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"La aceptación de la gente justifica que uno trabaje 16 horas diarias"

En 2003 Bogotá respiró cultura. Cada fin de semana estuvo programado un evento con el único fin de entretener e instruir a miles de bogotanos que atendían el llamado del Instituto Distrital de Cultura y Turismo. Conciertos, talleres, exposiciones y obras de teatro estuvieron a la orden del día. Rocío Londoño, su directora, habló con Semana.com sobre el cambio de conciencia cultural en los bogotanos, el presupuesto y los retos de su sucesor.

17 de noviembre de 2003

Rock al Parque, la exposición Tiempos de Paz, el VI Festival de Música Contemporánea y Jóvenes Tejedores de Sociedad, fueron algunos de los eventos que este año trajo el Instituto Distrital de Cultura y Turismo (IDCT), una de las instituciones que salen mejor libradas de la administración que está a punto de concluir.

Ese es el balance que arrojan las cifras, que demuestran que 1.313.581 bogotanos gozaron con los 8.247 eventos realizados hasta septiembre 30. Hubo de todo, festivales de música, obras de teatro, recorridos por la ciudad, cine sobre ruedas, exposiciones y concursos.

Rocío Londoño habló con Semana.com sobre los logros de su administración, los problemas de presupuesto y las razones por las que hay que hacer énfasis en el fortalecimiento de la cultura en la capital colombiana.

SEMANA.COM: Las cifras demuestran que en los últimos tres años ha habido un incremento en la asistencia a eventos culturales organizados por el instituto ¿cree que hubo un cambio en el interés de la gente?

Rocío Londoño: La calidad de los eventos culturales ha sido decisiva para la buena aceptación del público. Yo diría que esta es una institución fuerte en la ciudad, tiene una trayectoria de 25 años y prestigio público. Por ejemplo, en la Encuesta de Percepción Ciudadana hecha por “Bogotá cómo vamos”, a mediados de este año, el IDCT y el IDRD ocupan el primer lugar en imagen favorable. La asistencia masiva no es algo exclusivo de estos tres años, pero ciertamente ha habido un incremento notable que es el resultado de una meta fijada por esta administración. En Bogotá la oferta cultural tiende concentrarse en seis localidades donde vive gente que tiene mayor acceso a la cultura, pero Bogotá tiene 20 localidades. Nos propusimos entonces desconcentrar la programación ofrecida por el IDCT de manera que fuera accesible a todos los ciudadanos y en particular a los estratos 1, 2, y 3. Comenzamos a trabajar sobre el mapa de Bogotá para asegurar el cubrimiento de la ciudad.

SEMANA.COM: ¿Pudieron llegar a las 20 localidades?

R.L.: No buscamos llegar a las 20 localidades, sino a las que carecían de una buena oferta cultural. Para ello fortalecimos el programa “Cultura en Común”, que consiste en ofrecer programación cultural todos los fines de semana en 10 localidades con predominio de estratos 1, 2 y 3. Para fortalecer la cultura es preciso asegurar la regularidad y la continuidad de los programas, pues los eventos esporádicos no permiten formar nuevos públicos ni fortalecer los procesos culturales. La programación cultural del IDCT no busca solamente divertir y ocupar el tiempo libre de la gente sino formar públicos para las diversas expresiones artísticas y ciudadanos críticos. Una de las cualidades del arte y otras expresiones culturales es que amplía los horizontes vitales y la visión del mundo. Por ello hemos puesto tanto empeño en la formación de nuevos públicos; esto implica hacer eventos de buena calidad, tener en cuenta los diferentes gustos de los ciudadanos, los diferentes géneros artísticos y las diversas expresiones culturales de la ciudad y sus zonas rurales.

