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ENTREVISTA EXCLUSIVA

“La FF.AA. repudia contactos del gobierno de Chávez con la guerrilla colombiana”: General Baduel

El general Raúl Baduel, ex comandante del Ejército y ex Ministro de Defensa de Venezuela y viejo compañero de armas de Chávez y ahora su contendor, criticó francamente el régimen que se impone en su país, y habló de las relaciones con las Farc y con Colombia. Por Ewald Scharfenberg, especial para Semana.com desde Caracas.

21 de agosto de 2008

En apenas dos líneas de su columna de este lunes en el diario Últimas Noticias de Caracas, José Vicente Rangel, ex vicepresidente de Venezuela, ex canciller y ex ministro de la defensa, suelta una frase breve y letal, como un dardo: “Por cierto, es estrecha la relación Santos-Baduel”, aludiendo al ministro de Defensa colombiano, némesis de la jerarquía revolucionaria bolivariana.

Aparte de su hoja de servicios para el Estado, Rangel –quien se tiene a sí mismo por periodista, cultor del género de los trascendidos y confidenciales sin fuente reconocible- pasa por ser uno de los principales mentores políticos del presidente Hugo Chávez y, desde antes del proceso, portador de una feroz fobia anticolombiana, la peor que se registra entre formadores de opinión venezolanos.

¿Y quién es ese Baduel al que vincula con el ministro Santos? Para la historiografía oficial chavista fue un héroe hasta no hace mucho. Fue integrante del grupo de jóvenes oficiales del ejército que, mediante un juramento solemne que parafraseaba las palabras dichas por el Libertador ante su maestro Simón Rodríguez en el Monte Sacro en 1808, en 1982 dio lugar a la logia militar que diez años más tarde intentó desalojar del poder mediante un golpe al entonces presidente Carlos Andrés Pérez. A la postre, esa harmandad daría sustento al movimiento aluvional que llevó al poder a su camarada, el entonces capitán Hugo Chávez.

En abril de 2002, ya como General, Baduel se hizo fuerte en Maracay –principal plaza militar del país- y su resistencia sirvió de catapulta para el contrataque que permitió reponer en la Presidencia a Chávez, alejado del Palacio de Miraflores por 47 horas y puesto prisionero en la base naval de La Orchila, una isla del Caribe venezolano.

Pero resulta que después de ese rescate y de alcanzar la Comandancia General del Ejército y el Ministerio de la Defensa, así como el grado de General en Jefe, todo bajo el mandato de Chávez, en julio de 2007 pasó a retiro no sin antes, en un resonante discurso que pronunció en el Patio de Honor de la Academia Militar de Venezuela, abjurar del marxismo como modelo político para pronunciarse a favor del socialismo democrático en sus versiones “renanas”. Poco más tarde, en noviembre del 2007, exhortó públicamente al electorado a oponerse al proyecto de reforma constitucional que Chávez patrocinaba.

A partir de allí difieren las percepciones sobre el rol de Baduel en el inusual proceso político venezolano. Desde las riberas de la oposición, algunos lo caracterizan como una suerte de Albert Speer del régimen chavista, un cabal seguidor del llamado “proceso de cambios” que, sin embargo, encontró límites en sus objeciones de conciencia. Otros lo tildan de oportunista con ambiciones de proyección electoral. Entre las filas del oficialismo, por otro lado, es frecuente escuchar el calificativo de “traidor” para el militar, un perfil que sin duda buscar abonar el comentario de José Vicente Rangel: no sólo sería capaz de abandonar la facción de sus amigos ideológicos y compañeros de armas, sino hasta de entenderse con el vecino amenazador, con los Santanderes de hoy.

Baduel, sin dejar de lado su habitual circunspección, refuta tales vínculos durante una amplia entrevista exclusiva con Semana.com –de la que a continuación se publican los principales extractos-, lo que no le impide dar un paso al frente y nombrar sin ambages sus verdaderas amistades colombianas.

