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Fútbol y política

El fútbol es un vehículo para muchas causas, y la selección olímpica iraquí es sólo el último ejemplo de sus nexos con la política y el nacionalismo. En algunos casos ha servido para exhibir los éxitos del sistema, en otros como bandera de la resistencia y en otros tantos simplemente para reforzar el orgullo nacional.

Santiago Torrado*
29 de agosto de 2004

Mussolini fue el primero en utilizar el fútbol como una poderosa herramienta de propaganda en los mundiales de 1934 y 1938, donde los jugadores campeones del mundo saludaban al público con la palma de la mano extendida y estaban obligados a ganar a toda costa. Más recientemente, también en Italia, el primer ministro Silvio Berlusconi utilizó al Milán, el exitoso club que presidía, como su plataforma política para llegar al poder y ganó las elecciones con la consiga ¡Forza Italia!, que había tomado de las tribunas de los estadios.

En España, el general Francisco Franco trató también de usarlo como propaganda, pero chocó con los nacionalismos locales (vasco, catalán y gallego), que utilizaron el fútbol para su beneficio. Durante la Guerra Civil el gobierno vasco decidió formar una selección, que con el nombre de Euzkadi disputó varios encuentros en el extranjero con un objetivo propagandístico y económico. Del Barcelona, el club catalán, se dice que es el ejército sin armas de una nación sin Estado. Años más tarde el régimen franquista encontró en el Real Madrid, que reinó en el mundo entre 1956 y 1960, una inmejorable embajada ambulante.

En los 50, cuando Hungría estaba bajo la dominación soviética se formó una selección compuesta por jugadores exiliados y en esa misma década El Frente Nacional de Liberación (FNL) en Argelia formó un equipo nacional con futbolistas que jugaban en Francia, el cual realizó una gira mundial antes de la independencia definitiva.

Las presiones y los partidos arreglados en el mundial de Argentina 78 son un secreto a voces. Las victorias del local, que fue campeón, eclipsaron los abusos de la dictadura militar.

La selección Palestina, compuesta por jugadores exiliados o descendientes de palestinos, está disputando las eliminatorias al Mundial de Alemania 2006 precisamente en el mismo grupo de Irak. Debido al conflicto árabe-israelí todos los partidos los disputa por fuera de su territorio y, a pesar de su dudoso estatus frente a la ONU, Palestina es reconocida por la Fifa.

No es poca cosa, si se considera que una de las primeras manifestaciones de voluntad de los nuevos Estados independientes, como Lituania, Georgia, Eslovaquia o Croacia, es la petición de adición al organismo rector del fútbol mundial.

Los triunfos deportivos refuerzan la identidad de países recién formados, o que vienen de situaciones difíciles. El primer equipo unificado de Alemania se coronó campeón de Italia 90 convirtiéndose en motivo de unión y festejo para los ciudadanos sin importar de cuál de los dos lados del muro provenían.

Precisamente Croacia, con el orgullo nacional a flor de piel, consiguió el tercer lugar en Francia 98 en su primera participación como país independiente. En ese mismo mundial los locales se coronaron campeones del mundo liderados por Zinedine Zidane, un descendiente de argelinos, y del equipo se decía que era una muestra de la multiculturalidad francesa, con lugar para jugadores con raíces africanas, vascas y caribeñas.

*Periodista de SEMANA.COM. Correo: storrado@semana.com