Aún no tenemos una cobertura total. Pero recordemos que además de lo que hace el IDCT, la ciudad cuenta con los conciertos de la Orquesta Filarmónica, los eventos de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño y el Jardín Botánico y la abundante oferta cultural de los grupos locales y las fundaciones sin ánimo de lucro que reciben recursos del IDCT. De otra parte, el IDRD ofrece semanalmente numerosos eventos recreativos y deportivos en los parques y otros escenarios, a los que concurren anualmente más de ocho millones de personas. El fortalecimiento del programa “Cultura en Común” ha tenido muy buenos resultados: de 294.772 asistentes en 2001 llegaremos a 440.000 a finales de este año. De este programa vale la pena destacar la participación de la Cinemateca Distrital con la programación de cine y video, lenguajes que hoy día son muy apreciados por todos los públicos, pero sobre todo por los niños y los jóvenes.

SEMANA.COM: ¿Qué recepción han tenido?

R.L.: La recepción ha sido muy buena. Eso justifica que aquí trabajemos 14 o 16 horas diarias y los fines de semana. Según la medición que hicimos en el 2001, de los cupos ofrecidos por el IDCT en los eventos realizados en ese año, tan solo se aprovechó el 46 por ciento. Aunque esa cifra está dentro de los estándares internacionales, cuando los recursos económicos destinados al fomento de la cultura son escasos es necesario hacer el máximo esfuerzo para optimizar la ocupación. Por tanto nos fijamos la meta de alcanzar en junio de 2004 un 60 por ciento de ocupación. A la fecha, debo decir que cumpliremos esta meta en diciembre de este año. En números absolutos esta meta significa que cerca de dos millones de personas hayan asistido a los eventos culturales del IDCT. Para lograr esta meta diseñamos una estrategia de comunicación y difusión masiva que por fortuna resultó muy acertada. Además, hemos tenido una excelente acogida en los medios de comunicación de la ciudad.

SEMANA.COM: Por ejemplo, ¿qué acogida ha tenido, el programa que propone los recorridos gratuitos por los museos los últimos domingos del mes?.

R.L.: Este programa se llama “Siga, esta es su casa” y viene de tiempo atrás. Consiste en dar acceso gratuito, un domingo al mes, a los museos y otros escenarios culturales de la ciudad. Este programa cuenta con la colaboración de la mayoría de los museos y ha sido tal su aceptación que hicimos nuevos esfuerzos para propiciar aún más el conocimiento y el disfrute colectivo del patrimonio de Bogotá. Por ejemplo, durante estos tres años hubo una creciente afluencia de gente el día del patrimonio, que se celebra el último domingo de septiembre. En el año 2001 concurrieron a los recorridos urbanos y al desfile histórico en la Avenida Jiménez cerca de 30.000 personas y este año asistieron más de 100 mil personas. Es muy interesante y grato ver a los abuelos, los padres y los hijos visitando los museos y recorriendo el centro histórico de la ciudad. Cabe añadir que en el diseño y la operación de los recorridos urbanos también han participado la Corporación La Candelaria y la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Además, han servido para el entrenamiento de los estudiantes de los programas académicos de Turismo.

SEMANA.COM: Ustedes mismos han señalado que en este período se registró una reducción sustancial del presupuesto. ¿En qué medida se reflejó en la labor del Instituto?

R.L.: La reducción del presupuesto tuvo que ver con la situación fiscal del país y de la ciudad. Pero en estos tres años hubo una mejoría de la situación financiera del Distrito que permitió incrementar un poco el presupuesto en los años 2002 y 2003. Con todo y las restricciones presupuestales, no es cierto -como han afirmado algunos columnistas- que el Alcalde Mockus no haya apoyado la cultura. Con respecto al año 2000, la reducción de recursos la padecimos todas las entidades, excepto Educación y Salud, por razones obvias. Quien tenga un mínimo sentido de justicia entiende que en momentos de escasez es más importante asegurar la educación y la salud que un evento de rock. No obstante, logramos mantener los estímulos a la creación artística, los apoyos a más de 50 organizaciones culturales y los programas de educación artística de la Academia de Artes de Bogotá, la Academia Luis A. Calvo y Tejedores de Sociedad. Y en lo que respecta a la oferta cultural, tanto el número de eventos como el público se incrementaron. Pese a la reducción del presupuesto, hay que decir que Bogotá cuenta con una inversión pública en cultura que en modo alguno es despreciable. Es muy superior a la de muchas ciudades de América Latina. Con ello no quiero decir que el presupuesto sea suficiente, pues las necesidades culturales son dinámicas y aumentan día a día.

