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“Me interesa formular preguntas”

En la Galería Casas Reigner Johanna Calle exhibe "Zona Tórrida". La obra de la bogotana conforma un paisaje desolador en el que las deformidades y mutaciones botánicas son protagonistas. Entrevista.

Olga Lucía Lozano G.
1 de junio de 2006

A estas alturas, alguien en París estará viendo un fragmento de la obra de Johanna Calle. Gracias a "Otras Miradas", una muestra itinerante que ha recorrido diversos países latinoamericanos y que actualmente se exhibe en Francia, su trabajo y el de otras nueve artistas colombianas hacen parte del imaginario que se construye ahora en otras latitudes sobre este país en el que han vivido y sobre el que han reflexionado.

¿Pero por qué iniciar una conversación con Calle, hablando de una exposición que arrancó hace un par de años y que ha sido comentada por diversos medios en Sur y Centro América? Básicamente por dos cosas: la obra que expone allí es, de alguna manera, un antecedente de su serie "Zona Tórrida", la cual se exhibe actualmente en Galería Casas Riegner en Bogotá. Y, por otra parte, es una buena disculpa para hablar del arte colombiano y ese relevo generacional del que Calle hizo parte en la década de los noventa.

El estar en "Otras Voces" junto a artistas de varias generaciones,  que en muchos casos abordan lenguajes diferentes, pero que han consolidado una secuencia de perspectivas diversas y reflexivas en torno a la violencia y la realidad nacional, es para Calle un hecho importante porque logra agrupar una mirada bastante amplia del arte nacional.

Pero además lo es por otra razón: “Es excepcional que una exposición pueda ir a tantos países y que el trabajo se pueda conocer en escenarios diferentes.  Cuando estuvo expuesta en Caracas me invitaron a viajar y realmente las condiciones de exposición allá son increíbles. Uno no se imagina los espacios museales que tienen, los periodistas especializados en cultura, la cantidad de afluencia de público para la inauguración. Ha sido muy significativo, además, poder exponer en México, en Venezuela, en Buenos Aires una misma obra”.

Sobre ese grupo de nombres que en la década anterior dieron vida a cambios con respecto a la relación con el público, con los espacios expositivos y los diversos lenguajes estéticos, Johanna Calle afirma no estar muy consciente del relevo generacional de esa época. “Me parece que independientemente de que haya mujeres artistas diferentes a Beatriz González o Doris Salcedo, eso tiene que ver con que hay muchas más escuelas de arte y con que se le da importancia a formarse dentro de la carrera de artista. En otras generaciones era muy frecuente que antropólogos o arquitectos se convirtieran en artistas porque no había tantas escuelas como ahora, ese ha sido el factor determinante”.

Sin embargo, sí cree que su generación logró abrir un espacio a nuevas miradas y voces en el terreno artístico. “La gente se está formando en crítica y está escribiendo mucho más. Se trata de personas formadas en artes que una vez terminada la carrera comenzaron a interesarse por la teoría. Y eso también abre mucho la mirada de qué se debe exponer y a qué eventos deben invitar a determinados artistas. Por otro lado, se han abierto los salones de arte joven y de arte universitario, y eso ha propiciado que empiecen a mostrarse obras de personas mucho más jóvenes, que no tienen una gran trayectoria. Igualmente, ha incidido en que se le de mayor importancia a manifestaciones no tan conservadoras que, de alguna manera, antes estaban muy encasilladas: o es pintura, o es escultura o, de pronto, video. Hoy es más amplio, no se define por disciplina, sino que el arte es algo que abarca un campo bastante amplio”.

Volviendo a "Otras Miradas" y encontrando el conector con el presente, Johanna Calle establece la relación entre esa muestra y su nuevo trabajo: “La obra que presenté allí está muy relacionada con ésta de Zona Tórrida. En esa empecé a hacer una reflexión acerca del paisaje y en ésta estoy viendo aquellos factores que están incidiendo en la naturaleza, en el paisaje urbano. Esos cambios que se han dado gradual y casi imperceptiblemente”.

Reflexiones Botánicas

Semana. ¿Pero, cuándo y por qué llegó al tema de "Zona Tórrida"? ¿Cómo fue ese recorrido y qué la trajo hasta aquí?

