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La politóloga Claudia López sostiene que los paramilitares controlan 7 gobernaciones, 271 alcaldías, 3.916 concejales y 135 diputados.

Política

Guerrillas, mafias y paras, las tres grandes amenazas contra las elecciones

El sabotaje de las primeras, el dinero a montones de las segundas y el respaldo armado de las autodefensas a los candidatos afectarán una vez más la jornada de votaciones, sostiene la politóloga Claudia López, en análisis para Hechos del Callejón, del PNUD.

22 de agosto de 2007

En las próximas elecciones de octubre se elegirán alcaldes, gobernadores, concejales y diputados. Estas elecciones serán escenario inusual de la lucha por retener y ganar poder político local por el remezón de la parapolítica. El balance democrático de las elecciones de octubre dependerá de si prevalece la Ley de Murphy, según la cual todo lo que puede empeorar empeora, o si el remezón parapolítico debilita electoralmente a los candidatos y partidos que han servido de representantes a mafias armadas ilegales.

Para definir señales que indicarían que nuestra democracia y no Murphy ganó la partida, un buen balance en octubre tendría cuatro indicadores. 1. El Polo Democrático logra mantener para sus candidatos locales la votación obtenida en las presidenciales. 2. El Partido Liberal recupera fuerza electoral con candidatos y alianzas menos turbias y clientelistas que en el pasado. 3. Los candidatos independientes mantienen o conquistan posiciones importantes a pesar de la polarización. 4. El parauribismo se debilita electoralmente en beneficio del uribismo no dominado por mafias y paramilitares o de sectores no uribistas con ese tipo de vínculos. En el fiel de la balanza, que inclinará el balance en una u otra dirección, estarán los efectos electorales de la judicialización de paramilitares y parapolíticos y las instrucciones y respaldos del mayor elector de Colombia, el presidente Álvaro Uribe.

Los tres flagelos criminales más amenazantes que tiene nuestra democracia intentarán utilizar los métodos que han perfeccionado para minarla. La guerrilla intentará sabotear buscando impedir el libre ejercicio del voto e incrementar la abstención. La mafia financiará cuanta campaña y candidato se deje. Y los paramilitares buscarán retener las
alcaldías y gobernaciones, que han venido gobernando a sus anchas, e incrementar sus feudos. Todos combinarán las formas de lucha para lograr sus propósitos.

El antecedente del que venimos es muy malo. Las elecciones locales del 2003 fueron el punto máximo de toma del poder político local por parte de partidos directamente vinculados con mafias y paramilitares. Como lo he expresado en otros análisis, los resultados de esas elecciones indican que los 10 partidos fichas de ese poder ilegal se alzaron con cerca de un millón y medio de votos. Si a eso se suma un 10% de los votos y plazas obtenidas a través de candidatos infiltrados en partidos más grandes como el Liberal, Conservador, Cambio Radical y lo que era La U, el balance final indica que las presuntas alianzas políticas de mafias y paramilitares se quedaron con 7 gobernaciones, 271 alcaldías, 3.916 concejales y 135 diputados. Casi la tercera parte del país local y regional es gobernada por ellos.

Esas alianzas no se han roto y con varios de sus jefes militares y políticos presos lucharán a muerte por mantenerse. Con el agravante de que esa decena de partidos lograron hundir la reforma política que los habría castigado por haber hecho esas alianzas e impedido expedir avales nuevamente. Así que las Colombias Vivas y Democráticas y demás partidos de fachada de esas alianzas espurias volverán a postular candidatos como si nada de la parapolítica hubiese sido judicializado. Sin embargo, es de esperar que en las próximas elecciones haya menos presión armada de los paramilitares gracias a la desmovilización y que no impongan candidatos únicos. Luego de años de gobernar y detentar el poder no hace falta tanta intimidación, basta con la chequera y la popularidad.

El panorama para octubre luce entonces claroscuro. Parece alentador cuando se ven paramilitares y parapolíticos presos, 35.000 paramilitares desmovilizados, la guerrilla arrinconada, un mayor control territorial por parte del Estado, una Registraduría tratando de evitar de nuevo el fraude y una sociedad civil organizada para hacer observación electoral. Pero luce macabro cuando se ven partidos al servicio de causas criminales avalando miles de candidatos, con la desmovilización a medias, la guerrilla dando plomo y la mafia llena de plata e invirtiendo en campañas. Por eso la actitud y actuación del presidente Uribe es clave. Si como hasta ahora sigue amparando e invitando a votar por candidatos y partidos de la parapolitica estamos perdidos. El flagelo seguirá enquistado en el poder local y amparado en el nacional. Si al fin decide marginar a esas fuerzas políticas de su coalición y no brindarles respaldo limitará sus alcances y prestará un gran servicio a su Gobierno y a nuestra democracia.

Nuestro Estado democrático actual es muy malo. Con una tercera parte del territorio amenazado por la guerrilla y una tercera parte del poder local y regional gobernado por mafias y paramilitares no podemos pensar que mantenernos como venimos es un buen resultado. Si se dan señales claras de que la izquierda democrática no decae, el liberalismo logra consolidar nuevas figuras que reemplacen el viejo cacicazgo y el parauribismo decrece electoralmente en favor de una derecha civilista u otras fuerzas políticas nuestro pulso democrático habrá mejorado. De lo contrario Murphy, la acción armada ilegal y la parapolítica nos seguirán ganando la partida. Lo que está en juego en todo caso es nuestra democracia, no unas alcaldías y gobernaciones.