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El Teniente Coronel, Steven Rusell, pinta con aerosol, sobre un graffitti de Sadam Hussein una imagen del diablo. FOTO: AFP

ESTADOS UNIDOS

La verdad y la guerra de Irak

Según un informe periodístico, los analistas militares que salen en las cadenas estadounidenses para comentar los hechos de Irak son en realidad voceros del Pentágono.

Mauricio Sáenz, editor internacional de SEMANA
24 de abril de 2008

Un nuevo capítulo en la complicidad de los grandes medios con las mentiras de Bush
 
 Un largo reportaje del diario The New York Times, escrito por el periodista David Barstow, reveló esta semana un nuevo detalle de la enorme operación que orquestó el actual gobierno de Washington para desorientar a la opinión pública norteamericana.
La investigación fue hecha a lo largo de dos años, tras examinar más de 8000 documentos reservados del Pentágono (la secretaría de defensa de Estados Unidos) obtenidos con abogados mediante la Freedom Information Act (la norma que rije el acceso a la información oficial de Estados Unidos). Y el hallazgo es sorprendente, a pesar de que la capacidad para manipular la realidad de la actual administración ya es ampliamente conocida.

Barstow revela que desde comienzos de 2002, la subsecretaria de asuntos públicos del Pentágono, Victoria Clarke, lanzó un programa para entrenar analistas militares destinados a servir de comentaristas en las cadenas de television y radio. Aprovechaba así la costumbre de los medios electronicos, iniciada desde la primera guerra del golfo, de contratar militares retirados para ese efecto. Barstow afirma que se trataba de convertir a esos personajes en una especial de caballo de Troya, para que posando como analistas independientes, dieran una visión de los hechos acorde con los intereses de Washington.

Para empeorar las cosas, muchos de los más de 70 ex militares entrenados trabajan o tienen intereses en empresas contratistas relacionadas con el sector defensa. De tal manera que al tener acceso a las cámaras y a los microfonos, sus mensajes no solamente podían favorecer los intereses de la Administración, sino los suyos propios.

Los documentos del Pentágono se refieren a los participantes como “fuerza de multiplicadores de mensaje”. El artículo revela cómo los exmilitares eran entrevistados personalmente por el secretario de defensa Donald Rumsfeld, y atendidos con especial deferencia para asegurar su colaboración irrestricta, en reuniones en las que recibían instrucciones sobre la línea más conveniente a seguir en sus comentarios. Con frecuencia eran invitados a viajes pagados en los que obtenían acceso no solo a instalaciones y operaciones reservadas, sino a los personajes clave para sus propios intereses comerciales.

Revelaciones como esta tendrían que haber desatado en otras épocas un escándalo de grandes proporciones. Pero ello no ha sido así, porque los medios norteamericanos están muy ocupados cubriendo la competencia demócrata por la candidatura presidencial, y porque las mentiras y manipulaciones del gobierno actual, a pesar de lo graves, ya no son una novedad.

Pero sobre todo, porque las mismas cadenas de television y radio, no contentas con cargar con buena parte de la responsabilidad por lo ocurrido, le han aplicado un bloqueo informativo. Eso se entiende, porque fueron ellas quienes abrieron la puerta a que ex militares posaran como “analistas independientes”, haciéndose los de la vista gorda ante los obvios conflictos de intereses.

Tampoco ayuda que sea un periodista de The New York Times quien hace la denuncia, pues ese diario, considerado por muchos como el mejor del mundo, tampoco demostró independencia alguna cuando el gobierno de Bush se preparaba para llevar a cabo su viejo designio de invadir a Irak contra viento y marea. ¿O es que ya se les olvidó a sus directivos, para mencionar apenas uno de una lista enorme de ejemplos, el escándalo de la espía Valerie Plame? En esa ocasión quedó claro cómo el periódico neoyorquino contribuyó a difundir la falsa idea de que agentes de Saddam Hussein trataban de comprar uranio en Níger para producir las supuestas bombas atómicas para destruir a Estados Unidos y su ”american way of life”.

Porque la realidad es que, más allá de los esfuerzos que hoy hagan para limpiar su imagen, la inmensa mayoría de los medios masivos de comunicación de Estados Unidos participaron por acción u omisión en ese inmenso complot informativo, ya fuera por su propia posición ideologica, o al menos por no quedar como antipatrióticos o “un-American”.

Pero no importa que hayan muerto más de un millón de civiles, ni más de 4000 soldados estadounidenses en Irak, en un conflicto inventado cuyas consecuencias aún son impredecibles. El juicio de responsabilidades ante la historia tal vez nunca se produzca.