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Samuel Moreno (Bogotá), Alonso Salazar (Medellín) y Jorge Iván Ospina (Cali) fueron los dirigentes independientes que conquistaron el poder en las tres ciudades más importantes del país. Sus triunfos coincidieron con el repliegue de las votaciones de los partidos tradicionales hacia las áreas rurales.

La hora de los independientes

Las tendencias independientes fueron las ganadoras de la elección. El presidente Uribe, las Farc y los partidos tradicionales, los grandes derrotados.

Élber Gutiérrez Roa
28 de octubre de 2007

Aunque con pocas sorpresas respecto a los vaticinios de las firmas encuestadoras, las elecciones regionales del domingo pusieron en evidencia que el país vive una fuerte sacudida de movimientos políticos en la que los partidos tradicionales siguen perdiendo terreno frente a las opciones independientes y sus feudos electorales están principalmente en las áreas rurales

Así lo demuestran los resultados para alcaldía en las tres ciudades más importantes. En Bogotá, el Polo Democrático consolidó su poder al retener para la izquierda el segundo cargo más importante del país ganándole a Enrique Peñalosa (su rival en las urnas), a las encuestas y a una campaña de desprestigio en la que hasta el presidente Álvaro Uribe tomó parte. En Medellín, Alonso Salazar derrotó a las encuestas que nunca alcanzaron a darlo como ganador frente a Luis Pérez. Y en Cali, Jorge Iván Ospina, de un movimiento independiente, se impuso frente a Francisco Lloreda, miembro de una de las casas políticas más influyentes de Colombia.

En los dos primeros casos, además, el voto ciudadano premió la gestión de los actuales alcaldes y por eso respaldó a aspirantes de sus mismos partidos, en busca de una continuidad de sus obras de gobierno. A pesar de las distancias entre Samuel Moreno y Luis Eduardo Garzón, el voto partidista fue decisivo para que el Polo retuviera la alcaldía.
La otra cara de al moneda está por el lado de los partidos tradicionales, cuya fuerza parece ser cada vez menor en las grandes capitales del país y se encuentra dispersa en las áreas rurales. Ante derrotas aplastantes como las de las capitales ya mencionadas, sus directivas salieron a cobrar triunfos y repuntes en las regiones. Las 200 alcaldías y nueve gobernaciones que el liberalismo conquistó este domingo (entre ellas las de Córdoba, Santander, Cundinamarca y Atlántico, bastiones que recuperó en esta elección) son hoy todo el capital de un partido históricamente acostumbrado a mandar en más de la mitad del país. A su turno, las cinco gobernaciones y 200 alcaldías del conservatismo -en su mayoría de ciudades intermedias y pequeñas- parecen reafirmar la tesis de quienes consideran que para el 2010 tampoco tendrán candidato propio en las presidenciales.

Para el Partido de la U y Cambio Radical el balance es agridulce. Deben compartir la derrota en casos como el de Bogotá, en donde el Polo ya les había ganado hace cuatro años. Sin embargo, también crecieron como fuerza rural haciéndose a más de 110 alcaldías cada uno. En el caso de Bogotá, Germán Vargas Lleras se sacó el clavo frente a la U y obtuvo la segunda lista más votada al concejo, después del Polo Democrático. No hay que olvidar que estos dos partidos libran una verdadera batalla por el derecho a imponer el sucesor del presidente Álvaro Uribe, si es que éste no decide postularse para una nueva reelección.

Parapolítica, sí pero no

Los primeros resultados indican además que en el caso de los candidatos avalados por la parapolítica hubo avances y retrocesos. La derrota de Alfonso López Cossio frente a Hernando Berrío, en la puja por la gobernación de Bolívar; la de Didier Tavera frente a Horacio Serpa en la de Santander; y la de José Domingo Dávila frente a Juan Pablo Diaz Granados, en la alcaldía de Santa Marta, parecen ser castigos ciudadanos a los partidos y candidatos salpicados por escándalos de corrupción y/o vínculos con grupos ilegales.
Similar situación ocurre con el triunfo del liberal Eduardo Verano sobre el hasta ahora imbatible ex congresista José Name, a quien todo el mundo identifica con los vicios de la vieja clase política. Y más sorprendente aún la victoria de una candidata independiente como Judith Pinedo sobre Juan Carlos Gossaín, quien contaba con toda la maquinaria de Colombia Democrática para hacerse a la alcaldía de Cartagena.

El lado que sigue ofreciendo dudas está en casos como el de Pereira, ciudad en la cual ganó Israel Londoño, el candidato del desinvestido ex congresista Octavio Carmona (preso por el escándalo de corrupción del “pomaricazo”) y del senador Habib Merheg, expulsado del uribismo por vínculos con paramilitares.

