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| Foto: Juan Carlos Sierra

EN RUEDA DE PRENSA

La fuerza moral de Íngrid

Lúcida, inspirada, relató con crudeza un día de cautiverio, envió mensajes contundentes a las Farc y habló de política como gran estadista. Por María Teresa Ronderos

4 de julio de 2008

Cuando Íngrid Betancourt entró al patio interior que la Embajada Francesa había habilitado como una improvisada sala de prensa el jueves 3 en la tarde, había un tumulto de cámaras, micrófonos, periodistas de muchas partes del mundo que querían constatar el milagro de su salida de la selva. Parecía más delgada de lo que se había visto en la pantalla. Más pálida también. Y su voz era tenue.

Nada de eso importó. Apenas comenzó a hablar iluminó el recinto, como si una fuerza moral arrolladora le brotara muy de adentro. Lúcida, precisa con las palabras, política, en el mejor sentido que le pueda caber todavía esa palabra. Parecía como si durante los seis años largos de cautiverio hubiera estado ensayando para este momento.

Ella misma dijo al rato que llegó muy bien. “En un secuestro uno deja muchas plumas –rió –, como la soberbia, la terquedad. Llegué (al cautiverio) con una cantidad de necedades pero termina uno zafándose de eso, liberándose de todo eso”.

“La mano de la virgen en este proceso es clara para mí”, dijo. Explicó que la coincidencia de hechos que llevaron a su rescate ( la muerte de Reyes, la de Marulanda) no se hubiera podido dar sin una mano milagrosa.

Su relato de su vida en la selva fue lento y pausado. "Caminamos con la muerte al lado", dijo. Contó de la sevicia con que era tratada, ella era el enemigo constantemente. También que tuvo sentimientos violentos contra sus captores pero que no los odia porque buscó una espiritualidad mayor.

Describió un día de los eternos que pasó allá: levantarse a las 4 de la mañana, rezar, recoger las botas, chuquear, llenar las largas horas del día meditando, escuchando radio, nada qué conversar ya, el baño en río, un guardián siempre apurándolos, bañarse el pelo sin tiempo, defenderse de los escorpiones, las tarántulas, las hormigas yunabi y las magíneas, dejar las botas limpias para irse a dormir, guindar hamaca, las cadenas que le ponían de noche, si el carcelero está de mal humor las aprieta, si se siente bueno, las deja flojas, clavículas peladas por el peso de las cadenas, dormirse como plomo tratando de olvidar la pesadilla en la que está. Orinar frente a los guardias, mucha sevicia, mucha maldad.

De pronto, en medio de su relato, recibió un mensaje: que el papa Benedicto XVI la espera el martes.

Y más adelante: “Que Dios bendiga a mis captores. Espero que esta experiencia les permita cambiar su corazón”.

¿Son las Farc terroristas? “Por sus actos los conoceréis. Si hacen actos de terrorismo, son terroristas. Cuando dejen de hacerlos los llamaremos otra cosa”.

Dijo que se necesitaba todo el apoyo internacional para hacerle entender a las Farc que la opción de guerra está acabada. Que esperaba que la marcha ciudadana convocada para el 20 de julio próximo permitiera generar una reflexión al interior del Secretariado. Que se dieran cuenta en la crisis en que estaban. “Este rescate es un fracaso del Mono Jojoy, jefe del Bloque Oriental, adalid militarista. Es la hora de que rectifiquen, una palabra que ellos usan. Falta comunicación con los jefes, falta coordinación de operaciones”.

Volvió a invitar a los guerrilleros a que entiendan que es el momento de liberar a los demás secuestrados, no sólo para reencaucharse, sino para alcanzar una paz negociada. “Debe ser una paz rápida, en la onda de hoy, sin impunidad, que consiga cambios en la estructura del Estado colombiano y no simplemente beneficios judiciales”.

Esto último sorprende. ¿Una negociación con la guerrilla para cambiar cómo organizamos el Estado colombiano? ¿Por qué la democracia colombiana va aceptar que los guerrilleros que tanto daño nos han hecho vengan a decirnos cómo reorganizar el Estado?

“No creo sino en una salida negociada al conflicto armado, pero está en manos de las Farc decidir si sigue en la confrontación o propone la paz. Las Farc han perdido todo, ya no tienen nada que negociar, solo siguen manteniendo cautivas a unas personas por capricho”.

Dijo que esperaba un acercamiento de Chávez con Uribe, y que creía que Chávez tiene un papel qué jugar en este conflicto. “Que la guerrilla escuche sus últimas declaraciones: que el secuestro no es aceptable, que la guerra de guerrillas es obsoleta”.

No podían faltar las preguntas sobre su posible candidatura presidencial. Ella fue cándida: acaba de salir de la selva, no ha tenido un minuto para reflexionar, le debe tiempo y espacio a su familia, Sólo con ella decidirá qué hacer. “Hablar de Presidencia por ahora suena algo muy lejano para mí”, dijo. 
 
Sin embargo, sus mensajes a los presidentes latinoamericanos como si fuesen sus pares, la dimensión de su discurso, permiten adivinar que, propóngaselo o no, es una política nata, y volverá a ser candidata.
 
Sólo que ahora, a diferencia de 2002 cuando fue aspirante a la Presidencia, tendrá esa fuerza moral que trajo de seis años de reflexión y pena, y eso sólo ya la posiciona para cosas grandes.

Su respuesta a si estaba de acuerdo con la reelección de Uribe dice cuán aguda es para la política. “Estoy de acuerdo con la democracia, cualquier cosa que la gente escoja en libertad. Con la segunda elección de Uribe estuve de acuerdo. La tercera, ¿por qué no si es lo que la gente escoge? Fue la reelección la que les cambió las reglas de juego a las Farc”.

Si solamente hubiera dicho esto, parecería simplemente que la larga tortura a la que la sometieron las Farc y el agradecimiento con el Presidente la tornó uribista, como interpretaron algunos. Pero también dijo: “Quizás no vote por él, quizás haya otro candidato con mayor sensibilidad social, con ideas más afines a las mías”. Y ahí brilló su lucidez. Se identifica con el pueblo en que Uribe podría ser reelegido, pero marca distancia con él porque sus ideas son otras.

Finalmente, un mensaje de fondo. Dijo varias veces a los mandatarios de América Latina que agradecía todos sus esfuerzos por haber intermediado por la liberación de los secuestrados colombianos, la mejor globalización, aquella que hace que al fin los derechos humanos tengan sentido en la vida cotidiana de la gente, que les importe si alguien está secuestrado al otro lado del continente.

“Soy una soñadora –dijo— eso no se me quitó”.