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Desigualdad

Hay hambre

Dos humildes pueblos de Boyacá son los sitios con más alta tasa de desnutrición crónica en Colombia. El flagelo afecta a doce millones de personas en el país.

Élber Gutiérrez Roa
20 de abril de 2006

Pachavita y Betéitiva tienen en común algo más que ser nombres de pueblos sin tocayos. Estos fríos y apagados municipios boyacenses comparten también el deshonor de ser los de mayor índice de mortalidad por desnutrición en Colombia, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Ubicados a escasas tres horas de Bogotá, Pachavita y Betéitiva dependen económicamente de sus vecinos. El primero tiene unos 1.500 habitantes en el casco urbano, mientras que la población total del segundo no sobrepasa las 7.000 personas, todas ellas pobres. Pachavita es conservador y en Betéitiva ganó recientemente la lista de Cambio Radical. Ambos se dedican a la agricultura y a la ganadería en pequeña escala. Y en ambos, 14 de cada 7.000 personas se mueren por desnutrición.

La selección del PMA coincide con el informe Los municipios colombianos hacia el cumplimiento de los objetivos del milenio (que hicieron Naciones Unidas y el Programa Nacional de Derechos Humanos) divulgado hace un mes en Bogotá y según el cual la tasa de desnutrición en el país llega al 13.6%. Eso quiere decir que seis de los 44 millones de habitantes que tiene el país no cuentan con una alimentación que garantice su normal desarrollo como personas, poniéndolas en alto grado de vulnerabilidad ante enfermedades (algunas de ellas curables, como la diarrea) que para otras personas resultan menos traumáticas.

La desnutrición es el desbalance entre los nutrientes que el cuerpo recibe y los que requiere para su adecuado funcionamiento. Un déficit de nutrientes durante un periodo corto obliga al organismo a exigirle más a sus escasas reservas, pero si la desnutrición es de larga duración puede comprometer la vida de la persona. Para detectarla es necesario hacer varios exámenes de relación entre la edad, la talla y el peso de la persona. Así, por ejemplo, un niño de cuatro años debe medir un metro y pesar algo más de 15 kilos. Si pesa 14 kilos, tiene desnutrición moderada; si pesa 13, tiene desnutrición avanzada; y si está por debajo de 10 tiene desnutrición crónica, por lo cual su vida comienza a correr riesgo.

Los casos de los pachavitas o betéitivas, no llegan a los extremos de las aberrantes imágenes de los etíopes en los huesos que nos vienen a la memoria cada vez que hablamos de desnutrición, pero pueden tener consecuencias igual de graves. El informe del PNDH da cuenta de 98 casos de colombianos que murieron literalmente de hambre y de otros 1.990 en los que la desnutrición apareció asociada con enfermedades como diarrea, dengue, cáncer de cuello uterino y mortalidad materna y neonatal.

Según el PNDH, los departamentos con mayor promedio de desnutrición en Colombia son los de las costas Atlántica y Pacífica (Nariño tiene el 24%), pero los cuatro municipios más afectados están en Boyacá (Pachavita, Betéitiva y Caldas) y Santander (San Joaquín).

Alfredo Sarmiento, coordinador del Programa Nacional de Derechos Humanos (PNDH), considera que la desnutrición en el caso colombiano tiene relación directa con la pobreza, que afecta a más de la mitad de la población nacional. “No es la primera vez que encontramos indicadores preocupantes en temas como la desnutrición, pero parece que aún hace falta compromiso para mejorarlos. Es el caso de los objetivos del Milenio, que fueron aceptados internacionalmente desde la Cumbre de Naciones Unidas del 2000, pero que apenas hace un año fueron incorporados como oficiales en Colombia”, aseguró el investigador.

Para Planeación Nacional, el desafío no sólo es del gobierno central y sus estrategias de lucha contra la pobreza, sino de los gobiernos locales, quienes deben plantear alternativas desde la región para estimular una eficaz distribución de los recursos que reciben del centro del país y de los que ellos mismos generan.

Otra cosa piensan los congresistas que tienen su fortín político en las zonas afectadas. Para el representante Gustavo Lanzziano (liberal de Boyacá), “en vez de dejar que los niños del departamento se sigan muriendo de hambre, el gobierno debería destinar a su alimentación los 700 mil millones de pesos que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar tiene colocados en títulos en el sistema financiero”.

Y otra cosa piensa el ICBF. Considera que los esfuerzos contra la desnutrición deben proceder de forma conjunta de los distintos organismos estatales comprometidos en el tema, contando también con apoyo desde los gobiernos locales y con orientación adecuada para prevención de enfermedades desde escenarios como la familia y la escuela.

Precisamente el ICBF realizó este año un estudio sobre el impacto de la desnutrición en los colombianos en 2005 y encontró cifras muy parecidas a las de los informes mencionados. Por ejemplo, un 13% de los niños entre 5 y 9 años presenta retraso en el crecimiento, 5% está bajo peso para su edad y la región Atlántica es el lugar donde más hay desnutrición en ese rango de edad. Ente los jóvenes de 10 a 17 años, el 16% presenta baja estatura y el 7% por ciento bajo peso, especialmente en la región Pacífica. En donde más desnutrición crónica se presenta es en ciudades como Cali, Medellín y Barranquilla. El menor impacto lo tienen Bogotá, San Andrés, Vichada y Vaupés.

Semejantes tasas son alarmantes si se tienen en cuenta los datos del informe de la Naciones Unidas sobre el Desarrollo según los cuales la desnutrición en Colombia tuvo un descenso entre 1992, del 17% al 13% en el 2002, pero las cifras de 2005 se mantienen en el mismo 13%. Con este promedio, Colombia está por debajo de países como Noruega (0%), Argentina (2%), Chile (4%), Uruguay (4%), Costa Rica (4%), Cuba (3%), México (5%) y Ecuador (4%), pero mejor que Venezuela (17%), Bolivia (21%) y Haití (47%).

Sería clave que el combate a la corrupción se volviera tema de esta campaña electoral. Los pachavitas y los betéitivas lo agradecerán.