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Latinos go home!

César Rodríguez, de DeJusticia, afirma que la migración es incontenible y critica la caída de la amnistía a inmigrantes ilegales en Estados Unidos

César Rodríguez Garavito
14 de julio de 2007

Con las noticias trágicas de las últimas semanas, pasó inadvertida otra igualmente trágica para el millón y medio de colombianos inmigrantes ilegales en Estados Unidos, y para sus familias que viven con el alma en un giro. Por segunda vez, se cayó en el Congreso gringo el proyecto de ley que buscaba legalizar su situación y la de 11 millones más de indocumentados que lo arriesgaron todo por perseguir el ‘sueño americano’.

Como las elecciones presidenciales en ese país ya se vienen encima, tendrán que seguir soñando y trabajando en la sombra hasta cuando se despeje el panorama político, a finales de 2008. Pero como el problema es urgente, conviene desde ya sacar las lecciones que dejó este round perdido con miras a la pelea que se viene tanto en Estados Unidos como en nuestros países.

La primera lección es que la inmigración es incontenible. Justo cuando, a mediados de los años 80, Estados Unidos giró hacia una política represiva contra los flujos migratorios, se disparó el número de inmigrantes. Tras la dura ley de 1986 que intentó cerrar las fronteras y los puestos de trabajo a los indocumentados, en la década pasada llegaron para quedarse nada menos que 14 millones de personas por medios legales o ilegales. Semejante récord histórico deja en pañales las cifras del boom migratorio anterior, el de la inmigración europea de 1860-1910, conmemorado por la turística Estatua de la Libertad.

Si adelantamos la película al presente, la creciente militarización de la frontera con México y la construcción del muro de la infamia a lo largo de ella no van a hacerles ni cosquillas a esas cifras. Por el contrario, los expertos sobre inmigración ya están mostrando que lo único que hace la represión es profesionalizar el negocio de los ‘coyotes’ y hacer más sofisticado (y caro) el paso por la frontera.

Por ejemplo, Douglas Massey, de la Universidad de Princeton, calcula que la profesionalización del negocio ha reducido radicalmente la probabilidad de ser capturado en la frontera. Y que el efecto indeseado de la represión es que los inmigrantes ya no van y vuelven como antes, sino que se quedan permanentemente en Estados Unidos para evitar los costos crecientes del contrabando humano. Mejor dicho, todo lo contrario a lo que quieren los sectores políticos anti-inmigrantes.

La segunda lección es que la razón por la cual la migración es incontenible es que la impulsan poderosas fuerzas económicas. Del lado de los países exportadores de seres humanos, como México y Colombia, la pobreza y la desigualdad alentadas por políticas económicas inequitativas hacen de la emigración (y las remesas que ella genera) la única alternativa para muchos. Como lo dijo un conocido politólogo mexicano al comentar el éxodo de más de cinco millones de compatriotas desde la firma del TLC norteamericano (Nafta) en 1994, Nafta ha sido un “negocio redondo” para México: ahora el país importa maíz gringo y exporta sus campesinos arruinados a Estados Unidos.

Del lado de la oferta, la presión es igualmente irresistible. Basta ir a cualquier restaurante en Nueva York o Chicago para darse cuenta de que prácticamente todos los empleados son inmigrantes (y latinos), desde los cocineros hasta los cajeros y los que lavan la loza, para no hablar de los obreros, jardineros, aseadores, jornaleros, etcétera. Por ello, el lobby más fuerte a favor de la amnistía para los inmigrantes son los gremios de empresarios que se quebrarían sin esa mano de obra abundante y barata. Lo que, a la vez, ayuda a explicar el palo que se ha dado Bush al defender acertadamente el proyecto de amnistía a favor de los inmigrantes, con lo que va contra buena parte de las bases de su partido.

Y esto nos lleva a la tercera lección: precisamente porque, en un mundo globalizado, los migrantes van a seguir irrespetando las fronteras, el debate político sobre la migración va para largo y será cada vez más intenso. Hay que ver la forma como el proyecto de ley fracasado encendió los ánimos políticos en Estados Unidos. Por ahora, este round lo ganó la derecha nacionalista, que logró enterrar el proyecto al movilizar todas sus bases, desde los trabajadores que temen que los “mexicanos” les quiten sus empleos, hasta los conservadores que, bebiendo de las aguas intelectuales de Samuel Huntington, se aterrorizan porque las masas hispanohablantes vayan a acabar con su cultura y su idioma. Pero en pelea larga hay desquite, como lo saben los muchos estadounidenses (políticos, empresarios y ciudadanos de a pie) que no olvidan que su país es de inmigrantes y quieren mantener abiertas las fronteras.

Así que ahora el debate se vendrá con todo en los próximos meses y años. Por ahora, una cosa queda clara: que el arrojo y el sufrimiento de los migrantes indocumentados saca a la luz con toda claridad la doble moral y las contradicciones de la globalización. Mientras que los TLC abren de par en par las fronteras a la circulación de bienes, servicios y capitales, les cierran las puertas en las narices a las personas que quieren cruzarlas. Así lo hizo Nafta, y así lo hará nuestro embolatado TLC. Negocio redondo.

*Profesor de la Universidad de Los Andes y miembro fundador de Dejusticia.
El Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (Dejusticia, www.dejusticia.org) fue creado en 2003 por un grupo de profesores universitarios, con el fin de contribuir a debates sobre el derecho, las instituciones y las políticas públicas, con base en estudios rigurosos que promuevan la formación de una ciudadanía sin exclusiones y la vigencia de la democracia, el Estado social de derecho y los derechos humanos.