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La mirada del historiador

Jorge Orlando Melo, actual director de la Biblioteca Luis Angel Arango, estudioso de la sociedad e investigador, mira la sociedad que se está construyendo y analiza los actuales candidatos a la Presidencia y sus propuestas.

Dominique Rodríguez *
8 de abril de 2002

Entrar a la oficina de Jorge Orlando Melo es adentrarse en un mundo en que el aparente desorden -miles de papeles y libros- desaparece en el instante mismo en que comienza a discutir sobre un tema. Tiene tan presente cada palabra que pronuncia con tremenda seguridad, con ritmo acelerado y con un imborrable acento antioqueño que su interlocutor queda imbuido de certeza. Pantalones de dril y chaquetas de lana, con corbatas necesarias son su atuendo cotidiano, con el cual pasa inadvertido por las enormes salas de la Luis Angel Arango, biblioteca que dirige desde 1994. Estudioso de la sociedad, investigador, principalmente enfocado hacia el área económica, ve al país actuando con ciertas conductas que no son del todo incomprensibles si se estudia sus ciencias sociales, su historia y su manera de abordar los problemas.

Como "superaficionado a la historia" pues ya no puede dedicarse a hacer investigación histórica seria como él la llama porque se ha convertido, según él, en un burócrata con algunos buenos resultados, mira la sociedad que se está construyendo, principalmente a través de los millones de niños y jóvenes que recorren los pasillos y estudian en las salas de la Biblioteca. Y como tal, se ha dedicado a analizar ciertos fenómenos de opinión pública que hoy nos parecen extraños, pero que a su mirar no lo son tanto, son el resultado de una manera de abordar los problemas muy propio de nosotros los colombianos.

Derecha... fórmula de principio

Explica cómo algunas ideas que llegan del exterior son adoptadas de buenas a primeras como principios sin generar un debate académico alrededor de ellas y sin concebir que su aplicación en nuestro país tal vez no es viable. Es así, como en el siglo XIX llegaron de Europa ideas, por ejemplo de Jeremías Bentham, cuyos lectores colombianos interpretaron como soluciones radicales a los problemas y las adaptaron como una fórmula del partido conservador. Y por el otro lado y como contrapartida, las ideas liberales llegaron bajo el nombre de Stuart Mill. Esto nos explica de qué forma se establecen los discursos aquí o de qué manera se crean los debates partidistas y por lo cual la gente no vislumbra más opciones que enmarcarse en uno u otro bando, porque a esto se reducen: a bandos. Hoy es lo mismo. "El debate colombiano sigue esperando fórmulas de principios para resolver los problemas. Y todo esto tiene un origen que tiene que ver con una preocupación como el país ha desarrollado sus sistemas educativos, sus formas de pensamiento más generales y que tienen que ver con las ideas que se expresan en los momentos de polémica", afirma el historiador.

¿El ser colombiano?

Todo esto dentro de una compleja maraña mental que tomamos como justificación de nuestro ser y que pretendemos nos defina como colombianos. Como país tratamos de entender nuestra razón de ser distinta, mestiza: "Tiene que ver con las formas de pensar el país, con la tendencia a inventar un poco estereotipos aplicables al país y a las regiones. Es un país en el que sabemos muy bien cómo son los pastusos y cómo son los antioqueños y cómo son los costeños y en el fondo esa es una manera de no saber lo que pasa en el país, de prejuzgar mucho una situación. También sabemos cómo son los colombianos, entonces todos los días oímos frases que tienen una historia larga de que los colombianos son ingeniosos, o repulsivos o que son pícaros, todo eso, y hay una fascinación en el país por esa autocaracterización... Shakira cantó en Londres entonces es bueno que cantó en Londres y le dijeron que era buena. Estamos en unos grados de inseguridad, pero yo creo que tiene mucho que ver con esa necesidad de autodefinición. Todo este debate de los últimos diez años de la identidad, la diversidad, es un debate que se apoya en algunos textos de científicos sociales colombianos, que escriben algo y se les sale la mano inmediatamente y se convierten en fórmula de principio que se aplican en cuánto evento hay, en cuánto congreso aparece sobre la diversidad nacional, se vuelven unas fórmulas y la política misma las toma inmediatamente, la misma Constitución consagró eso, pero se vuelve una sensación de que esas consagraciones legales y esa retórica legal es lo fundamental".

