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La libertad de expresión y el contenido controvertido en la Web

Alberto Arebalos, de Google, explica qué hace su compañía frente a las intervenciones de los usuarios y da luces sobre la participación en internet. Exclusivo para Semana.com.

Alberto Arebalos*
20 de noviembre de 2007

Nuestro mundo sería un lugar muy aburrido si todos estuviéramos de acuerdo todo el tiempo. Si bien podemos estar en total desacuerdo con lo que dice otro, o podríamos pensar que cierto artículo de prensa es una tontería, reconocemos que cada uno de nosotros tiene derecho a su propia opinión.

También sabemos que dejar que cada persona exprese su punto de vista libremente tiene sus beneficios en la práctica. Permitirle a cada cual expresar una opinión que le caiga mal a uno, o que sea inconveniente o polémica, es importante. No sólo podría tener razón (no hay sino que pensar en Galileo), sino que a todos nos conviene debatir abiertamente los temas difíciles. Muchas veces eso es lo que nos permite llegar a decisiones sensatas.

Si bien la mayoría de las personas está de acuerdo, en principio, con el derecho a la libre expresión, el desafío se presenta cuando se pasa de la teoría a la práctica. Y sin lugar a dudas, ese es el caso en la Web, en donde los blogs, las redes sociales y los sitios en los que se comparten videos, cada cual puede expresarse, hablar y ser escuchado, como nunca antes.

En Google tenemos una predisposición, en todo lo que hacemos, a favor del derecho de las personas a la libre expresión. Nos anima la convicción de que más información generalmente significa más elección, más libertad y, a la larga, más poder para el individuo. Pero también reconocemos que la libertad de expresión no puede, ni debe, ejercerse sin límites. La dificultad radica en decidir en dónde se deben trazar dichos límites. Para una compañía como Google, con servicios en más de 100 países, cada uno de los cuales tiene leyes y normas nacionales diferentes, es un desafío que enfrentamos muchas veces, todos los días.

En ciertos casos, la decisión es sencilla. Por ejemplo, tenemos una prohibición global para todo producto de pornografía infantil, la cual es ilegal en prácticamente todos los países. Pero cuando se trata de extremismo político, por ejemplo, no es tan fácil. Diversos países han llegado a conclusiones diferentes en cuanto a cómo abordar este tema. En Alemania existe una prohibición para la promoción del nazismo – así que retiramos el contenido Nazi en los productos que se difunden en nuestro dominio Google.de (nuestro dominio de Google para los usuarios alemanes). La historia de otros países hace que sean particularmente sensibles los comentarios o críticas sobre ciertos temas. Y aún otros países consideran que la mejor forma para desacreditar a los extremistas es permitirles que ventilen públicamente sus argumentos.

Todo esto hace que surjan interrogantes importantes para las compañías de Internet como Google. Después de todo, nuestros productos están diseñados específicamente para ayudarles a las personas alrededor del mundo a que creen y se comuniquen, a que busquen y compartan información y opiniones. ¿Cómo, entonces, abordamos estos desafíos?

No debería ser sorpresa para nadie descubrir que las personas tienen opiniones diferentes acerca de qué debería aparecer en nuestros sitios en la Web. Cómo y dónde trazar las fronteras es motivo de un debate candente, aun dentro de Google mismo. Nosotros consideramos que eso es saludable. Y en razón de esto, en parte, nos damos cuenta de que la creación de un conjunto impecable de políticas con las que todo el mundo esté de acuerdo representa una tarea imposible.

Google no es, ni debe convertirse, en el árbitro de qué debe aparecer y qué no debe aparecer en la Web. Eso les compete dirimir a los tribunales y a aquellas personas que han sido elegidas para gobernar. No obstante, enfrentados a tener que tomar decisiones en el día a día, clasificamos nuestros productos en tres categorías: la búsqueda, la publicidad y los servicios que ofrecen el contenido de otras personas.

