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El partido de la U salió mal librado en la elección de magistrados del Consejo Electoral y dejó ver sus divisiones internas (Ilustración Javier de la Torre).

Septiembre 1, 6:00 a.m.

Grietas en la ‘U’

El sorprendente y vergonzoso desorden del uribismo en la elección del nuevo Consejo Electoral puso en evidencia las contradicciones y la fragilidad de la bancada de gobierno en el Congreso. ¿Qué tan graves son las fisuras?

Élber Gutiérrez Roa
31 de agosto de 2006

La derrota del gobierno en la reciente elección de magistrados del Consejo Electoral no sólo es grave porque dejó escapar la oportunidad de controlar al órgano que regulará las próximas votaciones regionales y presidenciales, sino porque desnudó las debilidades de la coalición uribista en el Congreso.

El ejemplo más representativo de esta fisura es la actitud de Germán Vargas Lleras, de Cambio Radical, quien cada vez está más cerca del punto de no retorno en sus coqueteos con la oposición liberal. Su alianza estratégica con el ex presidente César Gaviria lo deja muy mal parado frente a la coalición uribista, pero le sirvió para conquistar una nueva porción de poder en su brega por legitimar su candidatura presidencial de 2010.

Vargas Lleras sabe que el presidente Álvaro Uribe quiere definir personalmente el nombre de su sucesor y que en el listado de candidatos hay varios que le llevan ventaja por ser más cercanos que él a los afectos del presidente (Óscar Iván Zuluaga, Juan Manuel Santos, Enrique Peñalosa). Por eso su apuesta es en grande: busca sacarle el máximo provecho a su condición de aliado del gobierno, pero al mismo tiempo marca distancia frente al presidente elevando el precio de sus acciones como miembro de la coalición.

Aún es muy temprano para saber si su estrategia le dará resultado, pues se arriesga a sufrir aplastantes derrotas como la de la elección de Contralor General. Sin embargo, ya comprobó que también puede derrotar al uribismo manteniéndose al lado del Partido Liberal, al cual le conviene la alianza para evitar que la aplanadora del gobierno le pase por encima. No en vano el ex presidente Gaviria se empleó a fondo para mantener alineada a su bancada en el Congreso y les advirtió a quienes se oponían a la alianza con Cambio Radical que “no quiero que las sanciones por violar la ley de bancadas comiencen a aplicarse con gente del Partido Liberal”.

Aun cuando el caso de Vargas Lleras es la máxima expresión de las fisuras en el uribismo, tampoco es su única manifestación. Los demás miembros de la coalición (el Partido de la ‘U’, el Partido Conservador, Alas Equipo Colombia, Colombia Democrática y los ex purgados de Colombia Viva, Apertura Liberal y Convergencia Ciudadana) también tienen intereses particulares en el fortalecimiento de sus engranajes políticos por encima de los intereses de la coalición. Y por encima de los propósitos de cada partido o movimiento están los de cada senador o representante. En otras palabras: primero estoy yo, luego mi partido y luego mi coalición con el gobierno. Los congresistas saben que sólo en la medida en que se fortalezcan individualmente serán llamados por los jefes de sus partidos o por el gobierno en busca de respaldo. Esa es la razón por la cual no pesa lo mismo un legislador aislado que uno que es hermano de ministro, magistrado o familiar de fiscal o juez.

En la práctica, estos problemas serían resueltos con la reforma política que los congresistas están estrenando. La idea era que al fortalecer los partidos y crear un estricto régimen de bancadas, todos quedarían obligados a actuar en grupo y no habría deslizamientos en las votaciones ni negociaciones al menudeo a cambio de apoyos.

Esa idea no se cumplió porque aún hay ventanas que permiten a los congresistas salirse de las directrices de los partidos y actuar según conveniencias individuales. Cinco senadores y representantes de la ‘U’ no votaron por los candidatos del partido para el Consejo Electoral, pero aún no se sabe con exactitud quiénes fueron. Ni se sabrá, porque el senador Álvaro Araújo (de Alas Equipo Colombia) lideró una oposición a la idea de certificar cada voto mediante firma para verificar la disciplina de partido de cada congresista.

La reforma falló y el uribismo -que fue creado con congresistas que se deslizaron de otros partidos- tuvo que ver cómo esos mismos congresistas repetían la historia para acomodarse en donde más les convenía.

Es tanta la preocupación frente al tema que el representante Nicolás Uribe (del partido de la ‘U’) radicó este jueves un proyecto de acto legislativo para imponer el voto nominal y público en el Congreso, los concejos y asambleas.

Hay otros dos aspectos que también influyeron en la derrota del uribismo: los rumores sobre negociación de votos y la inexperiencia de la mesa directiva.

El primero de ellos es consecuencia de los puntos anteriores. Dado que cada congresista tiene intereses particulares debe arreglárselas para convencer a los demás de que lo apoyen. En esta ocasión esos mecanismos de persuasión pasaron por la compra de votos a 20 millones de pesos cada uno, según denunciaron algunos legisladores que estuvieron presentes en la votación. Es muy difícil probar cuántos de los congresistas que se le voltearon al uribismo lo hicieron a cambio de dinero, pero lo que sí se sabe es que hubo ofrecimientos a muchos de ellos. “Hay que ir hasta el fondo y averiguar si esto realmente ocurrió porque de ser verdad sería muy grave”, sentenció Luis Guillermo Vélez, vocero de la bancada de la ‘U’ en el Congreso. “Donde haya habido deslizamientos por dinero sería un desastre no sólo para la ‘U’, para el Gobierno sino para la democracia”, agregó Gina Parody, también miembro del principal partido oficialista.

Hasta la senadora Martha Lucía Ramírez, a quien algunos de sus colegas ya quieren tumbar de la presidencia del Partido de la U, salió alarmada ante los medios de comunicación a pedir prueba de polígrafo para establecer la identidad de los congresistas que se volteraron y no sólo habló de sanciones internas sino de denuncias penales.
 
Pero el problema no sólo es sí se presentó un soborno. Hay otros hechos que señalan tiempos sombríos para la coalición de Gobierno. Por ejemplo, la inexperiencia. En concreto la falta de cancha de la mesa directiva. Es claro que a la presidenta del Senado, Dilian Francisca Toro, le faltó manejo para controlar la rebelión de congresistas que terminó con el retiro de varios partidos uribistas antes de la votación. Toro ya había dado de qué hablar cuando le puso al revés la banda presidencial a Uribe y cuando pidió que los voceros de las Farc fueran al Congreso, pero el de esta ocasión es su primer error con costos políticos directos para el gobierno. No todos los días ocurre que el Ejecutivo pierda el control de un organismo en una votación organizada por una de sus aliadas y en la que su bancada es mayoritaria.

Si eso ocurrió en la primera de las votaciones importantes del nuevo cuatrienio de Uribe, qué más podrá pasar cuando se discutan temas tan sensibles como la reforma tributaria, la reforma a la justicia, la aprobación del TLC y el anunciado nuevo proyecto sobre justicia y paz. Con razón la celebración de Vargas Lleras y el ex presidente Gaviria. Y el rostro de preocupación de los congresistas que hasta hace muy poco tiempo fueron electos con un respaldo que todos pronosticaban los convertiría en una aplanadora. Sea lo que sea, la bancada uribista  hasta ahora es una pesada máquina que no arranca.