Tal vez esto se hace más visible hoy que las denominadas minorías no ganaron los escaños parlamentarios que pretendían tener en las elecciones legislativas que se llevaron a cabo el pasado 10 de marzo. Lo mismo ocurrió con los actores, lustradores, celadores, directores de cine, cantantes y reinas que no lograron su curul, mostrando que la gente ya no soportaría otra administración sin resultados por distintas que hubieran sido las propuestas, pero que a la final no lo resultaron tanto.

Dominique Rodríguez: ¿De qué manera interpreta el discurso que se está generando en las campañas presidenciales alrededor del tema del orden público?

Jorge Orlando Melo: Álvaro Uribe ha hecho un diagnóstico muy correcto de la situación de las negociaciones de paz y de las principales limitaciones del proceso actual, y eso le ha dado una clara ventaja sobre los demás candidatos. Pero sus propuestas positivas aún están en un terreno en el que pueden enmarcar cualquier alternativa. Los demás candidatos, en las últimas etapas del proceso, se han sumado al mismo diagnóstico. Todos están de acuerdo en que hay que modificar el proceso actual y comparten aparentemente la idea de que desde una posición de mayor autoridad del gobierno se debe mantener abierta la posibilidad de diálogo. Pero los matices de lo que dicen hacen pensar en líneas muy diferentes: en una mayor disposición a sacrificar autoridad para buscar diálogo de parte de Serpa, en una mayor decisión de sacrificar diálogo si se requiere para mantener autoridad de parte de Uribe. Como lo decisivo es la forma concreta, la dosis precisa en que se combinarán los aspectos de ejercicio del poder armado estatal con la gestión política de la paz, con las negociaciones, con el grado de control del ejército para que la lucha se haga dentro del marco legal más exigente, no hay elementos para evaluar en detalle las políticas de los candidatos.

D.R: ¿Y en cuánto al ámbito económico y sociocultural como percibe el panorama?

J.O.M: No he visto que los candidatos hayan hecho propuestas muy precisas sobre la economía o el desarrollo sociocultural. Me parece que la mayor precisión en el terreno económico la ha hecho Noemí Sanín, con sus propuestas de seguro contra el desempleo y en general su formulación de una política exigente de equilibrio fiscal, inversión en educación, etc. Las formulaciones de Serpa sobre que quizás valdría la pena sacrificar dos o tres puntos de déficit para disminuir el desempleo son muy genéricas: si no explica los mecanismos, uno puede pensar que probablemente sí logrará el aumento del déficit, pero no la reducción del desempleo. Los programas educativos y de política cultural no se han presentado con claridad, de manera que tampoco en este caso logro imaginarme para dónde van los candidatos.

D.R: ¿ Cómo no atemorizarnos de que vaya a pasar aquí el desastre económico que está ocurriendo en Argentina?

J.O.M: Hay diferencias fundamentales entre Colombia y Argentina. Hay unas diferencias de cultura ciudadana: Argentina es un país más dependiente del Estado, con una mentalidad en muchos aspectos más rentista que Colombia. Además, en Argentina el Estado tiene un margen de maniobra mucho más grande que en Colombia, donde una medida que quite a los ahorradores sus ahorros no resistiría ningún juzgado, por violatoria de la propiedad privada. Por eso Argentina logra mantener un esquema equivocado de gestión más tiempo que Colombia. Aquí puede haber algunos indicadores muy parecidos; el nivel de deuda es muy similar, el déficit fiscal sólo ligeramente menor- pero hay mayor atención al proceso global y a los ritmos de cambio, y probablemente hay una mayor velocidad para ajustarse en caso de desequilibrio amenazante: no es fácil mantener una política obviamente fracasada. En 1983 el gobierno de Belisario tuvo que aplicar una drástica reversa del análisis optimista que tenía, y en el fondo toda la política de Samper fue un esfuerzo fiscal por no dejar avanzar una situación que la política expresa del Estado habría impulsado. En el fondo, el realismo se impuso siempre sobre la tentación de sostener artificialmente un desequilibrio muy profundo (aunque se hayan sostenido y se sigan sosteniendo situaciones locales muy absurdas, con altos costos, pero mientras no pongan en cuestión todo el funcionamiento fiscal del Estado). La creencia de que el Estado puede crear riqueza porque así lo decide ya no es muy fuerte en Colombia, y hay mucha conciencia de que si el Estado ofrece algo, alguien diferente al Estado -los que pagan los impuestos, los empresarios, los trabajadores- tiene que pagarlo.

Así, son historias distintas, Colombia dentro de todo ha superado con mayor eficacia las dificultades reales de subsistencia que sus vecinos. No sabemos hasta qué punto llegaremos pero las tendencias demuestran que la gente está ávida de un cambio... al menos de discurso.



* Periodista e investigadora en historia del arte.