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La cenade los idiotas. Una comedia donde el que la hace, la paga. Foto Daniel Reina

CULTURA

‘La cena de los idiotas’, una sátira de la clase alta en estreno en el Teatro Nacional.

En su sede de La Castellana, comienza la temporada de una pieza que seguramente provocará carcajadas, pero que también inquietará a sus espectadores. La obra es inspirada en una historia verdadera.

César Paredes
13 de septiembre de 2007

Título: La cena de los idiotas, de Francis Veber
Versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino
Director: Mario Morgan
Actores: César Mora (Francisco Piñón), Jairo Camargo (Pedro Barrantes), Patricia Castañeda (Cristina Barrantes), Carlos Barbosa (Doctor Amaya-Luis Piernagorda), Patricia Tamayo (Adela), Mario Ruiz (Justo lezama)

“El que la hace, la paga” es la moraleja que deja La cena de los idiotas. Justo como ocurre en el arte, pero raras veces sucede en la vida real. La obra de teatro escrita por Francis Veber que fue llevada a la pantalla grande deja una lección a quienes presumen de “vivos” y que viven de los “bobos”: es más idiota el que se aprovecha que el aprovechado.

Francisco Piñón es lo que en Colombia llamaríamos un ‘nerdo’, que lleva a cuestas el estigma que da la genialidad con una buena dosis de torpeza. Su afición es construir maquetas en miniatura, reproducciones de las grandes obras de la ingeniería y trabaja como recaudador de impuestos. Su estatura de liliputiense, figura redonda y calvicie de obispo le dan rasgos de caricatura, que por sí solas, sin que Piñón pronuncie una palabra, sugieren una sonrisa.

Pero de sonreír con Piñón a convertirlo en un objeto de burla hay un trecho bastante grande, cuyo salto es la intolerancia. Para eso están los ‘yupis’, franceses en quienes fue inspirada la obra inicialmente, una suerte de ‘gomelos’ llenos de complejos, que se reúnen todos los miércoles a cenar con los “idiotas” que invitan para burlarse. El juego consiste en que los señoritos llevan a quien pueda competir en el concurso del más idiota. Piñón sería un “ejemplar único en su especie”.

El recaudador de impuestos tiene la suerte ser invitado por Pedro Barrantes, un editor egocéntrico que hace parte del club de burladores. Primero tiene que ir a la casa del editor. No tiene idea de lo que Barrantes planea: asegurarse de su grado de idiotez. Pero la vida tiene sorpresas y el cazador cae en su propia trampa. En ese momento se comienza a enredar la historia y a Barrantes le da un desgarre muscular, su esposa lo deja debido a su inmadurez, y en medio de su dolor y su soledad, el único que puede acompañarlo es el cobrador de impuestos.

En el fondo de la trama un hombre solo comienza a ser la víctima y a recibir un poco de su propia medicina. El concepto de “idiotez” da un viraje y ante las torpezas de Piñón, una revelación tiene lugar: Barrantes empieza a descubrir su propia crueldad y que el idiota es él. Pasa lo que puede ser su peor noche, a merced de Piñón.

Poco a poco una lección de humildad se va develando a través de las cómicas situaciones en las que los personajes se ven atrapados. El humor de la obra no está mediado por chistes, ni la adaptación del director uruguayo Mario Morgan acude convertir los personajes en figuras criollas. La obra conserva diálogos y estereotipos originales, debido a que “ese concepto de idiotez es universal, al igual que la discriminación hacia ciertas personas”, dice Jairo Camargo, quien interpreta a Pedro Barrantes.

El tema encuentra su correspondencia en lo que ocurre en algunos sectores de la sociedad colombiana, como en todas partes. “Cada día está más acendrada la actitud de mirar por encima del hombro y basar la existencia en burlarse de los demás”, comenta Camargo. Por esta razón, Morgan encontró oportuno llevar a las tablas una historia que en Francia logró reunir nueve millones de espectadores. “Es una comedia inteligente, que invita a la reflexión”, dice.

Esta semana se estrena en el Teatro Nacional La Castellana esta sátira de la clase alta, que seguramente provocará carcajadas, pero que también inquietará a sus espectadores.