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La paradoja del dragón

China es al mismo tiempo una potencia en expansión y un país en vías de desarrollo. Santiago Torrado, redactor de SEMANA.COM, preparó un informe completo sobre el gigante asiático.

Santiago Torrado
17 de octubre de 2004

Un país comunista que envía hombres al espacio y compite hombro a hombro con Estados Unidos en lo alto de la tabla de medallería de los Olímpicos. Ese era el escenario característico de la Guerra Fría, cuando la carrera espacial y el orgullo deportivo eran una vitrina inmejorable para la lucha de ideologías.

Y sin embargo, la frase no corresponde a la Unión Soviética del siglo pasado sino a la China de hoy, un poder emergente que, a pesar de su distancia geográfica y cultural con las potencias occidentales, se está convirtiendo en un jugador de peso en el mundo globalizado. Para algunos, incluso, el gigante asiático está llamado a convertirse en la próxima superpotencia mundial a pesar de enfrentar los problemas típicos de una nación en vías de desarrollo.

Un poder emergente

El protagonismo chino en la geopolítica se debe en gran medida a su poderosa economía, la tercera del mundo después de Estados Unidos y Japón. A pesar de ser socialista, lleva creciendo a más del 8 por ciento anual durante las últimas dos décadas. Una revolución económica basada en una inagotable fuerza de trabajo a bajo costo. "Es como el Manchester del siglo XVII, solo que mucho, mucho, más grande", explica Rupert Wingfield, el corresponsal de la BBC en el país asiático, en una columna reciente.

El país más poblado del planeta va rumbo de convertirse también en el principal importador y exportador. En cualquier rincón del mundo, incluida Latinoamérica, la pregunta del millón es cómo protegerse de la competencia de los productos chinos y a la vez penetrar un mercado de 1.300 millones de personas.

Pero no se trata sólo de la economía. Los pasos de animal grande se sienten a diversos niveles, algunos más sutiles. China es un pueblo de grandes leyendas. Los símbolos continúan desempeñando un papel importante en la política y la vida diaria, por eso no es de extrañar el orgullo de su primer viaje tripulado al espacio, el 15 de octubre de 2003, cuando los dirigentes recordaron una frase de Deng Xiaoping (el líder del país durante la segunda generación), quien aseguró que sin programas nuclear y espacial "China no puede ocupar un lugar entre las grandes potencias del mundo".

En el deporte también amenazan el imperio de Estados Unidos. En Atenas 2004, China sólo estuvo tres medallas por debajo de los norteamericanos. De los 407 integrantes del equipo olímpico chino, 323 eran debutantes. En realidad, sus atletas se están preparando pacientemente para arrasar en las olimpiadas de 2008, cuando serán los anfitriones.

Este tipo de enfrentamientos simbólicos, sumados a la oposición entre capitalismo y comunismo, hacen que muchos piensen en una reedición de la Guerra Fría con China como el contrapeso a la hegemonía mundial de Estados Unidos. Pero la realidad está lejos de está visión.

Para empezar, el Partido Comunista Chino (PCC), en el poder desde 1949, aunque se niega a introducir reformas políticas sustanciales, en el plano económico aprovecha las ventajas del capitalismo, especialmente en Hong Kong, bajo la premisa de "un país, dos sistemas".

La estrategia de Beijing no es enfrentarse al Tío Sam. Por el contrario, su deseo es mantener relaciones estables con la única superpotencia mundial mientras promueve el ascenso gradual de China en el sistema internacional. Un ejemplo concreto es su ingreso a la Organización Mundial del Comercio (OMC), previsto para 2005.

