. La primera tiene que ver con Julio César Aldana, el cónsul de Colombia en Washington, y su versión sobre el supuesto trasfondo de la conversación entre Piedad y el guerrillero preso. Si el tema le pareció tan sospechoso por qué se demoró tanto en hacer el reporte al gobierno en Bogotá. La reunión fue el 30 de octubre, pero Uribe solo acusó a la senadora hasta el sábado 24 de noviembre. Cosa distinta ocurrió con el general Montoya, quien reportó de manera inmediata la llamada de Chávez. Ahora, si el consulado actuó oportunamente y el tema era tan grave como el gobierno dice que fue, por qué Uribe esperó tanto tiempo para contarlo, por qué no le pidió explicaciones inmediatas a su facilitadora en vez de esperar a un detonante mayor para ponerla en la picota pública.

La segunda duda, derivada de los interrogantes anteriores es si en esta acusación –por la cual la senadora emprenderá acciones legales contra el cónsul- terminará en una rectificación por parte del gobierno, como cuando el hoy ministro de Defensa Juan Manuel Santos hizo señalamientos similares contra el ex senador liberal Rafael Pardo y el jefe del Polo Democrático, Carlos Gaviria. Pardo fue acusado de tener pactos secretos con las Farc. Gaviria, de orquestar una campaña contra Uribe en Europa. En el primer caso el presidente terminó ofreciendo excusas a Pardo, a comienzos de 2006, pero insistió en que la información procedía de una fuente confiable. En el segundo, Santos emitió un comunicado reconociendo que Gaviria no era el autor de un artículo que cuestionaba al gobierno Uribe y que supuestamente había sido escrito por el líder de oposición colombiano.

Como en el caso de las relaciones con Chávez, el trauma de la ruptura parece difícil de superar. Pero los esfuerzos de la senadora Córdoba demostraron que siempre hay un camino, incluso cuando todo indique que las puertas del diálogo están cerradas, como ocurría antes de que ella iniciara su mediación y como ocurre hoy.

El propio gobierno reconoce las dificultades presentes y aunque los resultados del comisionado Restrepo con las Farc no son alentadores al cabo de los cinco años que lleva en el cargo, habrá que esperar a ver qué se le ocurre ahora. Encontrar otro mediador como Chávez y otra facilitadora como Piedad no será fácil, sobre todo después de la pérdida de confianza de los últimos días. Lo saben el gobierno, las Farc y los ahora desautorizados mediadores.