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James C. Jones le responde a SEMANA

En forma puntual, quiero responder a su artículo, “El gringo y las FARC,” que apareció en Semana, el número 15 de marzo de 2008:

17 de marzo de 2008

Respuesta al Artículo de Semana 15 de marzo de 2008
Por James C. Jones

· Su artículo extrae y descontextualiza partes de mi extensa carta, la cual tenía como propósito el adelantar el acuerdo humanitario, y por lo tanto retornar a los prisioneros a sus familias. Pareciera que mi carta a Reyes tuvo un efecto positivo. Por una parte, llegó a manos del jefe máximo de las FARC, Manuel Marulanda. Y por otra, unas pruebas de vida se produjeron seguidamente.

· Creo que el actual Gobierno está desperdiciando valiosas oportunidades para lograr el retorno de los prisioneros a los suyos—a Ingrid Betancourt, a mis tres compatriotas, y a colombianos retenidos por ambos lados. El lograr ese retorno fue la razón primordial de mi carta al Sr. Reyes. Por el momento, es deplorable que el acuerdo humanitario quede en las cenizas de un campamento bombardeado en Ecuador.

· Su artículo destaca un lenguaje en mi carta a Reyes que sugiere que había una relación de confianza entre él y yo. Claro que sí, la había, porque sin esa confianza sería imposible una comunicación efectiva entre dos seres humanos de origen y experiencia muy distintos. Aclaremos que no estoy de acuerdo con los métodos violentos de la guerrilla, pero tampoco coincido con los métodos del Gobierno en buscar soluciones militares para un conflicto de décadas y basado en agudos problemas políticos y socioeconómicos. La desconfianza actual impide el diálogo entre las partes en conflicto. Lamento ofender a ciertas personas con mi lenguaje, pero su reacción negativa indica la profundidad del odio y el escaso espacio disponible para un diálogo constructivo.

· Al decir en su artículo que tengo una “visión romántica de las FARC”, se pretende restar credibilidad a mis credenciales profesionales y al rol que estuve (e intento seguir) desempeñando. En los últimos 40 años, he trabajado en 30 países desde el África, el Asia, y el Medio Oriente, sin mencionar mi extensa relación con Latinoamérica. He visto de cerca la forma en que la pobreza, la desigualdad, y la violencia deshumanizan y desfiguran a los pueblos. Créame, no soy ni tan inocente ni tan romántico. La sangre no produce romanticismo sino repugnancia. Mi accionar busca encarar un grave problema con racionalidad.