Las relaciones con Estados Unidos atraviesan un buen momento: son aliados en la lucha antiterrorista y mantienen conversaciones con respecto a la amenazante Corea del Norte. Sin embargo, aunque Washington ya no percibe a Beijing como una amenaza inminente, su creciente influencia tampoco es del todo bienvenida." Tradicionalmente, el mundo ha tenido problemas para ajustarse a los poderes emergentes. Recientemente, China ha hablado de un ascenso pacífico, pero ajustarse a ese ascenso tomará un esfuerzo para sus vecinos y Estados Unidos", explicó a SEMANA.COM Adam Segal, especialista en estudios chinos del Consejo en Relaciones Internacionales de Estados Unidos.

Además, China no siempre es tan pacífica. Tan pronto se menciona el tema de Taiwán, aliado militar de Washington, los líderes del Partido Comunista Chino se muestran dispuestos incluso a usar la fuerza para aplastar las aspiraciones independentistas de 'la provincia rebelde'.

Los problemas de la periferia

Al tiempo que China se codea con las potencias mundiales enfrenta los mismos problemas políticos, sociales, económicos y ambientales que muchos países en vías de desarrollo.

Los retos para los nuevos líderes son inmensos. Las transiciones socioeconómicas de un país agrario a uno industrial y de una economía manejada por el Estado al libre comercio también han traído problemas. A pesar de su sistema comunista, la distribución de la riqueza en China es tremendamente inequitativa; el desempleo, preocupante y la corrupción, el principal desafío para el partido, según el mismo Hu Jintao, el jefe de gobierno.

El récord del PCC en derechos humanos y libertad de expresión deja mucho que desear y de acuerdo con Reporteros Sin Fronteras es la peor del continente asiático.

A eso se suma que el milagro económico chino ha producido un desastre ambiental de dimensiones proporcionales al tamaño y población del gigante asiático. De las 20 ciudades con mayor contaminación en el planeta, 16 están en China, según el Banco Mundial. En Beijing, cuando no hay brisa, la polución hace ver a rascacielos a un par de cuadras como sombras fantasmales. Las enfermedades respiratorias son la principal causa de muerte.

Los autos chinos consumen el combustible más 'sucio' del mundo y para 2020 se calcula que habrá por lo menos 110 millones de vehículos. La deforestación contribuye a las inundaciones de todos los años y más de un cuarto del territorio es desértico. Unas 60 millones de personas tienen problemas para acceder al agua para sus necesidades diarias. No hace falta hablar del 'efecto mariposa' para darse cuenta de que, por su tamaño, los problemas ambientales de China son los problemas ambientales del mundo.

El impacto también es económico. De acuerdo con el Banco Mundial, la crisis ambiental le cuesta a China entre 8 y 12 por ciento del producto interno bruto anual.

¿Reforma a la vista?

Las autoridades han prometido que para los Olímpicos Beijing 2008 habrá cielos azules y libertad total para la prensa internacional.

Recientemente, el Partido Comunista Chino consolidó la transición entre la tercera y la cuarta generación de líderes cuando Hu Jintao relevó a Jiang Zemin en la jefatura de las fuerzas armadas. Un traspaso de poder que se había iniciado en noviembre de 2002, cuando sustituyó a Jiang como secretario del PCC. Con este cambio, el culto a la personalidad en la primera (Mao Zedong) y segunda (Deng Xiaoping) generaciones ha dado paso a un estilo de liderazgo más colectivo.

Con este renovado liderazgo y los ojos del mundo puestos en Beijing 2008 nunca ha habido una mejor oportunidad para presionar un giro hacia la democracia en China. Pero eso sería pensar con el deseo. Hu ha dicho claramente que en China no se va a establecer una democracia al estilo occidental.

Sin embargo, algunos observadores apuntan que el descontento popular por cuenta de la corrupción en las filas del PCC posiblemente obligue a democratizar el partido para modernizarlo, aunque manteniendo el esquema de partido único que rige desde los orígenes de la Republica Popular China.

"Seguramente habrá mayor transparencia pero ningún cambio dramático", opina Segal. Probablemente, China ganará más medallas que Estados Unidos en Beijing 2008 y su economía continúe creciendo. Y la democracia termine siendo el único producto que los chinos no estén dispuestos a importar.



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