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La XIV Cumbre Andina: raíces y comercio por encima de ideologías

Luis Carlos Villegas*
29 de junio de 2003

Si, como lo insinuó el presidente de Venezuela, la reunión de Quirama hubiese sido exclusivamente orientada por la geopolítica, el Grupo Andino hubiese estallado en varios pedazos, aunque no necesariamente en cinco.

En realidad difiere la concepción del "espacio vital" para cada uno de los actuales gobiernos de la subregión: para Bolivia, su necesidad crítica es ahondar en la dependencia fiscal y de crecimiento que hoy le significa ser gran proveedor de energía del Brasil. Para Venezuela, revolución en expansión, es urgente acercarse al presidente Lula para disminuir la visibilidad de su discurso y de sus metas revolucionarias regionales, sin quitarle efectividad a los cambios de modelo que ha aplicado internamente a la economía de mercado, a la libertad de asociación y de prensa, y a la independencia de los poderes públicos; amén de su deseo de usar el músculo petrolero en la gran política exterior que desde La Habana, Trípoli o Moscú, se quiere montar contra la unipolaridad de Estados Unidos. Para Ecuador, su espacio vital consiste en no permitir el derrame del conflicto colombiano, léase cultivos ilícitos y procesamiento de drogas ilícitas, hacia su propio territorio, lo cual produce las naturales dudas de si ello se logra acercándose o alejándose de Estados Unidos; pero en todo caso, de la mano de Colombia. Para Perú, lograr salir del dilema Fujimori o García, implica mirar al norte y de inmediato. Para nuestra Colombia, la relación con Estados Unidos es de vida o muerte, literalmente, con la diferencia entre hoy y 1903, que hoy lo hemos comprendido colectivamente; por eso el direccionamiento del presidente Uribe hacia el norte es casi incuestionado por la opinión pública.

La pregunta obvia es: si en la cúpula de los Estados hay semejante disparidad de visiones de mediano y largo plazo, ¿pueden las instituciones andinas prever un camino común? Para mi sorpresa, la respuesta fue ¡sí!

La Secretaría General a cargo del ex canciller Guillermo Fernández, pudo proponer y hacer aprobar una declaración final con varias novedades de interés. De un lado, la Agenda Multidimensional, que consiste en intentar poner en marcha una serie de acciones colectivas de política exterior andina que le permitan al grupo actuar en los grandes escenarios globales. Terrorismo, narcóticos, seguridad regional, política laboral y de migraciones, medio ambiente, salud, educación y desarrollo de infraestructura física, son ahora capítulos comunes que deberían ser desarrollados por las cancillerías de manera colectiva en las cinco capitales.

Y por el lado del comercio y de la inversión, Colombia logró que se aceptara la "pluralidad de frentes de negociación" propuesta por Uribe en el acto de instalación.

Con esta autorización, Venezuela podrá seguir implorando ante Mercosur su ingreso, con la firme oposición de Uruguay. Bolivia, podrá ahondar en su acercamiento a Brasil. Perú, Colombia y Ecuador, podrán aparecer, en bloque ojalá, ante el embajador Zoellick para la negociación de un Tratado de Libre Comercio Bilateral que prorrogue el Atpa después de 2006. Y todos tan contentos. ¿Qué cambió con la visita rauda del presidente brasileño a Quirama? Nada en realidad.

Pero quedamos notificados sobre su interés, o mejor, el de Itamaraty, ¡oh Itamaraty!, de expandir el espacio vital que ya ha agrandado con Argentina, Bolivia, Uruguay y Paraguay, hacia la región andina con miras a una influencia decisoria en Suramérica, una salida al Pacífico y un mayor músculo en el Alca.

Por este resultado, el sector privado de los cinco países quedó relevado de cualquier comentario adicional a las palabras del mandatario colombiano en la inauguración de la cumbre. Su buen olfato nos permitió cubrir todos los frentes de preocupación, como eran la dedicación exclusiva a Mercosur en detrimento de lo ganado con Estados Unidos, y la monopolización del presidente Lula por parte del presidente Chávez. Tenemos, gracias a Uribe, abiertas las puertas para continuar las negociaciones con Canadá y Estados Unidos, y para proseguir con gradualidad y profundidad que dependerán de cada país, las negociaciones con Mercosur.

También fue propuesta colombiana, dedicar los próximos 90 días al examen y superación de los incumplimientos intrarregionales. Ahí existe un gran potencial para recuperar confianza en el proceso andino.

Quedan por analizar más a fondo, los temas agrícolas tan diferencialmente asumidos por cada socio. Y que todos tengamos presente que en este asunto, como en la mayoría de los demás, la gran amenaza se llama Brasil.

En seis grandes grupos podrían enmarcarse los resultados de la Cumbre de Quirama:

- Pluralidad de frentes de negociación económica.

- Superación de los incumplimientos intrarregionales.

- Armonización de la política macroeconómica, con las dudas que a todos nos pueden generar.

- Aceleración de la integración física a través de la construcción de infraestructura.

- Mayor acción social.

- Ejecución de una Agenda Multidimensional de política exterior andina.

Al Acuerdo de Cartagena lo salvaron esta vez las raíces comunes y el comercio. Si para la próxima hemos destruido el comercio y debilitado nuestras raíces, "lux perpetua luceat eis".

* presidente del Consejo Empresarial Andino y de la Andi, para SEMANA.com.