Huellas del fraude

También es prematuro para decir si en estas elecciones hubo o no fraude. Las estrategias estatales y ciudadanas para la prevención de hechos similares, la presencia de verificadores de la OEA y otros organismos internacionales, las campañas de pedagogía ciudadana, la experiencia de años anteriores y la dimensión del escándalo por la parapolítica deberían ser suficientes para garantizar un proceso transparente. Sin embargo, en casos como éste a veces es mejor ser desconfiados.

Un punto de incertidumbre, por ejemplo, es la alarma ciudadana tras el triunfo parcial de “Tuto” Barraza -candidato del congresista Carlos García, preso por la “parapolítica”- sobre Julio César Guerra Tulena, en la gobernación de Sucre. Hasta antes de las ocho de la noche Barraza perdía por 2.000 votos y misteriosamente el sistema de transmisión de datos de la Registraduría se dañó. Acto seguido, los funcionarios de la entidad ordenaron el retiro de todos los veedores y testigos de los partidos políticos. Cuando el sistema volvió a funcionar, Barraza ganaba por 200 votos. La Registraduría aseguró que investigaría lo ocurrido, mientras los votantes de la región recordaron que esas son las mismas estrategias con las que García ganaba elecciones antes de estar en prisión.

Otros lugares de polémica por las apretadas diferencias entre los dos punteros fueron San Andrés y Meta.

El balance definitivo sobre el avance o retroceso de los candidatos de la parapolítica solo podrá hacerse dentro de varios días, cuando el ente electoral entregue los datos consolidados de las elecciones en el país.

La derrota de Uribe y las Farc

El revés sufrido por el presidente de la República es otra de las lecciones de la jornada. Acostumbrado a ganar y consciente del crecimiento de la fuerza opositora del Polo Democrático, Uribe dedicó la última semana de la campaña a liderar la campaña de desprestigio de Samuel Moreno, a quien acusó de todo, pero sin mencionar su nombre.

Sus salidas por los medios pidiendo a la gente que dejara de votar por Samuel Moreno, no se tradujeron en mayor apoyo para Enrique Peñalosa. Por el contrario, la ciudad pareció manifestarse en contra de su intervención en la campaña, situación que, como dijo Carlos Gaviria, presidente del Polo, “no solo estuvo por fuera de la Constitución sino de todas las normas de la decencia”. Pero como Uribe no está acostumbrado a recoger sus banderas, envió a sus ministros de Defensa e Interior, Juan Manuel Santos y Carlos Holguín, respectivamente, a reiterar las acusaciones, incluso después de que se supo del triunfo de Moreno.

Los dirigentes de oposición, en plena celebración de triunfo, también le recordaron una vez más que fue Uribe quien mantuvo silencio cuando el Polo y el liberalismo lo conminaron a que rechazara públicamente el respaldo de las autodefensas a su campaña reeleccionista.

Contrario a lo que el gobierno pueda pensar, las Farc también salen damnificadas con el triunfo del Polo en Bogotá, pues éste es la ratificación de que la izquierda sí puede acceder al poder sin necesidad de acudir a las armas. En otras palabras, las conquistas del Polo por la vía democrática son la deslegitimación de la lucha guerrillera. Se trata de un proceso al que nada ayuda el lenguaje beligerante del presidente, quien no solo salió derrotado en su intento por influir en la elección sino que no dio un buen ejemplo al aprovechar su poder para transitar por la delgada línea de la violación a la normatividad electoral.

Cumplidas las elecciones y con un panorama ampliamente favorable, los movimientos independientes y el Polo Democrático deben ahora demostrar que el apoyo recibido no fue una equivocación del elector. Con Lucho Garzón, el Polo ya mostró que la izquierda puede gobernar, pero con Samuel Moreno tiene el reto de hacerlo aún mejor. Especialmente porque después de lo que se dijo de él y de la toma de posición en su contra por parte de varios de los medios más influyentes del país, es de esperarse que tenga a sus espaldas una labor fiscalizadora asfixiante. Y eso, en últimas, es bueno para la ciudad. De allí solo pueden salir dos escenarios: O se quema por incurrir en alguna práctica indecorosa –lo cual sería imperdonable sabiendo cómo fue la campaña - o hace una excelente gestión y catapulta al Polo hacia el poder nacional, consolidando la buena imagen de administración que dejó Garzón.

Similar situación ocurre en Medellín, ciudad que parece haber sido quitada a los políticos por un grupo de ciudadanos capaces que le cambiaron la cara a la administración municipal y demostraron que la mejor forma de mantener el poder es mediante una administración eficiente. Ya lograron lo fácil, que era triunfar en las urnas. Ahora deben demostrar que lo merecían.