Raúl Baduel: Tengo buena relación con el señor general Padilla de León y con el señor general Mario Montoya- admite Baduel-. Fuimos compañeros de estudios en Estados Unidos. Ese vínculo también sirvió para que en su momento se estrecharan las relaciones institucionales entre nuestras fuerzas armadas. Y hace poco, cuando ocurrió esa fanfarronada por la que se pretendió enviar los batallones de blindados a la frontera con Colombia… Yo no voy a decir que entonces fue determinante mi pedimento, pero recientemente estuve en Bogotá y algunos de esos amigos y compañeros, además de agradecerme, me dijeron: “¡Qué acertadas estuvieron las cosas que dijiste de no caer en provocaciones!”.

Ewald Scharfenberg: Si usted dice que sólo se pretendió llevar los batallones de blindados, ¿quiere decir que efectivamente no se movilizaron a pesar de la orden presidencial?

Raúl Baduel: Yo creo que eso no llegó a concretarse en un porcentaje importante. No lo sabría decir con exactitud. Pero eso es muy delicado… Debe entender que soy un oficial en situación de retiro.

E.S.: Hasta que en julio de 2007 se retiró y dejó el ministerio de la Defensa, luego de una destacada carrera de armas, usted fue uno de los oficiales más influyentes en la doctrina militar venezolana. Hasta entonces, ¿era la guerra con Colombia la principal hipótesis de conflicto para la Fuerza Armada de Venezuela?

R. B.: En ese entonces estábamos en un proceso de revisión muy profundo en el que, más que de hipótesis, hablábamos de escenarios. Yo no asumo personalmente la paternidad de los términos, que fueron tomados de la doctrina de la OTAN y de otros documentos, pero sí la responsabilidad de haber traído a colación en ese proceso las expresiones de “Guerra de cuarta generación” y de “Confrontación asimétrica”. La guerra de cuarta generación es aquella donde no se trata simplemente del enfrentamiento de dos bandos armados en un teatro de guerra sino que hay otras modalidades de guerra que resultan hasta más letales que la confrontación armada de fuerzas militares. Y la confrontación asimétrica resulta pertinente cuando vemos que hay un solo país con la capacidad de proyectar poder militar hacia cualquier lugar del mundo. También consideramos el conflicto regional, pues se trata de un escenario que no se puede descartar. Y también en ese proceso hablé de la intervención militar en nuestro país, aunque no creo que sea el escenario más probable. No creo que quienes dirigen la nación con capacidad de proyectar poder militar fuera de sus fronteras cometan esa torpeza.

E.S.: Pero justamente el vecino, Colombia, es aliado de ese país que usted ha venido retratando con las palabras “con capacidad de proyectar poder militar”.

R.B.: Ese es el escenario de conflicto regional al que me refiero. Creo necesario recordar que, después del incidente del “Caldas”, afortunadamente se ha ido estrechando la relación entre Colombia y Venezuela, sobre todo en el seno de la Fuerza Armada, donde ahora se entiende que son más las cosas que nos unen que las que nos separan, y que en todo caso la tarea es potenciar las cosas que nos unen.

E.S.: Pero en ese escenario de conflicto regional que se estudiaba, y que incluía a Colombia, ¿había alguna hipótesis que previera alguna alianza táctica o estratégica entre las fuerzas irregulares que combaten en Colombia y las fuerzas militares venezolanas?

R.B.: En ningún caso. Yo en lo personal, que tuve la fortuna de servir directamente en zonas fronterizas del suroeste de Venezuela, desde el grado de capitán hasta el de coronel, tuve impresiones muy cercanas sobre ese fenómeno de la violencia que lleva 50 años azotando a Colombia, aunque ya se avizora un horizonte para que sea resuelto. Por eso siempre he dicho que todo lo que hagamos en pro de la paz de Colombia debe hacerse, pero con unas premisas fundamentales: primero, con pleno conocimiento del pueblo colombiano y las autoridades de Colombia, y luego, con un respeto sacramental a la no injerencia y al respeto de la soberanía del hermano pueblo colombiano.