SEMANA.COM: Hablando de Latinoamérica, ¿en qué lugar podría ubicar entonces a Bogotá?

R.L.: En abril asistí al foro de creación de la Red Iberoamericana de Ciudades por la Cultura, en Montevideo. Uno de los temas en las mesas de trabajo fue la financiación de la cultura. Para mí fue sorprendente ver que hay una marcada tendencia internacional hacia la disminución de la inversión pública en el arte y la cultura. Cada vez son menores los subsidios estatales y cada vez se busca más que la cultura sea “autosuficiente”. Al comparar los presupuestos de diferentes ciudades me sorprendió ver que Bogotá está entre las ciudades que mayor inversión pública hacen en fomento al arte y demás expresiones culturales. Ahora bien, cuando hablo de inversión en cultura me refiero a todo el sector público del Distrito, es decir: el IDCT, el IDRD, la Orquesta Filarmónica de Bogotá, la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, la Corporación La Candelaria, el Jardín Botánico, Canal Capital. Tan solo el presupuesto de IDCT en este año es de un poco más 10 millones de dólares.

SEMANA.COM: ¿De dónde obtienen el presupuesto?

R.L.: De la Secretaría de Hacienda. Es totalmente financiado por la Alcaldía. No obstante, nos hemos empeñado en aumentar los ingresos propios del IDCT, a través del aumento de público en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán, la Cinemateca, el Planetario y mediante la consecución de patrocinadores para los eventos masivos y algunos programas como “Cultura en Común”.

SEMANA.COM: Pero, ¿hay algo a lo que han querido apuntarle que no se haya podido, ya sea por falta de presupuesto o porque realmente no sea viable hacerlo en Bogotá?

R.L.: De todos modos, las oscilaciones en el presupuesto son un problema serio, pues dificultan la planeación, restringen la capacidad de apoyo y fomento a las numerosas iniciativas culturales de la ciudad y afectan procesos en gestación. Esa fue la razón por la cual en estos tres años no pudimos adquirir un nuevo proyector para la cúpula del Planetario, inversión que aunque costosa es urgente, pues el proyector actual es obsoleto y no permite actualizar la programación del Planetario. Esa es también la razón por la cual hicimos varios intentos, junto con algunos concejales y la Secretaría de Hacienda, para encontrar la manera de proteger o estabilizar el presupuesto público de cultura en Bogotá. Infortunadamente no lo logramos, pues todavía subsiste la idea de que la cultura es superflua, que no es un gasto necesario. Entonces cuando hay problemas fiscales se tiende a recortar los gastos en cultura. El dilema: o atacamos la pobreza o apoyamos la cultura, es un falso dilema, pues el fomento de la cultura no es solamente una obligación constitucional sino que también contribuye a atacar la marginalidad y la exclusión social. Ese esfuerzo de encontrar fuentes estables para la financiación de la cultura es crucial en el futuro próximo.

SEMANA.COM: En ese sentido, ustedes presentaron un proyecto en el Concejo Distrital para conseguir un presupuesto estable, pero fue rechazado. ¿A qué se lo atribuye?

R.L.: No era fácil. Después de pensar sobre cómo estabilizar el presupuesto cultural del Distrito, se logró una fórmula con la Secretaría de Hacienda que plasmamos en un proyecto de acuerdo presentado en octubre al Concejo de Bogotá. Para decirlo en pocas palabras, la fórmula consiste en que el presupuesto de cultura se incrementaría anualmente de acuerdo al IPC (índice de precios al consumidor). En caso de que los ingresos corrientes del Distrito crezcan por debajo del IPC, el ajuste se haría en la proporción correspondiente. Infortunadamente, el Concejo no aprobó este proyecto de Acuerdo. Ojalá que la administración del Alcalde Garzón retome esta iniciativa y la saque adelante.

