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Ernesto Samper Pizano, ex presidente; y Fernando Botero Zea, ex ministro de Defensa.

ESCÁNDALO

Lo bueno, lo malo y lo feo de las explosivas revelaciones de Fernando Botero Zea

Aunque las implicaciones judiciales para los protagonistas del escándalo del proceso 8.000 pueden variar muy poco, las revelaciones del ex ministro de Defensa sí sacan a la luz parte de los oscuros episodios de la historia de Colombia. Análisis de SEMANA.COM

Élber Gutiérrez
14 de febrero de 2007

Nadie habla de otra cosa en Colombia que la aceptación del ex ministro de Defensa Fernando Botero Zea de que él y Ernesto Samper Pizano aceptaron el ingreso de una suma millonaria del cartel de Cali para financiar la campaña presidencial de 1994.

La confesión del ex gerente de la campaña de cómo y qué se pactó con los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, máximos capos de esa organización criminal y hoy extraditados en Estados Unidos, a través de los medios de comunicación, fue con bombos y platillos.
 
Casi 12 años después del estrepitoso final de su carera política, conserva sus dotes de orador, la prolongada pausa entre cada palabra y, sobre todo, le imprime un tono de arrepentimiento a cada una de sus evocaciones sobre semejante acuerdo. Sin embargo, sorprendió más por su actitud frente a los delitos que cometió, que por sus aportes sobre lo que en verdad ocurrió.

La primera gran revelación de Botero fue una contradicción frente a lo que dijo durante la histórica entrevista que por la época de los hechos le dio al periodista Yamid Amat. En ese entonces, Botero aseguró que no tenía idea del ingreso de los recursos del cartel de Cali a la campaña de Samper –que él dirigía–, pero que el propio candidato sí lo supo desde antes de las elecciones de 1994. Ahora, Botero sostiene que sí sabía, pero que en su momento no se atrevió a reconocerlo porque su ambición de poder lo cegó. Para esa época, Botero era uno de los políticos con más proyección presidencial en el liberalismo.

En otro de los apartes destacados de sus entrevistas recientes –tanto con RCN TV, en la noche del martes, como con La W Radio, en la mañana del miércoles–, el ex ministro de Defensa de Samper resaltó que Horacio Serpa Uribe también estaba enterado de lo que ocurrió y que hasta fue comisionado para distribuir en las sedes de campaña de cada departamento los dineros de la mafia. Hasta ahí las dos premisas principales de la nueva versión de Botero. Una sobre Samper que, aunque muchos analistas comparten, no fue probada judicialmente. Una sobre Serpa, que en alguna medida recoge lo dicho por otros de los protagonistas del escándalo.

¿Hasta qué punto sirven judicialmente estas versiones? En realidad, muy poco. En el caso de Samper, se trata de un caso de cosa juzgada, razón por la cual el ex mandatario está eximido de responder ante las autoridades por los mismos hechos. En el de Serpa, la versión podría, en un caso determinado, servir como aporte para una nueva investigación. Pero la mayoría de delitos relacionados con el tema ya prescribió. Además, en el hipotético caso de que procediera una nueva investigación, la defensa controvertiría a Botero por dos aspectos clave: su recurrente cambio de versión sobre los hechos y la falta de pruebas sólidas que demuestren la veracidad de sus acusaciones.

En ese sentido precisamente gravita la respuesta de Samper a Botero, emitida este miércoles desde Guatemala, cuando señala que “recurre a las grandes mentiras presentadas con detalles cotidianos para eludir sus responsabilidades criminales”. Aun cuando muchas de las personas que investigaron a fondo el tema coinciden en que Samper sí sabía de la infiltración, es prácticamente imposible demostrarlo con un argumento como el de Botero: Que Samper se lo contó a solas, cuando iban en su carro.

Aun más difícil de probar resulta su acusación contra Serpa. Eso de que Samper le dijo “oye, este dinero que va a entrar, yo quiero que el que defina la repartición sea Horacio” es una acusación que nadie va a confirmar. Eso es lo feo de las entrevistas porque es evidente que las reacciones de Serpa y Samper serán en contra de Botero, por lo que en ese cruce de dardos pueden salir muchas más cosas a flote, pero otras se van a quedar en la incógnita.