Por eso yo procuré un acercamiento desde mi participación en el alto mando de la Fuerza Armada venezolana y particularmente como Ministro de la Defensa. Sostuve una sesión de trabajo muy cordial con mis pares colombianos en San Cristóbal, estado Táchira. Acordamos entonces hacer otra reunión similar en Colombia, que a la postre el presidente Chávez no autorizó. Y hasta llegamos a plantear un borrador de acuerdo bilateral para ir fortaleciendo las relaciones. Una de las cosas que señalaba ese documento, era que cualquiera de los factores generadores de violencia en Colombia, fueran guerrilla, paramilitares, traficantes de drogas, delincuencia organizada, o lo que fuere que traspasara la frontera venezolana, sería considerado enemigo y repelido con contundencia. Y nos comprometíamos a dar a los pares colombianos todo el apoyo de inteligencia que fuera posible. Eso está escrito en un borrador de acuerdo.

E.S.: Hagamos un ejercicio de imaginación. El presidente Chávez, de haber tenido todavía al general Baduel en su gabinete como Ministro de la Defensa, ¿se habría animado a solicitar, a fines de 2007, que se le concediera carácter de beligerancia a las Farc?

R.B.: Permítame hacer un aparte: cuando yo iba a recibir la brigada de paracaidistas, en agosto de 1999, la unidad ya había recibido la orden preparatoria de ir a cumplir misiones en la frontera suroccidental con Colombia. En esa ocasión, cuando tomé el mando, aproveché para dar a conocer mi guía de planeamiento para la misión, resumiéndola así: “Negar, desarmar y defender”. Negar espacio geográfico; desarmar a quien osara amenazar la territorialidad de Venezuela; y defender cada palmo de las operaciones que cumpliera la unidad en el resguardo de la frontera. Lo recuerdo ahora porque para contestar su pregunta quiero remitirme a los hechos.

En particular a los hechos lamentables de septiembre de 2004, cuando en el Cutufí hubo un ataque que fue reivindicado por la guerrilla colombiana, donde murieron una ingeniera petrolera y varios efectivos del ejército de Venezuela. Cuando le comuniqué al Presidente lo ocurrido, y cuando me apersoné en el lugar de los hechos, señalé que cualquiera de los factores generadores de violencia en Colombia que fuera autor del ataque era nuestro enemigo y sería repelido con contundencia. Entonces el propio Presidente dio unas declaraciones en Guasdualito, estado Apure, que luego ratificó en presencia del presidente Uribe, en el sentido de que ni él, en lo personal, ni su gobierno, habían apoyado o apoyarían a la guerrilla colombiana.

E.S.: ¿Se podría interpretar, por lo tanto, que a fines de 2007, cuando el presidente Chávez pide en una intervención ante la Asamblea Nacional que se conceda carácter de fuerza beligerante a las Farc, ya no tenía un alto mando militar que le pusiera límites a su aproximación a la guerrilla colombiana?

R.B.: Mire: yo siempre mantuve mi posición. Ahora mucha gente dice: “¿Y es que Baduel no se dio cuenta de los contactos con la guerrilla colombiana?” Puedo decirlo con propiedad: ni recibí ni hubiese acatado una orden de esa naturaleza. En efecto, hay algunos elementos que llevan a sospechar, o a precisar, mejor dicho, que desde las instancias del Ejecutivo venezolano había contactos con esos factores. Verbigracia, la exaltación que hizo el ministro del Interior, Rodríguez Chacín, cuando fue a Colombia a recibir a aquellos secuestrados que la guerrilla estaba liberando. Así como algunas informaciones que señalan que algunos oficiales, imagino yo que recibiendo directamente órdenes superiores, tuvieron contactos con esos factores. Pero a través de Raúl Baduel no se dieron esas instrucciones y no las hubiera aceptado.

E.S.: Pero usted ya no está allí, aunque su retiro sea reciente. ¿Con su partida se perdieron los factores de contención para esos contactos?

