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60 años después de Hiroshima

La amenaza latente

Santiago Torrado
30 de julio de 2005

"No más Hiroshimas" era uno de los lemas de los miles de manifestantes que se reunieron en mayo para marchar frente a las Naciones Unidas con ocasión de la Conferencia para el control de las armas atómicas, la revisión que se hace cada cinco años del Tratado de No Proliferación nuclear (TNP). En medio de crecientes tensiones globales, estimuladas por la agresividad de los halcones de Washington, el resultado no fue esperanzador. En el esfuerzo por el desarme mundial, como tituló el diario El País de Madrid, prolifera el fracaso.

Mientras Washington quería concentrarse en las amenazas de Corea del Norte e Irán, muchos de los países no nucleares querían poner el foco en las cinco potencias atómicas originales (Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China) y el incumplimiento de sus compromisos de desarme. Afirman que el club nuclear ha reducido sus arsenales, pero todavía conservan las ojivas suficientes para acabar con la humanidad. Al final no hubo ningún acuerdo.

Las armas nucleares se convirtieron en el más pavoroso legado del siglo XX. Después del horror de Hiroshima y Nagasaki, el temor a un intercambio atómico dominó el mundo durante la Guerra Fría. Contrario a lo que podría pensarse, más de una década después del colapso de la Unión Soviética el mundo no está más tranquilo. Por el contrario, la amenaza parece más latente que nunca.

La meta de eliminar las armas nucleares parece haber sido olvidada por los lideres mundiales. "Estoy convencido de que las armas nucleares deben ser abolidas. Su uso en un conflicto militar es impensable; usarlas para obtener objetivos políticos es inmoral", declaraba el mes pasado en una carta abierta el ex presidente soviético Mijail Gorbachov. Su argumento parece demoledor, pero en términos de pragmatismo las armas atómicas parecen mantenerse como un buen argumento de disuasión.

La terrible carrera armamentista mundial que Albert Eisntein pronosticaba si Estados Unidos lanzaba la bomba atómica se convirtió en realidad, y aunque no se propagó a 25 países en una década, como predijo en una ocasión el presidente John F. Kennedy, ocho países la poseen (tres de ellos por fuera del TNP) y otros dos están en el ojo del huracán por sus ambiciones atómicas. El desafiante gobierno de Kim Jong Il en Corea del Norte asegura tener armas atómicas, se retiró del TNP en 2003 y amenazó con un "mar de fuego" si alguna sanción le era impuesta. Irán, por su parte, a duras penas esconde sus intenciones de desarrollarlas. (Ver gráfico interactivo sobre la proliferación nuclear).

Estos dos países, junto a Irak, componen el famoso 'eje del mal' declarado por George W. Bush. Sus líderes parecen haber entendido que en tiempos de la 'guerra preventiva' no parece descabellado buscar un  seguro para blindarse contra la mayor potencia militar de la historia.

Allí donde las potencias nucleares exigen desarme responden con nuevas tecnologías y pruebas. Las potencias no solo no han cumplido con el desarme a la velocidad esperada, sino que están trabajando en nuevos tipos de armas. China está modernizando su arsenal  y el Pentágono está desarrollando toda una nueva generación de armas atómicas que incluye 'tipos enteramente nuevos de ojivas nucleares', y bombas atómicas de precisión  y baja potencia, entre otras. A eso se suma que, en promedio, las actuales ojivas estadounidenses tienen una potencia 20 veces mayor que la bomba de Hiroshima.

Aunque Irán y Corea del Norte representan una amenaza no son el único foco de tensión. Muchos temen que el primer intercambio nuclear de la historia tenga lugar entre India y Pakistán, dos países que ya han librado tres guerras convencionales. En 1998, se mostraron los dientes en un intercambio de pruebas nucleares. Junto con Israel, son los únicos tres países que tienen armas nucleares y nunca firmaron el TPN.

Sin embargo India acaba de adquirir un nuevo estatus después de alcanzar un acuerdo sin precedentes con Estados Unidos para compartir tecnología nuclear. Para algunos es una movida inteligente de Washington para asegurar un aliado estratégico que le ayude a contener el ascenso de China mientras otros lo consideran una bofetada al ya de por sí herido TPN. Cómo reaccione Pakistán, donde los militares son aparentemente muy cercanos a grupos islamistas fanáticos, está por verse.

La experiencia de China, India y Pakistán demuestra que la proliferación nuclear genera reacciones en cadena. La situación de Corea del Norte e Irán hace temer que se desencadenen carreras armamentistas en el este de Asia y Oriente Medio. Mientras más armas nucleares existan, más posibilidades habrá de que sean usadas.

Pero la peor amenaza atómica ya no proviene de los países hostiles. El terrorismo podría perpetrar un atentado de proporciones inéditas con una sola bomba y los controles ya no son suficientes. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha registrado más de 540 incidentes de tráfico ilegal de productos nucleares desde 1993. Es prácticamente imposible seguir el rastro de todo el arsenal soviético y muchos científicos con información valiosa quedaron desempleados tras el colapso de la URSS. Según informes de inteligencia, aún se mantiene vigente el circuito que creó Abdul Qadeer Khan, el padre de la bomba paquistaní que traficó secretos nucleares con Irán, Corea del Norte y Libia. En cualquier momento un arma nuclear podría caer en las manos de terroristas.

"La carrera armamentista fue un enorme error y pagaremos las consecuencias. En algún momento veremos bombardeos con armas nucleares en Estados Unidos. Hay miles y miles de armas en todo el mundo hoy, en algún momento alguien tomará una y la usará. Es una amenaza real que la gente subestima", asegura Gar Alperovitz, experto en armas atómicas. El estallido de otro artefacto nuclear podría ser solo cuestión de tiempo.