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La revolución democrática de Chile

Andrés Joannet explica los vericuetos de la política chilena, a menos de un mes de unas elecciones cruciales

Andrés Jouannet Valderrama
12 de febrero de 2006

El 14 de diciembre será un día definitivo para Chile. Ese día los chilenos elegirán a quien regirá los destinos de la Nación desde marzo de 2006 hasta marzo de 2010. La elección enfrenta a tres candidatos y una candidata: por la derecha está Joaquín Lavín, militante de la Unión Demócrata Independiente (UDI), partido de la extrema derecha cuyos miembros fueron en su mayoría partícipes de la dictadura de Pinochet. Lavín, clasificable dentro de un populismo moderado de derecha, muy cercano a posturas conservadoras de la Iglesia Católica, y en particular del Opus Dei, es la segunda vez que se postula. En la vuelta anterior enfrentó al actual Presidente, Ricardo Lagos, quien lo derrotó por un escaso margen. Sebastián Piñera, el segundo candidato de la derecha, es militante de Renovación Nacional (RN), partido con posiciones liberales en materia económica, y conservadoras en lo moral. Es un exitoso empresario que ha amasado una fortuna de unos mil millones de dólares y cuenta entre sus activos ser uno de los accionistas principales de la empresa aérea LAN. Además de ser un excelente comunicador, tiene una importante carrera política y académica. Se podría clasificar dentro de un populismo moderado. Por el lado de la izquierda está Tomás Hirsch, quien representa al polo de extrema izquierda. Militante del Partido Humanista, Hirsch es parte de una coalición denominada Juntos Podemos Más, que en las anteriores elecciones municipales alcanzó alrededor de un 10 por ciento de la votación. El eje de esta coalición es el Partido Comunista de Chile, una colectividad política muy importante en la cultura política chilena. Sus ideas fuerza están en la línea de la protesta antiliberal y norteamericana, muy propia de los movimientos de extrema izquierda que cruzan hoy a Latinoamérica. La última candidata en ruedo, Michelle Bachelet, socialista, ha sido Ministra de Salud y Defensa. Esto último es muy significativo dado que su padre, un general de Ejército, fue asesinado bajo las torturas de sus camaradas de armas en la primera parte de la dictadura de Pinochet. Bachelet representa a Concertación, la coalición que ha gobernado por casi 16 años el país, que está formada por socialistas (PS), socialdemócratas y demócratas cristianos (DC). Este último partido es el más grande del sistema de partidos en Chile e intentó llevar una precandidata al interior de la Concertación, la ex ministra de la Mujer, Justicia y Relaciones Exteriores Soledad Alvear, quien finalmente depuso su candidatura, dada la ventaja de adhesión en la opinión pública que Bachelet tenía sobre ella. Como van las encuestas hasta hoy, Bachelet se impondría con mayoría absoluta en la primera vuelta, mientras que Lavín y Piñera empatarían con alrededor de un 20 por ciento cada uno. Por su parte, Hirsch rondaría el 5 por ciento, que es la votación histórica de la extrema izquierda en Chile, en este tipo de elecciones. Aunque los votos no están contados y todavía se puede llegar a una segunda vuelta, hay alta probabilidad de que Bachelet y la Concertación gobiernen por cuatro años más. En ese caso, la Concertación gobernaría a lo menos 20 años: entre el Presidente Patricio Aylwin (DC) 1990-1994, Eduardo Frei Ruiz Tagle (DC) 1994-2000, Ricardo Lagos (PS) 2000-2006 y, eventualmente, Michelle Bachelet (PS) 2006-2010. ¿Como han logrado ser electos en oportunidades seguidas y cómo se han mantenido tan fuertemente unidos? La respuesta tiene que ver con el modelo de gobernabilidad que ha implementado la Concertación, que denominaré la Revolución Democrática. El encuentro de los contrarios La Revolución Democrática comienza el 11 de Septiembre de 1973, cuando los militares dan el Golpe de Estado y terminan con más de 60 años de democracia ininterrumpida en Chile. Desde ese momento comenzó lo que Aylwin denominó "el encuentro de los contrarios". Desde el exilio o en el país, socialistas y demócratas cristianos se comienzan a encontrar en foros internacionales, a través de la Iglesia Católica, que juega un rol principal en la lucha por los derechos humanos y el retorno de la democracia, o en otras instancias. A partir de fines de la década de los 70 y principios de los 80, estas relaciones se intensifican y ya hacia fines de este período, se ponen todos bajo el liderazgo de Aylwin, quien siempre se había jugado por una salida institucional a la dictadura para recuperar la democracia en paz y sin derramamiento de sangre en el proceso de transición. Desde el 2 de febrero de 1988, día en que se fundó la "Concertación de partidos por el NO", han pasado más de 17 años, número similar al de partidos que firmaron el acuerdo para derrotar a Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988. Desde aquel acuerdo netamente estratégico electoral