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Jueves, Agosto 3

La Macarena: una costosa aventura (Análisis)

El Presidente Uribe anunció que fumigará el Parque Natural. Por donde se le mire, la operación Colombia Verde es insostenible.

Martha Ruiz
3 de agosto de 2006

El Presidente Álvaro Uribe anunció que fumigará el Parque Natural La Macarena. La muerte de seis campesinos erradicadores, y el grave estado de otros siete le dieron el golpe de gracia a la operación Colombia Verde, iniciada en enero de este año.

Con éste grupo se completaron 20 personas muertas durante la erradicación manual, entre civiles y policías, y se llega casi a la treintena de heridos. Un costo humano incalculable que, unido al descomunal esfuerzo económico, logístico y operativo, hace que este sea uno de los experimentos más desafortunados del gobierno en materia de lucha contra las drogas.

La operación se inició en enero pasado, después de que a finales de diciembre las Farc atacaron en Vistahermosa, Meta, a un contingente de soldados que escoltaba las tareas de erradicación manual. Murieron 29 militares. Este fue el revés más duro que había recibido la fuerza pública en el gobierno de Álvaro Uribe. Un episodio que se produjo en plena campaña por la reelección. El Presidente decidió desafiar entonces a la guerrilla con una operación sin precedentes.

Para no entrar en controversia con la comunidad internacional en un momento electoral, optó por la erradicación manual, realizada por 930 campesinos, escoltada por 1.500 policías y una brigada móvil.

Pero el optimismo duró poco. Durante los primeros días las Farc atacaron a los policías, usando francotiradores. Dos semanas después de iniciada la operación murieron ocho policías y otros tantos quedaron heridos, por un ataque con morteros. Luego, las Farc convirtieron a los erradicadores civiles en su blanco. Disminuyeron los ataques directos a la fuerza pública y optaron por minar los sembrados de coca.

Los primeros erradicadores que murieron, generaron una diáspora en el grupo de campesinos. Poco después de iniciada la operación, apenas quedaban 300 erradicadores. Y la policía tuvo que incrementar en mil hombres más su presencia en la zona. ¿Por qué no abandonó en ese momento la erradicación manual?

El programa acababa de empezar y anunciar su fracaso era inaceptable para un Presidente que estaba en campaña. Además, muchos de los erradicadores estaban dispuestos a seguir adelante. Martín Andrés Quiroz, de 22 años, dice que se quedó porque “cuando estábamos más asustados vino el Presidente y nos dio moral”. Uribe les dio como incentivo un subsidio de vivienda. Muchos siguieron adelante porque, como dice Quiroz “uno sale y ve el hambre tan berraca de la familia, y se devuelve” .

La operación no sólo se incrementó en costos, sino que se prolongó el período de la misma, aumentando el riesgo de que nuevas víctimas. Inicialmente se había dicho que las 4.558 hectáreas serían erradicadas en tres meses. Pero hoy, seis meses después, apenas se han erradicado 2.900 hectáreas. Cada día de operación incrementa los riesgos humanos y los costos económicos. En promedio, cada hectárea erradicada en La Macarena cuesta aproximadamente 2.000 dólares. Mientras la misma hectárea en otra zona, arrancada manualmente cuesta 400 dólares. Y con la aspersión, la hectárea sale en 595 dólares.

Sin embargo, no es el dinero lo más importante, sino por supuesto las vidas perdidas. Y la ineficiencia general del programa.

Los costos

Los hechos son tozudos. Los costos humanos y económicos no se estaban viendo compensados por los beneficios políticos y militares que se había propuesto el gobierno. En primer lugar, porque si bien los erradicadores destruyeron muchos cultivos nadie en el gobierno puede garantizar que no haya resiembra. Acción Social de la Presidencia reconoce que lo único que garantiza que no haya resiembra es el desarrollo alternativo. Cambiar los cultivos de coca por otros lícitos. En La Macarena esto es imposible porque se trata de un Parque Natural y el gobierno no estimulará cultivos de ninguna especie.

En segundo lugar, a pesar de que La Macarena es un sitio estratégico para la guerrilla, la policía y el Ejército tienen como prioridad cuidar a los erradicadores. Su labor es defensiva más que ofensiva. Y claramente no se quedarán en el Parque. Están apenas de paso allí.

Adicionalmente, a lo largo de estos seis meses la propia policía había visto cómo evolucionaban las tácticas de las Farc. Primero de los francotiradores a las minas. Pasando por promover una marcha de campesinos cocaleros que hicieron resistencia cuerpo a cuerpo a la erradicación con la policía y que tuvo que ser disuelta con los escuadrones antimotines. Las minas, en todo caso fueron su principal arma y era claro que estaban innovando permanentemente en los mecanismos explosivos, como se demuestra en las siete casas bombas que se habían logrado desactivar.

Tampoco es claro que la erradicación de La Macarena haya tenido un impacto importante en las finanzas de las Farc, ni en su debilitamiento. La guerrilla no defiende territorio, y tienen cultivos de coca en muchas regiones.

Quizá el único rédito que ha dejado la Operación es político. Difícilmente la decisión de Uribe de fumigar La Macarena será objeto de la crítica radical. Lloverá glifosato sobre uno de los patrimonios naturales más importantes del país. Y todos estaremos agradecidos de que nadie más muera en una zona donde arrancar la coca manualmente siempre fue una aventura de consecuencias impredecibles. Lo malo es que igual de errático y aventurado es fumigar el Parque. Porque no hay manera de evitar la resiembra y porque el impacto de los químicos sobre el ecosistema no está estudiado suficientemente.

Quizá sea este el momento no sólo para cambiar el método de erradicación, que quizá sea un asunto secundario, y repensar toda la estrategia contra los cultivos en un país que está en un momento crítico de la guerra, y que no puede, en aras de la seguridad, arrasar con su riqueza biológica.