SEMANA.COM: ¿Cuáles fueron los argumentos?

R.L.: Creo que hay varias razones. Quizás se presentó en un momento poco propicio para este tipo de iniciativas. Encontramos muy poca disposición de los concejales, con excepción de unos pocos, para aprobar proyectos de la Alcaldía, debido tal vez al periodo electoral. Además, en los debates sobre este proyecto, algunos concejales argumentaron que frente a las necesidades sociales la inversión en cultura no era prioritaria. Encontré muy poca receptividad por parte del Concejo, pese a que esta propuesta no implicaba ningún impuesto nuevo, ni quitarle un pedazo a un impuesto vigente ni disminuirle el presupuesto a otra entidad. Ahora bien, hay que decir que hubo poca difusión de este proyecto y ninguna presión por parte de los grupos culturales. Percibo que la búsqueda de mayores recursos públicos para la cultura aún sigue siendo muy individual. Todavía estamos en una situación en la que prevalecen los intereses particulares y pocos participan en iniciativas de interés colectivo.

SEMANA.COM: A pesar de ello, usted habla de ciertas ganancias en cuanto a conciencia y espacios culturales. ¿Cuál sería el reto de la próxima administración para sostenerlas e incrementarlas?

R.L.: Bogotá tiene una impresionante dinámica cultural. Es tan fuerte la presencia institucional que en la última década los cambios de administración no han generado grandes traumatismo en las instituciones. Ya se sabe que en parte el avance de Bogotá se debe a la continuidad de programas cuyo impacto positivo es evidente. Si cada tres años se cambiaran todos los programas y planes de acción de las entidades culturales, se habría hecho muy poco. Con ello no quiero decir que no sea necesario reorientar algunos programas o crear algunos nuevos de acuerdo con cada plan de desarrollo. Por ejemplo, los festivales al parque son ya una tradición de la ciudad. Nosotros renovamos el formato y los ampliamos a nuevos géneros, pero mantuvimos la idea original de sus creadores. El afán de originalidad a toda costa por lo general no da resultados a mediano y largo plazo. Si un programa está funcionando bien y tiene excelentes resultados ¿Por qué suprimirlo?

SEMANA.COM: A veces uno cree que tres años no son suficientes, ¿qué cree que le pudo faltar?

R.L.: Yo siento una satisfacción grande pues la gente del Instituto trabajó intensamente y con un tremendo compromiso para sacar adelante las metas y el plan de trabajo que nos trazamos. Además los resultados han sido muy positivos. Pero hubo varios proyectos que no logramos concluir y que me preocupan a futuro. Primero, la adquisición del nuevo proyector del Planetario. Aunque vale más de dos millones de dólares, se podría pagar con los ingresos por taquilla correspondientes a cinco años. Dejamos hecho el estudio de factibilidad y una propuesta de desarrollo del Planetario. Este problema me trasnocha, pues no quisiera que por ningún motivo el Planetario se viera obligado a cerrar sus puertas a los niños y sus numerosos visitantes.

Hay otro tema que vale la pena mencionar: El Teatro Faenza, un valioso monumento nacional que ha sido puesto en venta por parte de dos bancos de la ciudad. Cuando supimos esta noticia iniciamos gestiones junto con la Corporación La Candelaria y la Defensoría del Espacio Público para ver si lo podíamos adquirir. Presentamos una oferta pero aún no hemos obtenido respuesta. Sería muy importante que la próxima administración tratara de adquirir este inmueble, no sólo porque es una pieza importante del patrimonio arquitectónico y cultural de Bogotá, sino porque permitiría ofrecer a la ciudad una programación cultural distinta a la que hoy ofrecen el teatro Jorge Eliécer Gaitán y la Cinemateca Distrital. La adquisición y restauración del Teatro Faenza dotarían a la ciudad de un magnífico escenario cultural.

Pese a los notables avances culturales de Bogotá todavía falta mucho en materia de formación artística y en los colegios públicos. Es necesario que a los niños se les fomente el interés por la lectura, por la música y por las artes en general.