Home

On Line

Artículo

La insólita batalla de los congresistas por una oficina

La pelea de moda en el Congreso no es por temas de agenda, ni porque los amigos de los congresistas estén disputándose puestos. Es –literalmente- porque los senadores y representantes quieren conservar los suyos.

28 de julio de 2006

Aunque para los testigos de excepción se trata de una comedia, para sus protagonistas es una tragedia: Martha Lucía Ramírez se arrincona en una oficina de prensa, Gina Parody se aferra a su escritorio y se niega a abandonarlo, Sandra Ceballos camina extraviada con sus bártulos en una bolsa. Así es: las personas que dictarán las leyes del país ahora están más preocupadas por una simple mesa o un par de sillas.

La escena es la misma cada cuatro años, pero los personajes varían. Ante la llegada del nuevo Congreso, las directivas salientes de Cámara y Senado improvisan la distribución de sus oficinas entre los legisladores que los remplazarán, guiados por criterios que siempre terminan en peleas o en sorprendentes imágenes como las que se vieron durante esta semana en la sede del legislativo.

Como en la vida militar, los congresistas más antiguos gustan de hacer valer su antigüedad respecto a los nuevos. Tienen las mejores oficinas, computadores, escritorios y sillas y hasta se las arreglan para tumbar muros y hacer otras remodelaciones al gusto del consumidor. Los novatos, en cambio, deben conformarse con las oficinas más pequeñas y de escasa iluminación (ubicadas en el primer nivel del Edificio Nuevo Congreso) o con las del sexto piso, varias de las cuales tienen problemas de goteo en época de lluvias. Para unos y otros, el respeto, el poder y el glamour también se miden por las características del lugar de trabajo.

En esta ocasión las oficinas más apetecidas son las de Luis Humberto Gómez Gallo, Carlos Holguín y Claudia Blum, quienes les dijeron adiós al terminar sus legislaturas. Las dos primeras están entre las de mayor dimensión del Congreso, mientras que la de Blum es la más elegante, posee finas cortinas, área social con división y biblioteca empotrada. La dimensión de su área privada es superior al tamaño total de una oficina estándar, que mide seis metros cuadrados. Dado que no se postularon para las elecciones de marzo, ni Gómez Gallo, ni Holguín ni Blum están en la pelea para conservar oficina. Lo que sí pueden hacer es buscar, entre los 268 congresistas, alguien que herede su fortín de respeto, poder y glamour.

La Cámara de Representantes culpa al Senado por el desorden en la adjudicación de oficinas. Si hay 166 representantes y sólo 102 senadores, lo lógico es que a la Cámara le corresponda el 65% del total de oficinas a asignar. El problema es que en la práctica los senadores tienen la mitad de oficinas y a algunas de ellas les tumbaron los muros de división para ampliarlas. También parece obvio que si 30 representantes pasan a Senado deban devolver sus oficinas antes de recibir las nuevas, en vez de pedir otra para fusionarla con la primera. En la Cámara, por ejemplo, los representantes de Caldas, encabezados por Adriana Gutiérrez y Mauricio Lizcano, quieren unificar oficinas para contratar una sola secretaria e integrar sus unidades legislativas. Esas oficinas más amplias siempre terminan en litigio cuando se rompen los pactos políticos.

Para la versión 2006 de la rapiña entre congresistas existe un ingrediente adicional: la pelea entre el partido de la U y Cambio Radical. Una de las pocas batallas que ganó el senador Germán Vargas Lleras en la pasada elección de mesas directivas fue la de las secretarías de Cámara y Senado, que quedaron en manos de Cambio Radical. Como las secretarías están encargadas de asignar las oficinas, no deja de ser curioso que la mayoría de damnificados en la repartición sean del partido de la U mientras el secretario, Angelino Lizcano, está de vacaciones en Miami.

Los novatos

Uno de los casos más sonados en esta rapiña por los puestos es el de la novata senadora Martha Lucía Ramírez, quien después de tener a su disposición el cómodo despacho del ministerio de Defensa recibió la instrucción de acomodarse en “tres cuartas partes” de la oficina de prensa del Senado. A la representante Fabiola Olaya, de Convergencia Ciudadana, le asignaron “la mitad de la oficina de Prensa de la honorable Cámara de Representantes”. Esta semana los asesores de la congresista llegaron con metro en mano hasta ese despacho para asegurarse de que les darán el espacio adecuado. Nadie sabe qué destino tendrá el archivo fílmico del Congreso, que hasta hoy reposa en esa oficina.

Al representante Simón Gaviria, también debutante, le fue asignada la oficina de la representante Gina Parody, quien pasó al Senado. Pero como a Parody no le han entregado una nueva, se niega a desalojar su confortable sitio de trabajo. Ante esta situación, la Cámara le asignó a Gaviria una nueva oficina, que resultó ser la de Protocolo, es decir, la encargada de guardar las medallas y condecoraciones que el Congreso le entrega a los ilustres visitantes.

Otro caso curioso es el de la representante Sandra Ceballos, a quien le cambiaron su oficina en el sexto piso por una del segundo, anteriormente asignada a Alirio Villamizar. “Es un chiquero” se quejó la congresista, cuyos asesores donaron pintura y mano de obra para mejorarle la cara al lugar. Como novio arrepentido, el nuevo presidente de la Cámara, Alfredo Cuello, tuvo que invitar a Ceballos a desayunar para ofrecerle excusas por las molestias causadas.

Algunos de estos impasses ya fueron resueltos por la Cámara. Uno de ellos fue el del representante Wilson Borja, quien logró llamar la atención después de despachar durante dos días expuesto al sol y la lluvia en un pasillo del Congreso. Otro fue el de la representante antioqueña Liliana Rendón, debutante que hasta hace una semana era desconocida y a quien varios de sus colegas ya nominaron como “miss simpatía”. La rubia sólo tuvo que manifestar su inconformismo para generar la solidaridad de sus colegas y recibir una cómoda oficina, que pertenecía al conservador Óscar Darío Pérez.