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"La corrupción era la manera de negociar, ahora es un cáncer"

Colombia y el mundo han tomado conciencia de las consecuencias que la corrupción trae consigo. No por ello han dejado de haber policías de tránsito que cobren a cambio de no poner una multa o funcionarios públicos que realicen trámites por dinero. Stuart Gilman, presidente del Ethics Resource Center de Washington, habló con SEMANA.COM sobre la lucha contra este flagelo y el papel de los medios en ésta.

9 de mayo de 2004

En los últimos años, Colombia pasó de ser el segundo país más corrupto del mundo a ocupar el número 59, según la ONG Transparencia Internacional. Sin embargo, el problema está tan arraigado en el país que es parte de la cultura "darle pa' una gaseosa" al funcionario de la oficina pública para que agilice el trámite o pagarle el almuerzo a todo un barrio a cambio de votos. Pero no todo el mundo está consciente es de que eso es corrupción ni de que ésta tiene serias consecuencias en la sociedad y la economía. Así lo explicó, en diálogo con SEMANA.COM, Stuart Gilman, el presidente del Ethics Resorce Center de Washington, una organización sin ánimo de lucro que desde hace más de 80 años trabaja con gobiernos, empresarios y organizaciones no gubernamentales alrededor del mundo para promover la ética. Gilman dictó dos conferencias la semana pasada sobre este tema, en el marco de la presentación del balance de Transparencia por Colombia en su lucha contra la corrupción en el país. SEMANA.COM: Las cifras reportan una mejoría sustancial en materia de corrupción, ¿a qué se lo atribuye? Stuart Gilman: Yo creo que ha habido varios cambios que han contribuido a que la corrupción bajara no solo en Colombia, sino en el mundo. Hasta hace 10 años, los gobiernos y las organizaciones multilaterales como la UNO y la OEA tomaron el tema de la ética y la corrupción seriamente. Además, pueden destacarse tres razones por las que ha habido reducción en la percepción de corrupción: primero, porque los países se preocupan ahora por el tema y hay evaluaciones desde Canadá a Chile para vigilar. Segundo, las compañías son conscientes de que deben competir a escala global y no pueden hacerlo si hay corrupción, pues va en contra de la competencia y los precios en el mercado, que aumentan. Además, hay compañías que no quieren entrar a los países en los que se recurre a la corrupción para adelantar los negocios no están dispuestas a pagar sobornos. Tercero, hace 10 años no se hablaba abiertamente del tema. Aunque es difícil de creer, la palabra como tal no era usada porque hasta los que recurren a ella saben que lo que hacen es vergonzoso y lamentable. Hace diez años no decían "le voy a dar dinero a cambio de.", sino, con la plata en la mano: "¿Me podría hacer un favor?.". Entonces la situación cambió, en parte gracias a la labor de algunas ONG como Transparencia por Colombia, que mostraron que sí había un lenguaje para denominar esas conductas, pues la corrupción era la manera como se negociaba. Ahora es un cáncer. SEMANA.COM:¿Se puede reducir el problema de la corrupción a la ineficiencia del Estado para combatirla? S.G.: Esa es la pregunta crítica que hay que hacerse para abordar el tema de la corrupción. Uno no puede hablar únicamente de lo que hace el gobierno para combatirla. Lo que hay que ver es lo que hace todo el país. Nuestra experiencia ha demostrado que para acabar la corrupción no basta que el gobierno actúe en su contra. De hecho, tiene que haber colaboración multilateral entre el sector privado y el público. Es importante la colaboración de las ONG y los medios, que juegan un papel fundamental para denunciar y mostrar cómo opera. La corrupción es un problema de doble vía (de oferta y demanda) en el sector público y en el privado. Por eso no puede ser responsabilidad sólo del gobierno, sino de todos los sectores de la sociedad. Los medios tienen que responsabilizarse de denunciarla y también mostrar cuando se haga lo correcto para atacarla. SEMANA.COM: ¿Hacia dónde deben estar enfocadas las políticas públicas en torno al tema? S.G.:Hay que pensar las políticas en dos niveles. Primero, hay que asegurarse de que gobierno sólo juega como árbitro y no que trata de meter goles mientras pone las reglas. El juego se le debe dejar a otros actores. Lo que se debería hacer es crear una suerte de recompensas para que a la gente le interese hacer lo correcto, que entre ellos se vigilen y vean los beneficios de la lucha contra la corrupción. Por ejemplo, a mediados de los 80 las industrias del sector de la Defensa de Estados Unidos crearon un comité para evaluar el comportamiento frente al flagelo en varias compañías. Entre otras actividades, tenían reuniones anuales en las que mostraban sus logros y competían entre sí en la promoción de valores. También denunciaban lo que hacían mal ante el comité y ante los medios, pues era mejor que ellos mismos reconocieran públicamente sus errores antes que la opinión pública se enterara y el castigo y la vergüenza fueran mayores. Además se basaban en el principio básico: cubrir los errores puede hacer más daño que mostrarlos. Segundo, el gobierno debe dejarles a otros sectores la responsabilidad de vigilar. Las ONG y los medios de comunicación pueden tener esa función. Por ejemplo, desde hace algunos años, la ley de Estados Unidos estableció que las declaraciones de activos y hojas de vida de los funcionarios del Estado debían ser públicas, de manera que los medios y la gente pudieran conocerlas y ayudar a revisar qué se estaba haciendo mal. Los medios de comunicación andan en búsqueda de la historia, de encontrar lo raro para denunciarlo y vender, entonces son los mejores fiscales en los casos de corrupción. En 1994, un periodista del Miami Herald encontró que una funcionaria del Departamento del Tesoro en Estados Unidos no puso en su declaración de activos que ella y su hermano eran dueños de un banco. Cuando los medios y las autoridades le preguntaron sobre el tema, ella negó esa propiedad. Pero el periódico determinó que había mentido y sí era la propietaria. En 1995 tuvo que pagar seis meses de cárcel, seis meses de servicio comunitario y 10.000 dólares de multa. En ese sentido, los medios demostraron ser los más capaces a la hora de denunciar y vigilar. SEMANA.COM:¿Qué papel juega la educación en la lucha contra la corrupción? S.G.: Los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la educación de los ciudadanos. Se supone que en una sociedad democrática los medios son libres. Desafortunadamente eso no es del todo cierto, pues habitualmente los medios son propiedad de los partidos políticos. El caso es que los ciudadanos tienen que ser capaces de entender la información que se les da, que en algunos casos puede ir en contra de su ideología o simplemente ser controversial. Además tienen que estar conscientes de los alcances de la corrupción. Eso se puede lograr a través de los medios, haciendo público el problema, mostrándolo. Nadie lo hace público, aunque la practican, la corrupción es una vergüenza. El policía que soborna a los ciudadanos no llega en las noches a su casa y les dice a sus hijos: "Vamos a contar la plata que gané hoy con los sobornos". A la gente le avergüenza aceptar que paga a cambio de favores o que soborna al agente de tránsito para evitar una multa. Todos ellos deben entender que la corrupción no es un negocio lucrativo. Eso hace que los precios suban, solo para mencionar una de las consecuencias. La persona que va a almacén a comprar un televisor tiene que pagar más de lo que realmente vale, porque detrás de la llegada del aparato al almacén hubo que pagar una serie de partidas adicionales para el transporte, el paso por la aduana y otra serie de sobornos que ya están dentro del presupuesto. Si no hubiera que dar esas partidas, los artículos serían más baratos. La gente también tiene que aprender que la corrupción no tiene justificación, que le hace daño a la sociedad.