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Los retos de la Presidenta

Una fulgurante carrera política, juventud, carisma y liderazgo son apenas algunos de los factores que llevaron a Michelle Bachelet a convertirse el domingo pasado en la Jefe de Estado escogida por los chilenos. Pero ¿cuáles son los retos que esta mujer enfrenta para los próximos cuatro años una vez llegue al Palacio de La Moneda el 11 de marzo?

Rodrigo París Rojas
20 de enero de 2006

El primer reto es en el ámbito político. Bachelet es la cabeza y líder visible de la Concertación de Partidos por la Democracia, una alianza de centro-izquierda que gobierna el país desde 1990. La Concertación necesita un nuevo aire en el equipo de gobierno que sin duda ella como mujer ya genera; pero que también requiere de volver realidad uno de sus ofrecimientos de campaña: paridad en el sexo en sus nombramientos.

También en lo político, la nueva Presidenta deberá lidiar con el enorme cariño y buena gestión que dejó su antecesor Ricardo Lagos; pocos son los mandatarios en la región que culminan su período con un 60% de aprobación y en su libreta de calificaciones obtienen más asignaturas aprobadas que suspendidas. El listón dejado por Lagos es alto.

En la arena legislativa, Bachelet cuenta con un punto clave. La Concertación logró la mayoría en ambas cámaras del Congreso con lo que su gobierno gozará del apoyo legislativo a sus propuestas e iniciativas; el reto consistirá en no actuar como un "bulldozer" dejando de lado a la oposición, sino por el contrario encontrar los mecanismos para que los otros partidos se sientan partícipes del consenso en el debate por la construcción del futuro Chile.
 
Más aún cuando esa agenda legislativa viene cargada de varios temas fundamentales que la sociedad reclama: cambios en la educación, instaurar un sistema electoral proporcional, elevar las pensiones asistenciales, fortalecer la protección efectiva al medio ambiente, mejorar la normativa contra la delincuencia y generar una legislación que defienda y promueva los intereses de las pequeñas y medianas empresas. Muchos creen que es una agenda imposible para cuatro años, pero Bachelet cuenta con que para ella los imposibles no existen.

Entretanto, la política exterior representa per se otro reto para el nuevo gobierno. En primer lugar, Bachelet, como cabeza de un gobierno socialista, deberá contrapesar sus alianzas en una región plagada de izquierdas pero todas y cada una marcadas por figuras y coyunturas muy propias. En segundo lugar, Bachelet deberá atender con premura las relaciones con vecinos como Perú y Bolivia, países que insisten en reclamos territoriales provenientes de siglos atrás y que se han constituido en una piedra en el zapato para las relaciones bilaterales. Más aún cuando en Bolivia el nuevo presidente es un marcado nacionalista y en Perú el próximo Presidente también podría pertenecer a este grupo ideológico. 

Otro tema fundamental es el económico. Chile tiene ya marcada una carta de navegación en este aspecto desde que Augusto Pinochet era el inquilino de La Moneda, y en algunos puntos los resultados comerciales y de estabilidad macroeconómica están a la vista; sin embargo, varios pendientes sociales agobian a miles de ciudadanos en el país austral.

Bachelet deberá concertar una receta vieja con resultados claros, y nuevas fórmulas para atender  por ejemplo a un 18% de la población que se encuentra en la pobreza,  y mejorar de una vez la  distribución del ingreso, considerada una de las peores del mundo, con una diferencia de catorce veces entre lo que gana el 5% más rico y el 5% más pobre. Muchos exigen que este nuevo gobierno de la Concertación por fin deje de "maquillar" a los pobres y ofrezca políticas estructurales que ayuden a miles de chilenos a estar tan estables como el país político del que forman parte.

Pero el futuro de Chile, no sólo depende de esta médica de 48 años. La derecha deberá superar el trance de su cuarta derrota consecutiva en la democracia moderna con el fin de actuar como una oposición constructiva, fiscalizadora y con liderazgo. Quizás este último sea el renglón más difícil para atender hoy por hoy en ese colectivo. Sebastián Piñera y Joaquín Lavín siguen siendo dos figuras de la derecha conciliadas por las elecciones del domingo, pero con abismales diferencias estructurales que de no reconciliar pueden atomizar a la derecha y ver esfumar sus aspiraciones de tener un papel protagónico en el próximo cuatrienio.