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Lo que no logró Túnez

Alvaro Duque, investigador en Comunicación Política y Sociología de la Comunicación de la Universidad de Turín analiza los resultados de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información de Túnez

Alvaro Duque
12 de febrero de 2006

¿Cómo conectar a las 5.500 millones de personas que no conocen la red? ¿Qué camino seguir para que se integren a la sociedad de la información quienes no se están beneficiando de las nuevas tecnologías para mejorar sus vidas? ¿Quién debe administrar la red que está revolucionando los modos de estar juntos, al transformar las nociones tradicionales de tiempo y de espacio y al dar pie a una suerte de nuevo credo: "estoy en la red, luego existo"?


Esas eran algunas de las preguntas a las que trataron de responder unas 25.000 personas de todos los rincones de la tierra reunidas en Túnez (Túnez) la semana pasada, con ocasión de la segunda etapa de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI).

El evento nació cuando la ONU decidió convocar a un encuentro mundial, en el cual por primera vez para un escenario de esa naturaleza, dio espacio a muchos de los "stakeholders" (los involucrados en el asunto), dándose cuenta de que el tema es demasiado importante para dejarlo sólo en manos de los gobiernos.

La ONU decidió realizar la cumbre en dos etapas: una en Ginebra (Suiza), en 2003, y otra en Túnez, en 2005. La lista de argumentos a tratar era muy vasta y había que actuar con pies de plomo para no herir las múltiples susceptibilidaes envueltas y sobre todo teniendo en cuenta lo que enseñaba la historia.
Hace tres décadas cuando la misma ONU, a través de la Unesco, había decido hincarle el diente al tema de la comunicaciones en el mundo, se creó una comisión de 16 personas (entre los dos latinoamericanos, estaba el colombiano Gabriel García Márquez) para que evaluaran lo que estaba pasando.

El resultado fue un informe, hoy prácticamente olvidado, que entre otras muchas cosas declaró que las comunicaciones en el mundo estaban creando una especie de nuevo colonialismo (la imagen de las cosas que sucedían en el planeta era prevalentemente la de los países ricos), al tiempo que daban paso a la idea de que la información era una mercancía como cualquier otra, que se valoraba solo en términos económicos y no tomaba en cuenta los aspectos sociales y culturales que estaban detrás.

Conocido por el apellido del presidente de la Comisión, Sean MacBride, premio nobel de Paz y fundador de Amnistía Internacional, el informe publicado en 1980 desencadenó la ira de los Estados Unidos, Inglaterra e Israel, que consideraron el texto (impulsado fuertemente por el Movimeinto de Países No Alineados) como un dictado de la entonces Unión Soviética y sus aliados que pretendía acabar con uno de los pilares del capitalismo, el libre flujo de la información.

La cosa terminó en que los tres países se fueron de la Unesco tirando la puerta y dejaron a ese organismo prácticamente cojo, pues le retiraron sus aportes económicos, que constituían más de la mitad del presupuesto de esa agencia de la ONU que se ocupa de la comunicación y la cultura.

La ONU entonces trató de ser muy cauta en todo cuanto estaba haciendo al convocar el CMSI, luego de que los tres países antes mencionados regresaron a la Unesco.
Así, al menos la Declaración de Túnez fue firmada por los 175 estados que hacen parte de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UTI), la otra agencia de las Naciones Unidas que organizaba la CMSI.

El debate que centró la atención mediática de la CMSI fue el del gobierno técnico de Internet. Es decir, la decisión  acerca de quién asigna lo que podría considerarse el número y el apellido del "documento de identidad" de los computadores que se conectan a la red. En otros términos, el Protocolo de Internet (IP) y los dominios (.com, .org, .net, .com.co, y el resto de los más de 250 existentes).

Desde 1998, luego de que el gobierno de EE.UU. se las cedió mediante un contrato, estas funciones las realiza la Corporación de Internet para Nombres y Números Asignados (Icann, por sus siglas en inglés).  Este organismo tiene sede en el estado de California, se rige por las normas de ese estado y sus decisiones están bajo la supervición del gobierno de EE.UU..