Johanna Calle. Siempre he tratado de trabajar alrededor de temas que tienen consecuencias a mediano y largo plazo. Llegué a esto a partir de una obra que empecé en el 2004 y que se basaba en ver las estructuras rígidas y matemáticas de las páginas contables. Unas estructuras que por factores externos se empezaban a romper, a modificar. Y quise hablar de otro tipo de estructuras que fueran igualmente modificadas por factores externos, pero que tuvieran unas implicaciones mucho mayores. Entonces empecé a encontrar cada vez con mayor frecuencia malformaciones en hojas de plantas muy comunes, en las rosas, por ejemplo, en plantas ornamentales. Los primeros dibujos que hice fueron los de las hojas de rosa, que son plantas cultivadas que han sido sometidas a una serie de sustancias tóxicas, de herbicidas y a manipulación genética para hacerlas mucho más grandes, mucho más coloridas. Se trataba de aproximarse a todas esas formas que se buscan para mejorar una especie, pero que lo que hacen es afectar la condición misma de las plantas.

Después quise también investigar qué pasaba con flores o con plantas nativas que no están expuestas a herbicidas, pero que son afectadas por las condiciones ambientales que las rodean. Entonces hice un seguimiento de varias plantas nativas en zonas diferentes de Bogotá, donde la contaminación es bastante alta, para ver qué modificaciones había o que cambios se podían observar, y encontré que todas tenían una característica similar: el nervio central se divide en dos y empieza a aparecer una forma de hoja completamente nueva. Al ser de especies diferentes, pero mostrar esa misma característica, lo que está haciendo la contaminación, entonces, es crear un nuevo grupo de hojas.

Haber partido de hojas también es significativo para mí, porque en la hoja es donde se sintetiza todo el proceso que hace que se filtre el oxígeno, el cual es vital para todos los organismos. Plantas, microorganismos, todos dependen de eso, entonces si se empiezan a variar las condiciones y se empieza a afectar eso, pues va a tener unas consecuencias muy graves hacia el futuro.

Semana. De alguna manera, ¿lo que está haciendo es presentar las diversas mutaciones de la flora nacional?

J.C. No se si podría abarcar una cosa tan grande. Lo que me parece es que son evidencias de que algo no está funcionando bien. Hay algo que es síntoma de factores que están alterando esos organismos y eso tiene consecuencias graves. Una hoja bífida no es gran cosa, pero si uno empieza a encontrar esa recurrencia en los árboles, en las raíces, en otros organismos, pues ya empieza a ver que es realmente un indicativo alarmante. De alguna manera, es más explicable en las plantas cultivadas porque casi toda la producción está destinada a que tengan ciertas características, a nivelar y emparejar esa productividad pero en plantas nativas es un factor de alarma.

Semana. Usted invierte mucho tiempo en la producción de algunas de sus obras. Trabajos anteriores le llevaron dos años, por ejemplo. ¿Cuánto tiempo invirtió en esta y en agrupar todo ese conocimiento botánico que expone ahora?

J.C. Me invitaron a esta exposición en 2005. Invertí cerca de un año en la producción, desde los primeros bocetos hasta definir un poco el tema y ya empezar a trabajar sobre los formatos que iba a presentar. En todo caso, las exposiciones son generalmente una selección de lo que uno ha hecho.

Semana. ¿Cuántas piezas está exhibiendo en total y por qué privilegió esas?

J.C. Son 14 piezas, hay cuatro de gran formato, las otras son de mediano formato. Las elegí porque muestran tres o cuatro posiciones diferentes que fue lo que estuve trabajando en estos últimos meses. Por una parte, está la malformación a partir de las sustancias químicas o de procesos como la manipulación genética. Otras muestran la descomposición a partir de factores externos como hongos o rupturas en esas cadenas. Los otros dos aspectos son la malformación de plantas nativas que viven en condiciones urbanas y la gran fragilidad de la flora nacional. Este último tema está presente en la hoja del yarumo, que es la única que hice a escala natural. Ahí no hubo reducción ni ampliación, porque me interesaba mostrar como a mayor escala, a mayor superficie, hay más probabilidad de absorber todos esos elementos contaminantes que están en el ambiente. Y en todo caso el yarumo me parece una planta emblemática del bosque húmedo que es el más amenazado.

