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El alcalde y el senador son del mismo partido, sin embargo han protagonizado un 'tira y afloje' que tiene multiples interpretaciones.

Política

Lucho y Petro ¿en polos opuestos?

Ambos tiene aspiración presidencial y han jugado, cada uno a su manera, un papel protagónico en la política. ¿Qué los separó ayer y qué los une hoy? ¿Qué se cierne tras bambalinas? , 86933

José Monsalve
5 de julio de 2007

A medida que la contienda electoral por la alcaldía de Bogotá se calienta, dos feroces contradictores, del mismo color, parecen avanzar hacia una reconciliación política. Se trata de dos líderes del Polo Democrático Alternativo (PDA), el saliente alcalde Luis Eduardo Garzón y el senador Gustavo Petro, quienes hasta hace un par de meses se fustigaron mutuamente con dardos de diversos calibres.

La prolongada tensión política entre estos dos líderes fue caracterizándolos como jefes de dos corrientes opuestas dentro de su movimiento. Mientras que al alcalde se le percibe como abanderado de la izquierda moderada, Petro encarna el ala radical. Y cada uno tiene un grupo amplio de simpatizantes convencido a raja tabla de la postura de su líder y del error del otro. Sin embargo, acontecimientos recientes parecen señalar que esta tensión es cada vez menor. “Algo está ocurriendo” dice Luis Sandoval, el ex asesor del senador Petro.

La distancia

El enfrentamiento Lucho-Petro prácticamente nació con el más importante triunfo del Polo: la alcaldía de Bogotá, en 2003. Con 797.466 votos, Luis Eduardo Garzón percibió este logro como propio e hizo saber al electorado que él lo entendía así, más que como un merito del partido. Petro, cofundador del Polo y entonces Representante, ya era una figura que brillaba con luz propia y sentía que su caudal electoral, concentrado en la capital, había sido definitivo para que Lucho llegara a la alcaldía. Mientras que Petro veía la conquista como el primer paso contundente de un movimiento –en parte creación suya– que empezaba a proyectarse hacia el poder nacional, Lucho decía entre líneas “el Polo soy yo”.

Esta primera desavenencia tuvo un nuevo capítulo tan pronto el alcalde comenzó su ejecutoria. El entonces Representante se quedó esperando el llamado “quiebre histórico” que según él debía proponer el alcalde para marcar diferencia con sus antecesores. Garzón, por su parte, empezó a explicar que una cosa era hacer campaña y otra gobernar y sostuvo que su gestión estaría ceñida a su consigna “Por una Bogotá moderna y humana”. Al cabo de un par de meses era claro que la gestión de Lucho no coincidía con la propuesta de gobierno del partido.

Como un ejemplo evidente de que en política todo puede pasar, Petro pasó a ser el mayor opositor del principal alcalde del Polo. Varios temas clave pusieron en evidencia el corto circuito. El debate por los cerros orientales de Bogotá fue uno de ellos. El Representante calificó como uno de los peores casos de corrupción de la ciudad la resolución del ministerio del Medio Ambiente que redujo la reserva forestal de 14.170 hectáreas a 13.143, supuestamente en beneficio de los constructores que adelantaban proyectos en la zona. “En ese tema Lucho prefirió no pisar callos mientras que nosotros teníamos una posición radicalmente ambiental” explica una fuente cercana a Petro. En ese momento el distrito salió al paso de las críticas, reconoció la legalidad de la resolución y anunció una intervención bajo los principios de equidad, respeto ambiental y justicia social.

Luego vino la discusión sobre la fase III de Transmilenio, asunto sobre el cual nuevamente se evidenciaron posturas opuestas. Más adelante el enfrentamiento corrió por cuenta de la conformación de la lista al Senado donde el sector cercano al alcalde quería imponer a la ex ministra Maria Emma Mejía como cabeza de lista mientras que Petro buscaba ver su nombre titulando, tal como efectivamente ocurrió luego del respectivo pulso.