La categoría menos restringida es la búsqueda. Solamente retiramos los resultados de nuestro índice cuando nos lo exige la ley (por ejemplo, cuando existan enlaces a contenidos que violen los derechos de autor y reproducción) y en un pequeño número de otras instancias, con resultados de spam o con resultados que incluyan sin autorización los números de tarjetas de crédito o de identidad. En cuanto sea factible, les informamos a nuestros usuarios cuando retiramos los resultados.

Al otro extremo del espectro, el más restrictivo, tenemos lo que podríamos denominar productos de comercio: el texto de los anuncios publicitarios que difundimos, los cuales están sujetos a políticas claras en cuanto al contenido de los avisos publicitarios.

Las áreas que representan el desafío más complejo son aquellas en las que obramos como anfitriones del contenido de otras personas: ofertas tales como Blogger, Grupos, Orkut y video. De una parte, no somos nosotros los que estamos generando el contenido, aun cuando procuramos ofrecer una plataforma para la libre expresión. Por otra parte, somos los anfitriones del contenido en nuestros servidores y queremos ser socialmente responsables. Por lo tanto, tenemos ciertos términos que les solicitamos a nuestros usuarios que acaten. (Refiérase a Blogger y Orkut para ver ejemplos).

La pregunta, entonces, se reduce a: ¿cómo hacemos para que se cumplan esos términos? En general, Google no quiere actuar como un guardián. No revisamos, ni podemos revisar el contenido antes de que salga en vivo; esto es parecido a su compañía telefónica, que no selecciona el contenido de sus llamadas telefónicas, o a su proveedor de servicios de Internet, que no edita sus mensajes de correo electrónico. En esto, la tecnología puede ayudar a veces, pero rara vez constituye una respuesta completa. También tenemos millones de usuarios activos que se hacen sentir cuando se trata de alertarnos a contenido que ellos consideran inaceptable o que considera podría violar nuestras políticas. Cuando lo hacen, lo revisamos y, en cuanto sea apropiado, lo retiramos. Estos juicios siempre son subjetivos y es inevitable que algunas personas estén en desacuerdo. Pero eso se debe a que lo que es aceptable para una persona podría ser ofensivo para otra.

También enfrentamos la complicación adicional de que las leyes que rigen el contenido se aplican en forma diferente en las diversas partes del mundo en las que operamos. Como bien lo sabemos todos, algunos gobiernos son más liberales que otros en cuanto a la libertad de expresión. Estas diferencias legales crean verdaderos retos tecnológicos; por ejemplo, en cuanto a cómo restringir un tipo de contenido en cierto país pero no en otro. Más aún, en casos extremos, enfrentamos asuntos relacionados con el hecho de que las leyes de cierto país y la carencia de procesos democráticos riñan con a la ética de nuestros principios hasta tal punto que simplemente no podemos amoldarnos a ellas o no podemos operar allá en forma tal que se los usuarios se puedan beneficiar.

Pero no son solamente las consideraciones legales las que determinan nuestras políticas. Ciertos tipos de contenido, aun cuando sean legales en todas partes, podrían ser casi totalmente inaceptables en alguna región, pero perfectamente aceptables en otras. Nos apasionan nuestros usuarios así que tratamos de tener en cuenta las culturas y las necesidades locales, que varían dramáticamente alrededor del mundo, cuando desarrollamos e implementamos las políticas globales para nuestros productos.

Cómo manejar el contenido polémico es uno de los desafíos más importantes que enfrentamos como compañía. No pretendemos tener todas las respuestas correctas o necesariamente acertar en cada juicio de opinión. Pero sí nos esmeramos mucho en pensar con base en los principios básicos y en tener la mayor transparencia posible en cuanto a cómo tomamos decisiones, y constantemente estamos revisando nuestras políticas y sometiéndolas a debate. Después de todo, el derecho a disentir es una señal de una sociedad saludable.

* Director, Comunicaciones Corporativas y Asuntos Públicos, Google América Latina