Pero hay un elemento muy bueno. La confesión de Botero es una página refrescante para una sociedad que precisamente en esta época está exigiendo grandes dosis de verdad para, de una vez por todas, solucionar los problemas de fondo. Al fin y al cabo, al margen de los detalles y anécdotas inéditos, el país sí sabía y estaba demostrado judicialmente que habían ingresado seis millones de dólares de la mafia a la campaña samperista. Y que este hecho no pudo haber sido una minucia a espaldas de la cúpula de la campaña, sino que desde arriba se orquestó toda una estrategia para ocultarla.

Ante la pregunta de muchos oyentes y lectores que han llamado a los medios de si la versión de Botero no tiene mucho aporte judicial, ¿para qué sirve? La respuesta es esta: sirve para esclarecer las oscuras páginas de la historia del país.
 
En un ejemplo más cercano, es el caso del proceso de la para-política. La mayoría de las víctimas, gran parte de la sociedad y hasta los sectores más críticos del proceso coinciden en señalar que no interesa tanto si Mancuso, ‘Macaco’ y demás se van a pudrir en la cárcel o van a eludir la extradición. No. Lo trascendental es que el país se entere de quiénes lo ayudaron, quiénes lo financiaron, por qué y para qué. ¿Qué militares estuvieron con ellos en acciones armadas? ¿Qué hacendados aumentaron sus predios con ellos? ¿Qué industriales se beneficiaron de su protección? y ¿Qué políticos ganaron las elecciones con su apoyo?

Y lo más importante –como en el caso de Botero– es que sea la sociedad la que tenga todos los elementos de juicio para poder dar una opinión.

Lo malo. Sin lugar a dudas, en el terreno político las revelaciones de Botero tendrán su mayor efecto y estas tienen un aroma de venganza. ¿Por qué?. Las descalificaciones contra Serpa y Samper no sólo le sirven para tratar de limpiar su nombre, hacer acto de contrición y contribuir con su testimonio a la construcción de la verdad histórica. También le ayudan a sacarse el clavo después de que la reciente condena de la justicia colombiana por la apropiación de dineros de la campaña reviviera viejas heridas que difícilmente sanarán.

Si la justicia lo vuelve a golpear por hechos relacionados con la campaña que lo dejó en el fango de la política, él también quiere recordarle al país que no actuó solo y que –según asegura– tampoco lo hizo de manera inconsulta. En ese sentido, volver a machacar con la responsabilidad de Samper y Serpa ayuda a que políticamente sigan destruidos, así no hayan sido condenados en los tribunales.

Horacio Serpa perdió tres elecciones presidenciales, en buena medida como consecuencia del papel que jugó como defensor de Samper. Y el ex mandatario en cuestión perdió hace apenas unos meses la embajada en París por el simple hecho de que Andrés Pastrana le revivió la historia del ‘elefante’. Ambos han pagado políticamente duro lo que la justicia no les cobró. Y Botero quiere que sigan pagándolo.

El primer ejemplo concreto de lo que Botero pretende está en la campaña electoral que se avecina. Sus palabras contra Serpa y Samper legitiman, ni más ni menos, las andanadas del presidente Álvaro Uribe contra los ex presidentes (entre ellos Samper) por su actitud “laxa” con la mafia. Peor aun, hieren nuevamente los intereses electorales de los amigos de Serpa, quienes están promoviéndolo como candidato a la gobernación de Santander.
 
No en vano el ex ministro del Interior se muestra excesivamente cuidadoso al hablar del tema. Y Serpa, curtido en política, sabe que si las derrotas en las presidenciales lo dejaron mal parado, un fracaso en el intento por hacerse al poder en su departamento terminaría dejándolo en el ostracismo.

Y, de nuevo, lo malo para el país es que, debido al poder que conservan algunos de los actores de la cuestionada elección y a la desaparición de otros, son muchos los aspectos desconocidos sobre la forma como se presentaron los hechos y quiénes fueron los responsables. Mientras el país espera esa verdad completa, Botero seguirá acusando extemporáneamente y sin mucho sustento judicial a algunos de los protagonistas de la historia, y éstos insistirán en que él fue el verdadero culpable.