R.B.: En una ocasión señalé que el 80 por ciento de los hombres y mujeres que conforman la Fuerza Armada están apegados a los principios de profesionalismo e institucionalidad. El actual ministro de la Defensa, General Rangel Briceño, cuando ofende y provoca a la Fuerza Armada en reciente intervención pública al calificar como “burros” a los militares que a sí mismos se consideren “institucionalistas”, no hace más que ratificar que ese 80 por ciento está allí. Eso fue una provocación, y no tengo dudas de que la cometió cumpliendo órdenes del Presidente. Pero ese incidente no sólo demuestra la existencia de ese sector “institucionalista” en la Fuerza Armada, sino también su madurez. Hay que recordar que la Fuerza Armada no está conformada solamente por Generales y Almirantes, aunque en la clase de Generales y Almirantes hay honrosas excepciones de gente que se apega a los principios de profesionalismo e institucionalidad. Y en el resto de la Fuerza, difícilmente se ha logrado erosionar ese apego a la institucionalidad.

E.S.: “Institucionalidad” suena algo abstracto. Yo le pregunto sobre un asunto concreto de soberanía nacional. ¿Cómo caen entre la oficialidad venezolana las crecientes evidencias de proximidad, al menos en lo político, entre el gobierno del presidente Chávez y la guerrilla de Colombia?

R.B.: No tengo dudas en señalar que hay un repudio ante esa situación. Yo no niego que sigo teniendo contactos en diversos grados con hombres y mujeres de la Fuerza Armada, aunque procuro ser muy comedido porque tampoco deseo comprometer a compañeros y compañeras de armas, Y he podido palpar en ellos su rechazo. Pero también, cada vez que puedo, trato de reforzar en ellos el mensaje de que actúen con mucho comedimiento, de que no caigan en provocaciones. Yo señalé hace poco que nuestro país está en un clima pre-insurreccional. Pero no me refería con eso a la Fuerza Armada y a un levantamiento militar. Sino a otro tipo de desórdenes. Y el principal promotor de eso es el propio Chávez, porque sería el único beneficiario de un clima de conflicto y polarización.

Mientras Chávez más destruya al país, mientras más promueva la polarización, mientras más desmantele nuestra capacidad productiva, mucho mejor para su ambición personal, que no es otra que la de perpetuarse en el poder. Cada vez me convenzo más de que Chávez propicia la destrucción de Venezuela mientras él pueda ser Presidente vitalicio de una nación de recogelatas, de gente sin poder ni conocimiento, pues allí dependeremos más de él y de su uso arbitrario y discrecional de la renta petrolera.

E.S.: ¡Caramba, general! Antes usted hablaba con puras parábolas. Ahora emite campanadas de alerta cada vez más explícitas.

R.B.: No puedo negar que tengo un sentimiento de frustración, porque el anhelo de una democracia sólida con un profundo sentido social y mayores espacios de participación y protagonismo, sigue pendiente. Eso no quiere decir que no tengo un racional optimismo para que construyamos la Venezuela posible y para que verdaderamente todos salvemos a nuestro país. Yo he llegado a decirle a alguna gente que no me cree: “Pueden someterme después al suplicio que quieran pero primero, por favor, valoren mi mensaje”.

Es cierto; ahora cargo un pesar. Porque la madrugada del 3 de diciembre pasado, al día siguiente del referendo donde los venezolanos rechazamos la propuesta de reforma constitucional, dije: “Señores, no es tiempo de descansar; esa propuesta mal llamada de reforma constitucional, Chávez y quienes lo secundan la van a imponer a troche y moche, de contrabando, aunque haya sido derrotada por la vía electoral”. Y yo me sentí aludido cuando, sin que hubieran pasado 72 horas de eso, el presidente Chávez dijo que “sin quitarle ni un punto ni una coma, la reforma va”. Ahora ya ve lo que está pasando.

Mire: hay evidencia histórica que dice que Noé pasó treinta años advirtiéndole a la gente que venía el diluvio e invitándole a construir el arca. ¡Y no le hicieron caso! Con toda la irreverencia que resulte al ponerme a la altura de un patriarca bíblico, pero ¡ojalá no me pase como a Noé!