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La Banda de Bangaño

Como buena estancia de paz el departamento de Córdoba sigue haciéndole honor a su diversa condición cultural donde las expresiones fluyen espontáneamente. Por eso seis cordobeses se reunieron y formaron La Banda de Bangaño, un grupo musical que con instrumentos hechos por ellos mismos entretienen a los habitantes del Sinú.

Miguel Ángel Castilla Camargo
16 de mayo de 2004

La inventiva de un grupo de sinuanos que convirtieron la calabaza, un exquisito fruto de la tierra, en instrumento musical reafirma la capacidad creativa de los cordobeses. Lo que nació como un juego en la vereda Las Salinas, corregimiento de Bongamella, cerca de San Pelayo, se ha ido consolidando a tal punto que su promotor José Domingo López Almario, heredero de un legado musical dedicado a las labores del campo, lo define y lo valora como "una propuesta recreativa".

Y es que sin exagerar, se ve tan sencilla la consecución de un artefacto sonoro a partir de la extracción de la pulpa y el posterior secamiento al sol, que hasta los incrédulos de la vereda han optado por repetir una y otra vez tal ejercicio. Si vemos los antecedentes de la calabaza, además de ocupar los primeros lugares en la gastronomía cordobesa, podría decirse que también es importante, al igual que el bangaño, por ser útil como recipiente. Pero de ahí a que sirva como pito en el que tranquilamente se puede interpretar un Porro como María Varilla, o un fandango como Vámonos caminando, con la mística y el ímpetu pelayero, es algo que verdaderamente sorprende.

Detrás de aquellos sonidos agradables también se percibe un fenómeno sociocultural de legitimación que estos constructores de paz han sabido sortear prudentemente. Esa tolerancia tal vez es la que le permite al final a José Domingo expresar con satisfacción: "En medio de las criticas se nota que la banda les gusta y eso es lo más importante para nosotros". Y realmente ese aprecio que percibe su principal forjador se evidencia desde su fundación, comenzando por los pobladores de Las Salinas y los habitantes de las riberas del Sinú que de manera jocosa la han bautizado varias veces. Primero, en su pueblo natal la denominaron "La Parapeto" por que su sola conformación era toda una odisea; luego, algunos sugirieron que se llamara la "Banda de Calabaza" en honor al elemento más representativo; después los mismos protagonistas le colocaron "Banda 23 de Diciembre de Las Salinas" por ser el día en que oficialmente se fundó como grupo musical, y últimamente, como dice el decimero Juan Doria, un admirador de esta expresión, "desde La Madera (San Pelayo) hasta El Carito (Lorica) todo el mundo los identifica como la Banda de Bangaño, por su parecido con la calabaza, y ante eso no hay nada que hacer".

López Almario, que se auto define como "un hombre descomplicado al que las cosas materiales poco trasnochan", concepto que corroboran sus compañeros de grupo, dice que lo más difícil ha sido la consecución de la percusión, ya que los recursos económicos son escasos. Añade que tal situación los llevó a fabricar rudimentariamente sus propios instrumentos con lo que tenían a la mano. Pero ello más que amilanarlo, refleja la actitud de un soñador que con orgullo expresa: "Cuando surgió la idea de montar la banda nos alegramos al extremo que comenzamos por hacer el bombito con un vaso de madera que elaboró uno de los integrantes y con unos cueros y alambres que guardábamos en casa".

No obstante, José Domingo advierte que si bien lo ideal es tener un buen redoblante, un bombo y unos platillos, y hasta un buen uniforme, lo que más requieren es un instructor capacitado que les permita acoplar los pitos -calabazas- para poder incorporar el extenso repertorio nacional a su particular formato musical.

El fervor por esta agrupación, sin precedentes en el departamento de Córdoba, ha contagiado a los pobladores de Las Salinas, que ya se han ido acostumbrando al recital diario de estos talentosos músicos que al mejor estilo de las bandas pelayeras suplen las trompetas, bombardinos y hasta las tubas metálicas por calabazas de variados tamaños que producen llamativos sonidos que ya han comenzado a trascender las fronteras del Sinú.