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Mentira científica

Expertos opinan sobre el efecto que tendrá en la credibilidad de los estudios los recientes fraudes científicos.

Silvia Camargo
2 de febrero de 2006

Martes, 31 de enero.

El mundo no se había recuperado aún del fraude cometido por el científico surcoreano Hwang Woo Suk con sus estudios en células madre, cuando un colega suyo, Jon Sudbo, médico noruego experto en cáncer, admitió que también había cambiado los resultados de dos trabajos publicados en las revistas The New England Journal of Medicine y The Journal of Medical Oncology.

Que en menos de dos meses dos escándalos de esa magnitud se presenten en las publicaciones más respetadas creó estupor entre los lectores, por decir lo menos. ¿Los dos casos son muestra de que la ciencia está en crisis? ¿Los controles de las revistas científicas están fallando? ¿Harán perder la credibilidad del público en los estudios científicos?, se preguntaba la gente.

Los investigadores consultados por Semana.com consideran que no hay razón para desconfiar del sistema científico. Estos dos casos son aislados, dicen, y no van a poner en duda la credibilidad de las investigaciones.  No obstante, expresaron preocupación  porque hoy existen  presiones sobre el investigador que podrían estar favoreciendo la aparición de este tipo de historias.

Una de ellas tiene que ver con a importancia que tienen hoy las revistas científicas. Según Raúl Murillo, médico del Instituto Nacional de Cancerología, aunque hay otros espacios para hacerlo, la ciencia les está dando un alto valor a las publicaciones de alto impacto como Science, Nature y The Lancet para evaluar a los investigadores. Si uno de ellos aparece allí, no solo adquiere un gran prestigio, sino que ese reconocimiento le sirve para garantizar financiación en investigaciones posteriores. "Esto contribuiría a que hoy un científico haga lo que sea por obtener esa figuración", afirma Murillo.

Muchos expertos quieren publicar y publicar estudios para obtener un nombre en el medio. Si bien para Murillo esta práctica podría ser un indicador de producción, no necesariamente lo es de calidad. De ahí que considere que "estos casos se podrían dar con mayor frecuencia de lo que la gente imagina", dice.

Para publicar los trabajos, tanto las revistas científicas nacionales como las extranjeras se basan en la evaluación por pares, un sistema que permite seleccionar los trabajos de calidad, que realmente aportan algo nuevo a la ciencia. Cuando llega un estudio, los editores de la revista lo envían a dos colegas que conocen del tema. Es un proceso doble ciego en el sentido de que el autor de la investigación no sabe la identidad del evaluador y viceversa. El evaluador tiene tres posibilidades. La primera es aceptarlo sin corrección, lo cual es muy raro. La otra, es que lo considere valioso pero lo devuelva para hacerle ciertos ajustes, y la tercera es rechazarlo, que es lo más frecuente. Cerca de 35 por ciento de los estudios no cumplen con los estándares de ser originales, bien desarrollados y de buena calidad, según Carlos Arturo Hernández, miembro del comité editorial de Biomédica, la revista del Instituto Nacional de Salud. Todas las revistas cuentan con estos sistemas y mientras más reconocidas son, más prestigiosos son los expertos que revisan sus artículos.

Pero el sistema no es infalible "y falla cuando el fraude está muy bien montado", explica Hernández. El problema es que el comité parte del principio de buena fe y supone que el material gráfico y la información que los científicos suministran es verídica.  

Para Patricio López Jaramillo, investigador de la fundación Cardiovascular de Colombia y editor asociado del Journal of Hypertension, el mismo sistema científico se encarga de depurar los casos fraudulentos. Los dos mencionados se descubrieron por inconsistencias en la información. El de Hwang, por ejemplo, se puso en duda cuando investigadores jóvenes notaron que las fotografías suministradas como células madre clonadas eran iguales a las de un estudio suyo anterior de células madres embrionarias. El científico noruego cayó por su base de datos. Algunas personas se dieron cuenta que 250 de los 900  participantes del estudio habían nacido en el mismo año, algo que generó muchas dudas.

Existen otros métodos de control. Por ejemplo, cuando otros científicos  repiten el experimento y no logran el mismo resultado se empieza a sembrar  dudas sobre el trabajo original.

Una preocupación para Murillo es que en Colombia no existan instancias para recibir reclamos y cuestionamientos cuando alguien duda sobre un estudio, como sí lo hay en otros países. "No tenemos cómo controlar si alguien hace fraude", dice.

López-Jaramillo coincide en que estos casos son aislados y se dan por presiones económicas y por ambición. El factor dinero influye porque los científicos deben encontrar los resultados propuestos en su hipótesis en un determinado plazo. "Si no los obtienen deben devolver el dinero de financiación", dice. Y cuando alguien no tiene la madurez científica " los altera", agrega. No era el caso de Hwang, obviamente. Este surcoreano era uno de los más respetados científicos en su campo. En este caso, opinan, primó la ambición de ser el primero. Sin embargo, el riesgo de la deshonestidad " está presente no solo en la ciencia sino en todas los campos de la sociedad", dice López-Jaramillo.

Aunque sí arroja un manto de duda, la ciencia no está en peligro, dicen. El problema, sin embargo, es el perjuicio a la gente, pues en el caso de Hwang, creó falsas expectativas a muchos enfermos que creyeron tener muy cerca una cura para su enfermedad. Lo que sí podrá generar es una desconfianza en las revistas científicas que a su turno deberán revisar sus procesos de selección para evitar que episodios como los de Hwang y Sudbo vuelvan a repetirse.