de esos primeros años, se pasó posteriormente a un acuerdo de gobernabilidad futura, una vez derrotado Pinochet en las urnas. Con el triunfo de Aylwin (54%), la coalición asumía el desafío de gobernar, cuestión que refrendó con la victoria de Frei (58%) en diciembre de 1993, y de Lagos (51%) en enero de 2000. La revolución democrática Sin lugar a dudas, tanto la génesis como el desarrollo y la evolución de la Concertación no tienen comparaciones ni en la historia política de Chile ni en los procesos políticos acaecidos en América Latina en el último siglo. Esto porque, por primera vez en nuestra historia, gobernaba una coalición tan amplia de partidos que iba desde la centro derecha democrática hasta la izquierda socialista, pasando por el eje de la coalición que ha sido la Democracia Cristiana. Así mismo, es la primera vez que un gobierno del mismo color permanece tanto tiempo en el poder, legitimado por el respaldo popular en las urnas. Además la Concertación desde que arribó al Ejecutivo ha ido imponiéndose en cada una de las elecciones legislativas y municipales que se han producido en la nueva democracia de Chile. A lo anterior se le suma que estos tres gobiernos han hecho una revolución política sin comparación con algún otro período de la historia del país que ha mejorado sustancialmente los índices económicos y sociales. La "Concertación de Partidos por la Democracia" ha convertido a Chile en líder indiscutido de los países de la región latinoamericana. Además de los índices económicos y sociales, hoy cuenta también con la democracia de mejores índices de América Latina (véase www.freedomhouse.org). Ahora bien, hay una serie de mitos construidos por medio de la información oficial emanada en tiempos de dictadura, que no han sido contrastados. El primero es el mito que todos los logros en materia económico-social son gracias al buen manejo de la economía de Pinochet y sus Chicago Boys. No es cierto. En cualquier comparación entre lo hecho por el Gobierno Militar, y quienes participaron de él, particularmente los dirigentes de la Alianza por Chile (coalición de UDI y RN) versus lo hecho por los Gobiernos de la Concertación, sale esta última aventajando por lejos a la primera. Así, podemos ver que en esa época muchos dirigentes de gobierno usufructuaron en términos personales de las arcas fiscales, existiendo actos de corrupción sin control alguno, como lo evidencia el reciente descubrimiento de millonarias cuentas de Pinochet y su familia en el extranjero. En cambio, desde el advenimiento de la democracia, Chile ha presentado los mejores índices de transparencia en el uso de los fondos públicos en Latinoamérica, e incluso está por encima de países europeos como Francia, España e Italia, entre otros, según señala Transparencia Internacional (véase www.transparencyinternational.org). Respecto a los índices de libertades públicas y derechos civiles, Chile exhibe hoy cifras similares a las de democracias consolidadas como las europeas, a diferencia de lo que ocurría en tiempos de la dictadura, cuando el país mostraba los peores índices de Latinoamérica (véase www.freedomhouse.org). Todo lo anterior, sin siquiera mencionar lo relativo a la violación sostenida de derechos humanos que ocurrió en tiempos del gobierno autoritario y que muchos de los actuales políticos de la derecha cínicamente señalan que ignoraban (véase www.amnesty.org). El crecimiento del PIB durante la dictadura fue de un promedio del 2,9 por ciento, versus el 6,2 por ciento que se ha observado hasta hoy en la nueva democracia (1990-2004). Así mismo, la tasa de desempleo promedio durante el Gobierno Militar fue de un 18,1 por ciento, en comparación con el 7,3 por ciento que han exhibido los gobiernos de la Concertación. La inflación, que fue el caballito de batalla que siempre exhibió el gobierno de Pinochet, fue de un 79 por ciento, versus el 8,1 por ciento promedio durante los gobiernos de Aylwin, Frei y Lagos (véase Cepal y Banco Central de Chile). Sobra hablar de los tratados comerciales, la política de vivienda, educación, salud e infraestructura, donde las cifras e inversiones de la Concertación son cuatro veces más, en términos reales, de lo hecho en los casi 17 años de dictadura. Sin embargo, lo más sobresaliente es la diferencia en el gasto social de ambas administraciones, puesto que desde 1990 a la fecha la inversión social ha aumentado en un 300 por ciento real. En áreas como las políticas interna y externa, la economía, lo social, la cultura y los derechos humanos, la llamada "Revolución Silenciosa" de la dictadura está muy por debajo de la "Revolución Democrática" llevada a cabo por los partidos de la coalición de gobierno. Ni el defensor más acérrimo de la dictadura puede negarse frente a las cifras de estos resultados que exhiben los gobiernos de la Concertación y que dan cuenta de por qué Chile tiene los índices políticos, económicos y sociales más auspiciosos de la región. *Dr. en Ciencia Política de la Universidad de Heidelberg