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Íngrid Betancourt, ex candidata presidencial.

¿Y ahora qué?

Incertidumbre por los que se quedaron en la selva

Qué pasará con Íngrid, Lizcano, Jara y López.

César Paredes
27 de febrero de 2008

“Nuestra lucha la llevamos en la noche, en el silencio...” decía la carta que le escribió hace más de un año Melanie y Lorenzo Delloye a las Farc, cuando pedían una prueba de supervivencia de su madre, la ex candidata presidencial Íngrid Betancourt. Para ellos cada día se apaga con lentitud y se lleva la esperanza de ver a su madre en libertad. Ya van seis años desde el 23 de febrero de 2002 en que fue plagiada.

Su figura enjuta, cabello largo y mirada triste del video de la última prueba de supervivencia que se conoció, consternó al mundo. Estaba a punto de cumplir 47 años. Más allá del repudio generalizado al secuestro, producto de las imágenes, sus familiares no han desmayado ni un solo día en esa lucha silenciosa.

Como ellos, los familiares de otras tres personas que pertenecen al grupo de los políticos canjeables, también reciben las noticias de liberaciones con una mezcla de ilusión y de tristeza. Con ilusión porque esas liberaciones son un presagio de que algún día los suyos estarán en casa de nuevo. Con tristeza porque no saben ahora qué va a pasar cuando las Farc han anunciado que no liberarán a más secuestrados si el gobierno no despeja Florida y Pradera.

En la manigua continúan, además de Íngrid, el ex congresista Óscar Tulio Lizcano, el es gobernador del Meta Alan Jara, y el diputado del Valle Sigifredo López.

El primer político secuestrado fue Óscar Tulio, el 6 de agosto de 2000, en Riosucio, Caldas. El año pasado, cuando su familia se preparaba para celebrar las fiestas de fin de año sin su presencia y decoraba la casa, Martha Arango, su esposa dijo: “Nunca creímos que fueran a pasar ocho navidades, ahora no sabemos cuántas más serán”. En sus palabras había una mezcla de tristeza y esperanza, por eso agregó: “Esperamos que vuelva con vida, para que pueda ver todo esto”.

Pero no sólo han pasado ocho navidades. Su hijo mayor, Mauricio, se graduó de derecho y hoy es presidente de la comisión de Paz de la Cámara de Representantes. El menor, Juan Carlos, también fue víctima de secuestro en 2006. Una cuadrilla del EPL lo retuvo durante seis meses hasta que en un operativo del Ejército fue liberado. En esa ocasión Juan Carlos dijo que su felicidad no sería completa hasta no tener de vuelta a su padre.

A principios de este año, un guerrillero desmovilizado dijo que lo había visto enfermo y que sus captores lo asistían. Hoy, las palabras que Óscar Tulio escribió en un cuaderno (una de las pocas pruebas de supervivencia que ha recibido su familia) recordando lo que un día dijera Napoleón, cobran un sentido estremecedor: “Se necesita más valor para sufrir que para morir”.

El secuestro de Alan Jara fue el 15 de julio de 2001, mientras viajaba en un carro de la ONU, con el propósito de inaugurar el puente Reconciliación, en Planadas, Meta. Jara había sido gobernador del departamento y en ese momento se desempeñaba como consultor de Naciones Unidas.

En la carta que el coronel Luis Mendieta le escribió a su familia contó que Jara era el más entusiasta de los plagiados. Por ratos aprovecha para enseñarles ruso e inglés. Los alumnos son sus compañeros de cautiverio.

Durante el tiempo que ha pasado, su familia ha vivido eventos desafortunados como la muerte de su madre en 2002, después de luchar contra un cáncer. Su único hijo, Alan Felipe, al año siguiente, ganó el campeonato municipal de tenis de mesa. Eventos a los que no ha podido asistir, pero en los que se hace presente a través de los pensamientos de su familia.

Las últimas pruebas de supervivencia se conocieron cuando Clara Rojas y Consuelo González fueron liberadas. Claudia Rugeles, su esposa, dijo al tener varias fotografías y cartas en sus manos: “A través de ellas como que me traslado y siento un poquito de él".

Sigifredo López es el único de los 12 diputados del Valle que fueron secuestrados por las Farc el 11 de abril de 2002, que está con vida. El año pasado las Farc, en un comunicado anunciaron que los diputados habían sido asesinados en el “fuego cruzado”. López era el único que no estaba con el grupo. Su esposa, Silvia Nieto, recibió la notificación de parte de la guerrilla de que su esposo estaba con vida.

En septiembre de 2006, en un video enviado por las Farc, pedía con insistencia que no se olvidaran de los secuestrados, hacía hincapié en la necesidad de un acuerdo humanitario que cada día parece más lejano.

Este político es de Pradera, Valle, uno de los municipios que se ha convertido en el punto de desencuentro entre el gobierno y las Farc; un ‘inamovible’, porque ni el gobierno va a despejar, ni el grupo guerrillero da muestras de renunciar a su petición.

Pero la lucha, de la que hablaban los hijos de Betancourt, de las noches y silencios, continúa para sus familiares. No sólo por los cuatro políticos, sino por los más de 3.203 secuestrados por las Farc, el ELN, los paramilitares y delincuentes comunes.