Semana. ¿En qué se distancia esta obra de sus trabajos anteriores?

J.C. Cada obra ha tenido unos intereses y un desarrollo particulares. Hay afinidades con Nombre Propio, 1997 - 1999, que tienen que ver con el dibujo, con hablar de una realidad como pavorosa, con no saber a ciencia cierta qué pasa. Y la diferencia es que por primera vez no estoy tan centrada en la gente, sino en otros organismos. En qué está pasando con otros seres con los que compartimos este espacio vital. No quise retomar a los trabajadores que están expuestos a herbicidas porque eso limitaría mucho la lectura y el problema es mucho más grande, el problema, es todo.

Semana. Hablando del dibujo, uno siempre encuentra definiciones suyas de pintura, pero casi ninguna de esta otra técnica. ¿Podría definirlo, pero no dentro de términos académicos, sino desde su relación personal con él?

J.C. Mi formación es como pintora. Yo hice una maestría en pintura con una beca del Consejo Británico y empecé a trabajar en dibujo poco tiempo después de terminar la maestría. Empecé a encontrar que en el dibujo había unas herramientas muy eficaces para definir una imagen sin necesidad de recurrir al color. El color, de alguna manera, se había empezado a convertir en un factor distractor de lo que quería definir, que eran más que todo las formas. Y desde hace ocho o nueve años estoy dedicada casi cien por ciento al dibujo. Encuentro que es una técnica en la que hay una gran austeridad y eso es lo que me interesa mucho. Pienso que los temas que abordo hay que tratarlos de una manera muy austera, muy sensible y de pronto todo ese color y toda esa teatralidad de la pintura no cabía en esos temas. Por eso, me fueron llevando cada vez más a trabajar en líneas y puntos que son los elementos más sencillos para hacer imágenes.

Semana. En esta obra trabaja varias piezas a partir de líneas, pero hay algunas que están construidas con palabras. ¿Como llegó a esos textos?

J.C. La palabra manuscrita sigue siendo una línea. En ella participa una línea que se hace legible, mientras que en el dibujo se podría hacer visible una forma. Es una manera también de hacer un dibujo a partir de la información que uno tiene. Por eso trabajé con textos que hablan sobre los efectos que tienen esos herbicidas ya a nivel casi celular. Uno de los herbicidas que más se usado en el país en los últimos 15 años es el glifosato, que no se usa solo en el control y erradicación de cultivos ilícitos, sino como control de malezas en la caña de azúcar, la palma africana, el plátano, árboles frutales. Por ello, me interesó mucho investigar cuáles son sus efectos reales sobre las hojas, ver todo el proceso hasta que mueren los tejidos celularmente, pero también ver el tema de los residuos que deja en la tierra. Porque dependiendo de las condiciones de cada sitio donde lo hayan aplicado puede permanecer de tres 174 días y ese es un período muy largo. Así que estamos hablando de unas sustancias de alto poder toxicológico que quedan en el ambiente y sobre las cuales no hay estudios exactos respecto a si pueden afectar al ser humano. Entonces me parecía elocuente presentar todas esas conclusiones contradictorias de una forma donde las líneas se cruzan, donde los textos solo se pueden leer parcialmente, donde no hay realmente una conclusión definitiva.

Semana. Generalmente trabaja en espacios bidimensionales logra ser contundente en ellos, sin embargo su obra es siempre como una obra abierta...

J.C. No se si es abierta o no. Me interesa mucho formular preguntas, no hay respuestas concretas, no hay nada definitivo. Es como un síntoma, hay un punto de partida y no se sabe qué va a pasar en un año o dos. Lo de las dos dimensiones ha sido una constante. Cuando he trabajado objetos siempre ha sido en función de transformarlos en imagen. Inclusive muchas de esas hojas las tuve en el taller como objetos para estudiarlas, para ver las nervaduras, para abrirlas, casi era una disección para ver como estaban estructuradas; pero siempre pensando en términos de las dos dimensiones y del dibujo.