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La lucha contra el sida, una cuestión de solidaridad y responsabilidad

Juliana Bedoya Pérez, enviada especial de Semana.com, escribe desde Buenos Aires sobre el dramático avance del sida, en especial entre las mujeres, a pesar de las campañas de todo tipo. Líderes de toda América Latina se reúnen en esta capital para tratar sobre esta enfermedad.

18 de abril de 2007

Caminar por los pabellones del Centro de Convenciones Costa Salguero en Buenos Aires, Argentina, es recorrer todo América Latina. Los distintos acentos de cada país, algo de portugués y de inglés se mezclan entre los 3.000 asistentes al IV foro latinoamericano y del Caribe en VIH/sida e ITS. A diferencia de la mayoría de reuniones que se celebran para hablar de cualquier tema, en este encuentro están los grupos más diversos de personas. Al lado de diplomáticos, expertos y académicos, están los homosexuales, transexuales, hombres, mujeres, niños y organizaciones sociales. Eso sí, todos tienen una cosa en común: su vida y su trabajo está en mejorar y dar a conocer las condiciones de las personas con VIH/sida.

Ligia López, una de las pocas representantes de Colombia en el evento, es portadora del virus desde hace 14 años, pues su esposo, que murió hace 16, la contagió. Ella, una mujer humilde de Cali, es la coordinadora de la Fundación Casa Gami. Allá ayudan a las mujeres y niños con sida en el Valle del Cauca, "en Cali recibimos a las mujeres del campo que están infectadas, las llevamos de la mano hasta que conocen sus derechos y aprenden el modo de acceder a los tratamientos que necesitan”, cuenta.

A la casa Gami llegan sobre todo mujeres embarazadas, según Ligia, esto se debe a que “la mayoría se entera que tiene el virus solo cuando está en embarazo y le toca hacerse el examen”. Esto no solo ocurre en Colombia es el panorama de la mayoría de mujeres que viven con VIH en el continente. Cuando descubren la enfermedad, el tratamiento no solo es para ellas sino para los hijos que vienen en camino. Por eso la chilena Raquel Child, asesora sobre VIH/sida del Fondo para la Población de la ONU (UNFPA), asegura que aunque en la región el sida ha aumentado considerablemente, los niños que nacen con la infección son cada vez menos.

El tema de los nacimientos de niños infectados es una de los muestras de que las políticas y el acceso a los antirretrovirales -los medicamentos que controlan el avance del virus y el contagio de la madre al hijo- sí están funcionando. Los vacíos están entonces en la prevención.

De ahí que las nuevas víctimas del sida en el planeta, en particular en América Latina que no ha dejado el machismo de lado, sean las mujeres, especialmente las más jóvenes. Según César Núñez, director regional de Onusida; en promedio cada día, 7.000 mujeres se infectan de VIH en el continente.

Atrás quedaron los tiempos en los que el sida era un problema de homosexuales, prostitutas y drogadictos. Hoy, 25 años después de la infección y en el continente latinoamericano que históricamente no tenía tasas muy altas de la enfermedad, el panorama es otro: 1,7 millones de personas están contagiadas y las que más se están infectando tienen un perfil bastante particular: menores de 39 y monógamas o con pareja estable.

Pero, ¿qué quiere decir que ellas sean las principales portadoras y las que tienen que vivir con la enfermedad? Según los expertos reunidos en Buenos Aires, la cuestión no es tan sencilla como que fueron contagiadas por sus maridos promiscuos.

Que ellas sean las nuevas víctimas de la enfermedad, es además un síntoma cultural de una sociedad machista y conservadora. Por eso, Marcela Suazo, hondureña y directora del UNFPA para América Latina y el Caribe, no exagera cuando insiste en que “el rostro del VIH es un rostro de mujer”.

No es raro escuchar a una mujer pobre de Colombia o alguno de nuestros países decir que si ella llegara a exigirle a su marido o pareja el uso del condón, más se tardaría ella en entregarle el preservativo que él en tratarla de puta. Si a esto se le suma el hecho de que la mayoría de ellas depende no solo sentimental sino económicamente de su pareja, las posibilidades de resultar involucradas en el mundo del sida aumentan.

Equidad, promoción y solidaridad, la solución

Y es que el factor de unas campañas de prevención -como el acceso al condón- van dirigidas a hombres y una concepción de que el sida solo afecta a homosexuales o trabajadoras del sexo han hecho que la epidemia aumente en América Latina, al punto de que el número de infectados en la región se equipara con la de los países desarrollados.

Pero las cosas van más allá. Las políticas de educación sexual en el continente deben volver a enfocarse. El tabú alrededor del sexo aun existe y hablar de estos temas sigue siendo una cuestión de actitud. Incluso los activistas que buscan la igualdad de acceso a la información en estos temas pagan un precio bastante alto en las sociedades latinoamericanas: en donde no son ignorados, son estigmatizados. Pero el mayor peso del estigma lo cargan los millones de contagiados, que no encuentran trabajos ni un trato digno, en sociedades que aun los siguen viendo como unos monstruos y seres inmorales.

Más allá de las cifras, que siempre serán alarmantes, la situación del sida en el continente es de falta de solidaridad. Los expertos reunidos en el foro coinciden en que ya que el acceso a los medicamentos está prácticamente garantizado, llegó la hora de cambiar los esquemas mentales y sociales en América Latina, pues el acceso universal no solo es a los tratamientos .

Ese precisamente es el objetivo de este encuentro en Buenos Aire: lograr visibilizar la diversidad de grupos sociales afectados por el sida y conseguir la solidaridad de quienes estamos sanos para lograr políticas certeras que frenen el contagio. Pues más allá de una vacuna milagrosa, el freno para el sida es una conciencia clara de que todos podemos pasar de simples observadores de una tragedia mundial, a víctimas de la gran epidemia del siglo XXI.