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Los tortuosos primeros años

En 1945, Colombia se convirtió en la novena selección en debutar en la Copa América. Humillantes derrotas, esfuerzos económicos y viajes de varios días marcaron sus primeros pasos en el torneo más antiguo del continente.

Andrés Wiesner
22 de junio de 2007

La Selección Colombia llegó tarde a la Copa. Apenas apareció en 1945.

En aquel torneo, la suerte del principiante no acompañó al equipo y su notoria inmadurez futbolística fue castigada con goleadas de todos los estilos y sabores.
Chile, cumpliendo su papel de anfitrión, fue el encargado de darle la bienvenida al certamen con un 2 a 0. Argentina siguió el baile con un 9 a 1, lo continuó Uruguay con un 7 a 0, y lo completó Ecuador con un 3 a 1.

De todas formas, lo importante era participar. El esfuerzo realizado por los barranquilleros Efraín Borrero, Eduardo de Castro y Jorge Benedetti, directivos de la Adefútbol, entidad que manejaba el balompié nacional, para que el país compitiera en la Copa, no había sido sólo económico. Con su gestión, Colombia se había afiliado a la Conmebol en 1936, lo que la habilitaba para competir internacionalmente. Gracias a su entusiasmo lograron reunir un combo de jugadores semiprofesionales, la mayoría también de La Arenosa, que finalmente se pusieron la camiseta para el suramericano austral.

Al regresar de su presentación en sociedad, lo único que había en el bolsillo de los colombianos era el punto del empate 3 a 3 contra Bolivia. Pero ni a Roberto el ‘Flaco’ Meléndez, técnico y jugador de este equipo, ni a su capitán, Antonio Julio de la Hoz, ni al resto de los jugadores les dolían los resultados. Tampoco haber gastado su dinero en los pasajes de una travesía que zarpó en barco por el río Magdalena, continuó en tren desde el municipio antioqueño de Puerto Berrío y atravesó en bus las fronteras de Ecuador y Perú para llegar a Chile. Colombia se metía en la historia de la Copa América y eso era lo que realmente importaba.

Para las ediciones siguientes, Ecuador (1947) y Brasil (1949), la suerte de la selección no fue diferente. En Quito, bajo la dirección del técnico argentino Lino Taioli, entre Chile, Brasil y Perú le anotaron 14 goles que la dejaron en el último lugar. Con todo y esto, la buena actuación del arquero Efraín el ‘Caimán’ Sánchez le mereció el fichaje del San Lorenzo de Almagro y lo convirtió en el primer jugador colombiano en actuar en Argentina. Luego en Rio de Janeiro y en Sao Paulo, sólo marcó cinco goles y recibió 22, en seis partidos. Muchos culparon el fracaso a que el Junior de Barranquilla representó a Colombia en tierras cariocas, pues por diferencias económicas la Dimayor, que se había constituido en 1948, no consiguió 30.000 pesos para armar una selección nacional.
Los años 50 llegaron a Colombia con la inolvidable época del Dorado. Los mejores jugadores de toda América, incluso de Europa, desfilaban por los estadios nacionales. La huelga de jugadores en Argentina, que exigía mejores salarios, aumentó el éxodo de futbolistas de ese país a Colombia. Adolfo Pedernera, Néstor Raúl el ‘Pipo’ Rossi y el mismo Alfredo Di Stéfano exhibieron en Millonarios un fútbol colmado de lujos y cabriolas nunca antes visto por estas tierras. Su incorporación al balompié nacional, sin embargo, trajo dos graves consecuencias. Colombia fue expulsada de la Fifa en 1951, tras una demanda de la Asociación de Fútbol Argentina, por incorporar al torneo colombiano jugadores sin pase internacional.

Así, quedó sin opción de participar en las Copas del 53, en Perú; del 55, en Chile, y del 56, en Uruguay, cuyos campeones fueron Paraguay, Argentina y Uruguay, respectivamente. La otra consecuencia de esta época dorada fue que los jugadores criollos tuvieron menos posibilidades de foguearse. “Aunque se jugaba un fútbol de altísimo nivel, había equipos que sólo tenían dos y tres jugadores colombianos, afirma el ex jugador y ex técnico de la Selección Colombia Gabriel Ochoa Uribe. En el país se comenzó a ver un fútbol exquisito, pero no había forma de armar una selección colombiana de nivel que nos pudiera representar en el exterior”.

A finales de los 50, se vivió un resurgimiento en el fútbol nacional gracias al apoyo que se les dio a los jugadores aficionados, especialmente en el Valle del Cauca. Bajo el mando del técnico Pedro Nel López, Colombia regresó a la Copa América de Lima en 1957. Jugó su primer partido con un equipo conformado por jugadores de la Selección del Valle del Cauca, que mandaba la parada en Colombia, pero la derrota 8 a 2 frente Argentina obligó a López a replantear la alineación.

El siguiente fue el emblemático partido en que Colombia le ganó 1 a 0 a Uruguay, para ese entonces, el único campeón mundial suramericano. Luego perdería 9 a 0 ante Brasil, marcador que se repetiría 44 años después en el preolímpico de Londrina.
En la Copa América del 59 en Argentina, nuevamente Colombia brilla por su ausencia. Luego de debutar en el Mundial de Chile en 1962, regresa al certamen continental de Bolivia en el 63, bajo las órdenes del técnico Gabriel Ochoa Uribe, quien en 1985 volvería a coger las riendas de la selección para las eliminatorias del Mundial de México 86. Por primera vez el torneo suramericano se realizó en el altiplano. Los partidos se jugaron en dos sedes: Cochabamba y La Paz, y desde el inicio Bolivia sacó provecho de su condición de local y su ventaja atmosférica. Colombia fue la peor selección con seis partidos jugados, cinco derrotas y un empate.

Para la Copa América de Uruguay en 1967, se adecuó el sistema eliminatorio para clasificar. Colombia, de la mano del técnico César López, empató en casa 0-0 ante Chile y en el partido de vuelta en Santiago perdió su chance al caer 5-2. “El fútbol colombiano comenzaba a tener planteamientos más ofensivos y sus jugadores se adecuaban mejor a los esquemas de técnicos extranjeros. Faltaría muy poco para que Colombia pudiera competir de igual a igual con los demás países suramericanos”, comenta el historiador Juan Manuel Uribe.

Así fueron los primeros y duros años de Colombia en la Copa América. Tiempos difíciles que sólo saldrían de la oscuridad en la edición de Perú en el 75, cuando un subcampeonato demostró que los de la camiseta salmón, con una franja tricolor atravesada, algo se traían entre manos.