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Samuel Moreno, William Vinasco y Enrique Peñalosa durante el debate del Canal Caracol.

Elecciones 28 de octubre

Las claves de la histórica respuesta del candidato Samuel Moreno

Aunque la discusión por ahora pasa por qué tanto va a variar el resultado de las elecciones, el caso también refleja otros hechos trascendentales para la vida política del país. Por Armando Neira, Editor de Semana.com

23 de octubre de 2007

Hace unos años, durante los diálogos de paz en el Caguán, al congresista Roberto Camacho lo asaltó un dilema enorme. Resulta que un día estaba en la mesa de discusión con gran parte del Secretariado de las Farc. El político conservador –hombre godo políticamente, de trato siempre cordial y de salidas brillantes– se excusó para ir al baño. Allí estaba cuando vio un fusil en una esquina, seguramente dejado por descuido por alguno de los guerrilleros. Su frecuencia cardíaca se alteró porque, como oficial de la reserva que era, sabía del inmenso poder del arma. “Yo puedo salir de aquí y matar a todos los comandantes subversivos –pensó–. Y no sólo salvo a mi país de la guerrilla, sino que cambio para siempre la historia de Colombia”, reflexionó.

Cuando el congresista me contó la anécdota como periodista que cubría las conversaciones entre el gobierno de Andrés Pastrana y las Farc, exclamé: “¡Imagínese lo que hubiera pasado!”. Camacho me relató que no lo hizo porque moralmente “matar es algo muy malo”, su formación ética no le permitía “atentar contra una vida” y además debía cumplir su palabra que él iba allí era a hablar para buscar una salida pacífica al conflicto armado, aunque también me confesó que durante mucho tiempo estuvo en su cabeza aquella oportunidad inesperada de “liberar al país de ‘Tirofijo’ y ‘Jojoy’”.

El caso lo traigo a cuento porque fue un hecho real que ilustra el poder de los dilemas cuando se le presentan al ser humano. Cualquier salida pasa por la construcción de los valores de una persona, de la solidez de su ética y de las concepciones que guíen su actuar cotidiano.

Hoy Bogotá y gran parte del país están discutiendo estos temas por cuenta de la histórica respuesta de Samuel Moreno, candidato del Polo Democrático Alternativo a la Alcaldía Mayor, dada al ex alcalde Antanas Mockus en el debate del Canal Caracol: “¿Si usted comprando 50 votos puede salvar la ciudad de caer en manos de alguien capaz de comprar 50.000 votos, lo haría?”. A lo que el aspirante al segundo puesto más importante del país respondió con sorprendente rapidez: “Sí, no lo dudo”.

En las últimas horas la totalidad de los medios que tienen sus sedes principales en Bogotá ha convertido el hecho en la noticia principal. Ha habido entrevistas, análisis, debates y pronósticos del impacto de la salida en el resultado final de las elecciones del domingo. Y en especial, ha habido una clamorosa participación del público que se ha volcado a dar sus opiniones.

Todos esto refleja varios hechos realmente emocionantes para la vida política por ahora de Bogotá y que ojalá tengan pronto consecuencias en todo el país. En plena tormenta de la para-política hay un placentero oasis en el que se habla de “ética”, de “moral”, de “pensar las respuestas” y de “hacer lo correcto”. Y eso es conmovedor y es la primera clave de este episodio. La madurez política de Bogotá.

Sin embargo, simultáneamente, es desolador porque muestra la enorme brecha con gran parte del país. Uno no espera que en otras regiones se discuta de “ética” y “moral” por un interrogante hipotético, sino que el electorado aborde de frente una decisión ante las acusaciones reales. Todos en las regiones saben quiénes son los políticos que se han aliado con grupos armados para consolidar su poder dejando en el camino ríos de sangre y dolor con numerosos asesinatos y masacres. Muchos saben el nombre del político que se alió con un matarife para asesinar a civiles indefensos. Otros identifican a aquel que edificó su mansión rodeado del fango de la pobreza con el erario público. De hecho, hay partidos políticos cuyos indiscutidos líderes están en la cárcel sindicados de delitos de lesa humanidad.

Esas zonas deberían aprender del ejemplo de Bogotá en un hecho provocado por la segunda clave de este caso: la importancia de los debates. Los aspirantes deben someterse a todos los escrutinios posibles porque se trata de saber quiénes son. Solamente así se sabrá a quién se le va a entregar el manejo de los recursos públicos, con qué autoridad va a imponer la seguridad. Algunas voces dicen que los candidatos siempre van libreteados y le mienten al auditorio. Es posible, pero cuando el elector tiene suficiente información, sabe quién le está diciendo la verdad y quién no. Nos pasó recientemente en el debate organizado por Votebien.com, Teleantioquia, Caracol y SEMANA en Medellín. A los candidatos se les preguntó si alguna vez en su vida habían utilizado su vida pública para obtener un beneficio personal. Con la notable excepción de Alonso Salazar, que aceptó con honestidad que durante su cargo éste le había permitido llegar primero al estadio, los demás se autoalabaron, exhibieron sus diáfanas virtudes de hombres correctos, transparentes, que siempre han hecho fila en los espectáculos públicos, que siempre han hecho la cola para obtener el pasado judicial, en las de inmigración en los aeropuertos, que jamás han llamado a un amigo desde sus posiciones para decirle “ayúdeme con esto”. No. Nunca jamás. Ellos juraron que sus vidas han sido ejemplares e incluso alguno que otro puso a Dios como testigo. Gracias a este debate, el elector sabe quién les mintió y quién no.

La tercera clave está en que en la vida pública no puede haber nada escriturado. Es tan importante la ejecución de una obra monumental como la elaboración de los pequeños detalles del día a día. Hace cinco meses Enrique Peñalosa se sentía el ganador e incluso eludía la confrontación y miraba a sus contrincantes por encima del hombro. El domingo pasado, con los resultados de la totalidad de las encuestas, Samuel Moreno se sentía elegido. Ahora nadie se atreve a hacer ninguna apuesta segura.

Hay una cuarta clave en este proceso y es la participación de Antanas Mockus con su proyecto Voto vital. El ex alcalde logró su objetivo, que era básicamente que la gente reflexionara acerca de su voto para cuando tome la decisión final. Este proyecto, aunque no con tanto impacto mediático, se ha hecho extensivo a otros puntos del país. Hace unas horas, la Alianza Social Indígena (ASI) le quitó el apoyo al candidato Jorge Iván Ospina, aspirante a la Alcaldía de Cali, por haber aceptado la adhesión del polémico senador Juan Carlos Martínez. “Nuestra intención era acompañarlo en su aspiración, pero tenemos que revocar esa decisión porque no compartimos la llegada de movimientos cuestionados por la opinión y la justicia”, sentenció Jesús Piñacué, uno de los líderes de la ASI.

Y en todo esto nace una quinta clave y es la del poder del elector. Este domingo cada uno de ellos debe acercarse a las urnas con el pensamiento claro de que su voto está decidiendo el futuro de su ciudad, de su departamento. Su voto no es uno más, sino es el fundamental.

Eso lo saben muchos de los ciudadanos de Bogotá. Ojalá este ejemplo se extienda rápidamente al resto del país. Aprendamos de estas claves y con certeza en ese momento tendremos un país más democrático, un país mejor.