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Para el 2007, las Fuerzas Militares aspiran a capturar al menos a un miembro del Secretariado de las Farc. Como esta representación del 'Mono Jojoy'. (Foto: Armando Neira)

TRADICIÓN

Los colombianos despiden el 2006 con la quema de miles de ‘año viejos’

Las celebraciones del 31 de diciembre son una representación de esperanza y buenos deseos. La quema del ‘año viejo’ simboliza el deseo de dejar atrás lo peor del ciclo que finaliza. Un repaso de SEMANA.COM a una de las tradiciones más importantes del país.

Juliana Bedoya
21 de diciembre de 2006

“Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas...”, cantan todos los colombianos en millones de hogares a lo largo y ancho del país. La misma canción suena igual en las casas de millones de compatriotas que viven en el exterior y a los que hoy arropa la nostalgia.

Es la hora del recuerdo. De “la chiva, la burra negra, la yegua blanca y la buena suegra”, y acto seguido, a salir a la calle a quemar el año viejo. Al que minutos atrás le cantaban con efusividad.

En los últimos días del año se han visto estos muñecos rellenos de papeles y pólvora, con sus mejores trajes –casi siempre los más viejos de sus dueños–, sentados en algún banco, mal recostados y con una botella vacía. Están a la vera del camino o en las esquinas de los barrios populares. Todos esperan su hora final: las 12 de la noche de este 31 de diciembre, cuando terminará el 2006.

Es una escena que se repite año tras año. Cuando llega el momento, las familias, los vecinos y los amigos saldrán a la calle, y como si se tratara del sacrificio a algún hereje en la época de la inquisición, el jefe del hogar prenderá al pobre muñeco. Entre llamas y humo, el año viejo se retuerce y explota.

Los presentes observarán, gritarán y se reirán a carcajadas entre el alcohol, uno que otro volador –seguramente conseguido en el mercado negro– y el sabor de las viandas tradicionales. De fondo seguirá sonando la música, las mismas canciones de hace más de 50 años y que servirán para recordarles a los colombianos que a pesar del paso de tiempo poco han cambiado en sus costumbres.

El 31 de diciembre es el día en que se juntan las esperanzas, las promesas y los recuerdos de lo que fue y no pudo ser. La víspera del año nuevo es el mejor momento para prometer cambios –en muchos casos imposibles– y para quemar lo malo de los meses que acabaron de pasar.

Javier Ocampo López, historiador experto en celebraciones populares, explica que “el año viejo es una ceremonia de purificación que llegó con los españoles en la época de la Colonia a todo Hispanoamérica”.
Y eso es precisamente lo que representa el muñeco del año viejo, tan popular en todas las regiones del país. En Lérida, Tolima, así como en muchos otros pueblos, se hace un desfile con los muñecos. Ocampo ha recorrido varias regiones del país observando las distintas celebraciones este día. "En el occidente del país a los muñecos se les hace un funeral, el ‘muerto’ va por las calles del pueblo y se quema en el marco de la plaza”, comenta.

Ni qué decir de la sentencia al marrano del año viejo que se celebra en el Viejo Caldas. Las familias se reúnen y con coplas y trago matan al marrano que se comerán en la cena de este 31 y en el almuerzo del 1.° de enero para recibir el 2007.

Ocampo también aclara que “esta tradición no es exclusiva y todavía se mantiene en la mayoría de países latinoamericanos”. En Venezuela también se queman los años viejos; de hecho, uno de los atractivos turísticos de Mérida, ciudad de los andes venezolanos, es la celebración del año nuevo y la quema de los muñecos a la media noche.

En Ecuador y en la zona de Nariño y Popayán, los muñecos, además de su bojotuda presencia, cuentan con una máscara fabricada en papel maché. En un principio, estas máscaras representaban figuras indígenas y con el tiempo se han ido transformando en los rostros de los personajes más indeseables del año.

En el resto del país, los años viejos también tienen rostro, y también con el paso del tiempo han pasado de ser representaciones míticas a los personajes del año. Por eso, para esta época no será raro encontrar al Tío Sam, a Bush, Ben Laden, a Álvaro Uribe, a Tirofijo o a cualquier político célebre sentado en el quicio de la puerta de alguna casa. Al final arderá y esas llamas iluminarán los deseos de que el próximo año sea mejor –en todos los sentidos– que este que muere esta noche.