En todos estos temas las posiciones nunca se conciliaron. Es innegable que dentro de los partidos hay matices, corrientes, discusiones y opiniones encontradas entre sus militantes, pero también es cierto que lo que debe caracterizar a las colectividades es un proyecto político común cohesionado por una postura ideológica. Y en la relación Lucho-Petro abundó lo primero mientras que el proyecto común nunca asomó la cabeza. O no la asomó por lo menos hasta hace unos meses.


Los guiños

Diversas fuentes de lado y lado, le contaron a Semana.com que “sienten” que la distancia ya no es tanta como ayer. Y hay guiños de parte y parte. Una primera señal que tuvo muy buen recibo por parte del alcalde fue la propuesta del acuerdo nacional por la verdad que lanzó el senador Petro al final de su debate sobre la parapolítica en Antioquia. “Es claro que en eso coinciden plenamente”, dice el candidato al concejo Antonio Sanguino. Garzón –que ve con admiración una izquierda tipo Lula en Brasil–también se ha mostrado conforme con la distancia que Petro ha venido tomado de Chávez.

Desde el otro lado, hace meses que el senador no dice una palabra negativa sobre la alcaldía de Lucho. Por el contrario reconoce como un importante avance la creación del Instituto Distrital de Participación y Acción Comunal que entiende como una implementación real de la Constitución de 1991. “Gustavo también entendió que hay cosas que no tienen mucha visibilidad pero que están marchando muy bien. Además los balances de esta alcaldía son muy buenos”, anota el ex asesor Sandoval.

Uno de los guiños más claros ocurrió hace unas semanas, cuando el alcalde en un acto de reparación histórica y homenaje a la memoria nacional decidió bautizar varios nuevos colegios con nombres como Carlos Pizarro Leongómez, Eduardo Umaña Mendoza y Alfonso Reyes. Al acto fueron invitados importantes dirigentes de la desaparecida guerrilla M-19, movimiento del que hizo pare el hoy senador Petro. Allí ex combatientes del ‘M’ estrecharon la mano de familiares de magistrados sacrificados en la toma del Palacio de Justicia. Se trató de un acto de desagravio y reconciliación al que Petro no asistió porque estaba fuera del país, pero que celebró con mucha emotividad, según le contó a Semana.com uno de sus principales asesores.

Pero si hoy existe un figura que encarne esta reconciliación política, es sin duda Maria Emma Mejía, aspirante a la alcaldía de Bogotá por el PDA. Aunque el alcalde está impedido para participar en esta contienda política el pasado hace pensar que entre la ex ministra, Samuel Moreno y Hernando Gómez Serrano (precandidatos que medirán fuerzas el próximo domingo en la consulta que definirá quién será el candidato unánime del partido), la prefiere a ella.

En múltiples oportunidades María Emma escribió columnas de opinión en defensa de la actual administración y antes que criticar los proyectos del alcalde señaló que estos debían tener más apoyo y multiplicarse. También en su momento el alcalde conformó su equipo de trabajo con gente de la entraña de Maria Emma, entre ellos Rolf Perea Cuervo, jefe de prensa, Virgilio Barco Isakson y Catalina Velasco, que se desempeñó como directora de Planeación y hoy es jefe de campaña de la ex ministra.

En su más reciente intervención pública Petro manifestó su respaldo a Maria Emma. Sobre este apoyo se tejen varias versiones. Hay quienes explican que ese fue el pacto acordado para que ella se hiciera a un lado despejando el camino para que entonces Representante encabezara la lista al Senado por el Polo. Otras voces dicen que el senador sólo reconoce una posibilidad de triunfo con ella. Entre tanto, el propio Petro argumenta que su respaldo se debe al compromiso de la precandidata de desarrollar como alcaldesa temas que él considera de gran importancia.

Quizá todas las explicaciones tiene algo de verdad. Y quizá también otra cuenta. Cuando Petro hizo la foto oficial de su adhesión a Maria Emma Mejía dijo en la tarima que había tomado esa determinación porque se necesitaba “un gobierno de continuidad” que le diera largas a las políticas sociales de Garzón. Fue una señal que cazaron al vuelo quienes siguen con atención la política. Los mismos que avizoran que además de una adhesión a la campaña para la alcaldía, en ese momento se jugó uno de los primeros movimientos estratégicos con miras a la campaña presidencial en el 2010.