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Menos de lo mismo

Con el triunfo de Bush, la política de Estados Unidos con Colombia se mantendrá. Pero en el ajedrez de la política mundial, nuestro país será cada vez menos importante.

8 de noviembre de 2004

Colombia no es una prioridad para Estados Unidos. Y posiblemente cada vez esté más rezagada en la agenda del país del norte. En la carrera electoral jamás se mencionó su nombre, ni siquiera cuando se abordó el tema de la lucha contra el terrorismo en el mundo. No obstante, el triunfo de George Bush hace prever que se mantendrá la misma línea de apoyo a la lucha contra el narcotráfico y la guerrilla, con énfasis en lo militar. Una ayuda que está asegurada hasta septiembre de 2005 y cuya continuidad depende de la aprobación de un nuevo proyecto que muchos llaman Plan Colombia II.

Diversos analistas coinciden en que si el presidente Álvaro Uribe presenta un segundo Plan Colombia (de 2006 a 2009), encontraría muchas dificultades. La primera de ellas es la geopolítica mundial. Según el politólogo estadounidense Neil Berch, "aunque no habrá muchos cambios en la ayuda, lo que sí puede cambiar es qué tanto se va a enfocar Bush en Colombia, pues él esta usando todo su capital político en Oriente Medio", dice.

En segundo lugar existe la paradoja de que muchos congresistas, especialmente republicanos, tienen la percepción de que en Colombia la seguridad está mejorando, que los resultados del Plan Patriota son muy alentadores y que, en consecuencia, el país requiere menos ayuda. De hecho, en los debates en la comisión de apropiaciones del Senado hace un mes se escucharon voces diciendo que esperan que las próximas solicitudes de Colombia sean inferiores a las actuales.

En consecuencia, el escenario al que se enfrentará Álvaro Uribe en materia de cooperación es muy diferente al que tuvo Andrés Pastrana en el año 2000, cuando la lucha contra las drogas era una prioridad. Y este cambio de escenario no tiene que ver tanto con el triunfo de Bush ni con la mayoría republicana en el Congreso, como con los cambios que se han producido después del 11 de septiembre y que pusieron al país del norte en una cruzada contra el terrorismo islámico. Mientras el tema de las drogas apenas sí ha vuelto a ser mencionado.

Los analistas del Center for Internacional Policy (CPI) prevén tres escenarios posibles. El primero es que la ayuda para acciones contrainsurgentes se mantenga más allá de 2005. En ese caso, el Plan Patriota sería tomado como un experimento replicable en el resto del país, lo que requeriría mayor apoyo militar. Un segundo escenario sería el de equilibrar la ayuda militar con la que se dirige a fortalecer otras instancias del Estado, como la justicia. Esto sería explicable como una manera de hacer sostenible un esfuerzo militar que el gobierno colombiano califica de exitoso. Y el tercero sería la disminución de la ayuda, simplemente porque Colombia ya no es una prioridad. En ninguno de estos escenarios se prevé un aumento de la ayuda económica, aunque los resultados electorales sí inciden en los énfasis y condicionamientos que ésta tenga. El mismo CPI -junto a otra dos instituciones- describió hace pocas semanas cómo la relación con América Latina, y en particular con Colombia, tiende a militarizarse, a depender más del Pentágono que del Departamento de Estado. La llegada de por lo menos tres reconocidos conservadores radicales al Senado permite creer que se fortalecerá esta línea. Al tiempo que también hace pensar que temas como la certificación en derechos humanos, que tanto desvela a los demócratas, pierda peso a la hora de decidir sobre el apoyo al gobierno colombiano. Un requisito que ha puesto presión para que la fuerza pública mejore su desempeño en derechos humanos y en su relación con la población civil.

Por eso, a pesar de lo prematuro que puede resultar un pronóstico, no es aventurado decir que con Bush esta vez no tendremos más de lo mismo sino, al contrario, menos. Menos importancia, menos dinero y, seguramente, menos esfuerzos para fortalecer los aspectos humanitarios, sociales y políticos del Plan Colombia.