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MEDIO AMBIENTE

La maravillosa liberación de las tortugas carey

Las playas del parque Tayrona fueron el escenario de la quinta liberación de tortugas realizada por el acuario Mundo Marino de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

Carolina Vegas
3 de agosto de 2007

Las 150 tortugas carey no paraban de aletear emocionadas, parecía como si supieran que ese sábado, el 28 de julio, sería un día muy especial para ellas. Desde temprano todos los biólogos de Mundo Marino, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y la Fundación Museo del Mar, estaban en máxima alerta. Las habían sacado del tanque de 12 metros de profundidad que fue su hábitat durante el último mes. El mismo que habían compartido con otros peces para ir acoplándose a lo que sería su nuevo hogar, el inmenso y cálido mar Caribe. En grandes tanques realizaron el mismo trayecto que habían hecho, algunas un año antes otras hace solo ocho meses, de vuelta a la playa Gairaca en el parque Tayrona. Con la diferencia de que en aquella oportunidad apenas eran huevos de dos nidadas que se vieron amenazadas por las inundaciones y que no parecían tener muchas posibilidades de supervivencia.

“Cuando el agua se estanca y luego se evapora muy rápidamente, el suelo se compacta y se generan altas temperaturas. Muchos de sus hermanitos se cocinaron y se detuvo el desarrollo embrionario”, explicó a Semana.com Aminta Jáuregui, docente de biología marina y coordinadora del proyecto. Ambas nidadas fueron sometidas al proceso de levantamiento, en donde se les alimentó y dio espacio para que se desarrollaran, crecieran y tuvieran mayores oportunidades de sobrevivir en su travesía por las corrientes marítimas.

La vida en el mar no es fácil, además de la amenaza de las redes pesqueras y los desastres ecológicos, las tortugas carey recorren grandes trayectos migratorios que las vuelven a traer, una vez alcanzada la madurez reproductiva, a la misma costa en donde nacieron. Allí las hembras salen a la playa por lo menos tres veces en una temporada a dejar sus huevos. Las crías salen del cascarón 48 a 60 días después y de inmediato comienzan su travesía de vuelta al agua. El problema es que las tortuguitas, al quedar solas, desprotegidas y pequeñas, se convierten en presa fácil de varios depredadores, lo cual hace que de los más de 100 huevos de cada nidada probablemente sólo un animal logre llegar a la edad adulta.

Ese sábado se realizó la quinta liberación de tortugas en las playas del Tayrona. Desde 2002 se habían liberado entre 25 y 45 ejemplares al año de las especies caguama y carey. En esta oportunidad la cantidad de crías aumentó significativamente gracias al apoyo de Petrobras. Esta empresa ha dedicado numerosos recursos a proyectos similares en Brasil, donde se han devuelto al mar millones de tortugas gracias al programa Tamar, que cuenta con el músculo económico de la petrolera desde los años 80.

En el mundo existen sólo ocho especies de tortugas marinas y todas están en peligro de extinción. “El papel de ellas es ser indicadores de calidad de los ecosistemas a donde todavía llegan, por estar en la parte más alta de la cadena de predadores”, aclaró Aminta. Las playas de la Costa Atlántica colombiana, especialmente las de Santa Marta y La Guajira, tienen la fortuna de ser visitadas y utilizadas como lugar de desove por cuatro de estas especies. Desde abril empieza a llegar la gigantesca tortuga laud o de cuero; luego, a finales de mayo, visita la arena la caguama o caretta caretta; entre junio y julio aparece la eretmochelys imbricata o carey, y el último turno es el de la tortuga verde.

La carey, especie a la que pertenecen los animales liberados en esta oportunidad, es la que más riesgo corre de desaparecer. Al igual que las demás, su carne es muy apetecida como un platillo exótico y algunas personas creen que sus huevos tienen propiedades afrodisíacas. Pero además la cazan por su caparazón, el cual es pelado y utilizado para la creación de joyas y accesorios. En el proceso no es mucho el material que se logra extraer de una sola tortuga, por lo cual muchas de ellas son sacrificadas para crear un marco para gafas, unos aretes o un tocado para el pelo. Por eso el levante y posterior liberación es sólo un paso dentro del esfuerzo para que esta especie logre repoblarse.

Aproximadamente a las 4 y media de la tarde, después de un día lluvioso y oscuro, llegó el momento esperado. El primer grupo de cinco carey, de más o menos 25 centímetros, tuvio la oportunidad de sentir por primera vez la textura rocosa de la playa en la que su madre los había dejado siendo huevos. Desorientados y atortolados, algunos simplemente se dedicaron unos cuantos minutos a comer piedritas y a mirar a su alrededor. La tortugas no se distinguen por su rapidez en tierra. Pero en un instante la líder logro divisar el mar, como si sus olas la estuviesen llamando, diciéndole que ya era hora de hacerse a la larga travesía de la vida en el azul profundo. Y rápidamente ella fue aleteando hacia el agua, para luego desaparecer entre la espuma. Las demás la siguieron.
Niños, adultos, biólogos, empresarios y curiosos se dispusieron entonces a colocar de grupito en grupito las tortugas en la playa. Entre ellas Lola, la pequeña a quien nombré como buena cábala antes de acercarla al agua, con la esperanza de que regrese en 10 años junto a un buen número de sus hermanos, a esa misma playa, para así continuar con el ciclo de la vida.