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La crónica de Damián Alcázar

El actor mexicano, protagonista de ‘Del amor y otros demonios’ y ‘Satanás’, es el villano de ‘Las crónicas de Narnia, el príncipe Caspián’. SEMANA habló con él en Cartagena sobre su participación en esta taquillera mega producción.

Enrique Patiño
6 de junio de 2008

El mexicano Damián Alcázar acababa de dejar el Palacio de la Inquisición, en Cartagena, donde participó en el rodaje de la cinta Del amor y otros demonios. Caminó hasta la Plaza de Santo Domingo, irreconocible entre los turistas, con una barba del siglo XVIII y una tranquilidad que quisieran otras estrellas del cine.

Pasó desapercibido, a pesar de haber interpretado a tres personajes colombianos (Eliseo en Satanás; Vinicio, basado en el asesino en serie Garavito en Crónicas, y ahora el padre Abrenuncio, en Del amor y otros demonios, basada en la novela de Gabriel García Márquez). Se sentó en una mesa de la plaza, pidió una cerveza con acento neutro y comenzó a explicar cómo fue su participación en las entrañas de una de las dos cintas más importantes en presupuesto y divulgación de este año, junto con Indiana Jones: la segunda parte de Las crónicas de Narnia, el príncipe Caspián.

El actor de El crimen del padre Amaro y defensor a ultranza del cine de calidad se explica primero. La cinta de Hollywood se sale de la línea de actuación dura que ha seguido toda su vida, pero aclara que suponía un reto para su carrera que de otra manera habría sido difícil vivir. Además, es el único latinoamericano invitado a esta taquillera mega producción.

“Las diferencias en el presupuesto de El príncipe Caspián cambian la perspectiva en la realización de una cinta. La cinta se rodó en Nueva Zelanda, Londres, República Checa y Eslovenia, participaba un elenco de italianos, mexicanos, estadounidenses, británicos y más. Trabajaron cerca de 2.000 personas, 500 de ellas dedicadas solo a mejorar los efectos digitales”, dice Alcázar, que hace el papel de Lord Sopespian.

Con un presupuesto superior a los cien millones de dólares, la cinta narra el regreso de los cuatro niños Pevensie a una Narnia que ha perdido su brillo y en la que terminan enlistándose como guerreros para ayudar al príncipe Caspián en su lucha contra el mal.

“Como actor, por primera vez tuve que rodar escenas solo e imaginar que cruzaba, por ejemplo, un puente a caballo con un ejército atrás, para terminar enfrentándome al león. Me preparé con caballos nobles durante cuatro meses, dirigido por instructores españoles, e hice una escena donde ocurría una desgracia con recursos técnicos como bombas hidráulicas. Todo estaba planeado. Era inmenso, descomunal, pero no había ni un solo detalle que no hubiera sido tenido en cuenta”, aclara.

Su selección fue compleja. Cuando lo citaron para que interpretara al rey Miraz, no le pareció ilógico, porque los personajes de villano parecen perseguirlo. Pero cuando viajó a Londres y en la audición vieron que medía 1,68 m de estatura, le dieron el papel del segundo villano: Lord Sopespian, un hombre que comienza siendo bien intencionado y leal, pero que se deja tentar por el poder y se vuelve “una bestia”, según Damián Alcázar.
Con armaduras de 20 kilos que tuvo que usar casi a diario durante cuatro meses de rodaje y bajo el sol de Praga en el verano del 2007, Alcázar tuvo que aprender a usar la espada como en el medioevo para rodar, una semana completa, una escena de batalla con el rey de Narnia.

Andrew Adamson, el director, se ocupó de cada escena con un mensaje claro para todo el grupo actoral: los personajes de Narnia tenían que tener más matices en El príncipe Caspián que en la primera parte y debían transmitir más humanidad. Es más, los acentos reales de los protagonistas fueron respetados.

“No hago televisión porque es una basura y no hago películas de guerra porque no dejan nada”, dice Damián Alcázar, que dejó Narnia y volvió al cine independiente y cuestionador de la obviedad. “Estuvo bien incursionar en el cine comercial, en esta cinta de fantasía para niños, pero estoy de vuelta en lo mío”, remata.

Y es cierto. Alcázar, aparte de su papel en Del amor y otros demonios, rueda este año El camino del diablo, una historia sobre 26 migrantes ilegales a Estados Unidos, en una travesía que duró cinco días y afrontó a estos viajeros con el desespero absoluto. Trabajará además en El soldado Pérez, una comedia negra mexicana; en Don´t Let Me Drown, sobre las consecuencias de los atentados del 11 de septiembre y en El viaje de Teo.

Una vida ocupada. Se toma de la barba del siglo XVIII y para olvidar el papel de villano con armadura y el del padre Abrenuncio, empina el codo y se bebe de un solo trago la cerveza colombiana.