Por esa razón, aunque sólo cinco de los 22 miembros de su junta directiva son estadounidenses y más de la mitad de su personal es extranjero, se comenzó a pedir su reforma.
No está claro cómo ella se hará. Por el momento sólo se sabe que los 175 países que firmaron el Acuerdo de Túnez, se reunirán en Atenas (Grecia) en 2006 para tratar el asunto en un foro (no se sabe si habrá espacio para la sociedad civil y las empresas, como ocurrió en la CMSI). La fecha es importante, pues el contrato entre la Icann y el gobierno estadounidense vence en septiembre.

Las discusiones sobre el gobierno técnico de Internet, sin embargo, dejaron en la sombra otros temas que se pensaba iban a ser tratados más profundamente en la CMSI. Por falta de espacio, no puedo referirme a la igualdad de género, el software libre y la diversidad cultural, entre otros muchos.
Sin embargo vale la pena ocuparse de uno de los temas que fue eclipsado, pues a mi modo de ver es el más medular de todos: ¿quién paga la reducción de la denominada «brecha digital» (la distancia entre los países que están aprovechando las nuevas tecnologías de las Información y de las Comunicación)?

Los países ricos consideran que los recursos deben llegar de los aportes del Banco Mundial y de otros organismo multilaterales (es decir, dejar de dotar hospitales y construir escuelas, para pagar la conexión a internet!!). Por su parte, los países pobres, liderados por Nigeria, se inventaron el Fondo de Solidaridad Digital (en el cual hay 22 socios, entre ellos 9 estados nacionales, solo Francia y Suiza entre los países ricos), que ha reunido hasta el momento unos 7 millones de dólares.
Es una cantidad insignificante, considerando que para conectar el 50 por ciento del planeta (uno de los llamados objetivos del Milenio, que se trazaron los jefes de estado de las Naciones Unidas para reducir a la mitad la pobreza en el mundo en el 2015) hacen falta 1.000 millones de dólares. Esto equivale, según la UTI, al uno por ciento de la inversión de las empresas de telefonía móvil en 2004.

El no estar conectado a Internet en la actualidad no es una cosa de poca monta, pues no hacer parte de la red supone verse privado del acceso a múltiples conocimientos que pueden mejorar la calidad de vida de las personas y, en palabras del director de la Unesco, el japonés Koïchiro Matsura, "ayudar en la lucha contra la pobreza, prevenir graves peligros para la salud como las pandemias, reducir las terribles pérdidas humanas ocasionadas por maremotos y huracanes, y promover un desarrollo humano y sostenible".

El cuadro actual es patético: Finlandia tiene más servidores de Internet que América Latina y el Caribe, África entera suma menos que Nueva York. Apenas el 11 por ciento de la población mundial está conectada y de ella el 90 por ciento vive en los países ricos.

Los países ricos se desentienden del asunto y los países pobres a veces parecen incluso menos interesados. Es una cosa indignante que incluso encierra una paradoja cuando se descubre que muchos de los países que deciden llamar la atención sobre el tema de la desigualdades en el ámbito de la información mundial son los mismos que más están acusados de obstaculizar el trabajo de los periodistas y dañar la libertad de información y de opinión, dos elementos claves para el funcionamiento de la sociedad de la información.

La CMSI demostró por enésima vez que la comunicación, junto con la diplomacia, la economía y los asuntos militares, es parte del núcelo de las relaciones internacionales. Sin embargo, hay que preguntarse ¿por qué el tema no fue tratado ampliamente por los medios de comunicación?.

La respuesta, nos lleva al otro gran tema que no se trató en la cumbre: los problemas de la información en el mundo hoy, como resultado de las censuras por parte de países represores (Cuba, China, para decir los más conocidos) y como resultado de que la concentración de los medios de comunicacion está haciendo que la información sea tratada como una mera mercancia, en la cual sólo vale lo que es rentable económicamente.

No se puede decir que la CMSI fue un fracaso. Esto se sabrá a partir de cuanto suceda en el inmediato futuro, cuando se verá si la Sociedad de la Infomación e Internet se quedan como un asunto de gobiernos (Power), de los intereses económicos (Profit) o de las personas (People).

*Investigador en Comunicación Política y Sociología de la Comunicación de la Universidad de Turín (Italia) / alvaro.duque@unito.it